miércoles, 12 de octubre de 2016

LA ENORME DEUDA CON LA INFANCIA



Informe de la UCA: en 2015 el 20 por ciento de los chicos de áreas urbanas sufría inseguridad alimentaria
Salió el reporte de los últimos cinco años del Observatorio de la Deuda Social Argentina; el 7,7 por ciento de los niños y adolescentes están afectados en niveles "graves"
Un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló que en 2015 casi el 20 por ciento de los chicos que viven en áreas urbanas se encontraba en situación de "inseguridad alimentaria".
Se trata del "Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, Serie del Bicentenario. Infancias con derechos postergados. Avances, retrocesos e inequidades a finales del Bicentario". La investigación, sobre las condiciones de vida de la infancia en la Argentina, indica que la situación de inseguridad alimentaria afectaba en 2015 al 19,5% de la infancia y adolescencia urbana y al 7,7% en niveles graves. Mientras que el 48% de los chicos y chicas en la Argentina urbana tienen como única opción para la atención de su salud el sistema público.
A continuación, un resumen del informe que se presenta oficialmente mañana:
El 25,8% de las infancias y adolescencias no consultó a un médico y un 46,7% no consultó a un odontólogo en el último año. En el conurbano bonaerense 32% de los chicos/as no asistieron a una consulta médica durante 2015.


En 2015, el 49,9% de la infancia y adolescencia urbana en la Argentina vivía en un medio de vida insalubre, tanto por problemas de contaminación ambiental como a consecuencia de la cercanía de fábricas y/o basurales, proximidad a lugares de quema de basura o existencia de plagas.
Se calcula que el 42% de la infancia y adolescencia reside en viviendas con problemas de saneamiento (no accede en su vivienda a cloacas, o a la red de agua corriente, y/o no tiene inodoro con descarga de agua).
En 2015, la calidad de la construcción de la vivienda resulta deficitaria para el 18,9% de la población de niños/as y adolescentes. La situación de hacinamiento afectaba al 18,5%.
Se estima que, en 2015, el 18,7% de los chicos/as compartía cama o colchón para dormir, y si bien dicha incidencia trepa al 30,5% en los hogares de estratos más bajos, también se presenta en el 10% de los chicos/as del estrato medio profesional o medio alto.
El 12,8% de los chicos/as no festejaron su último cumpleaños, en el estrato social más bajo no lo hizo el 23% y en el medio alto, el 4,8%.
A 4 de cada 10 niños/as de 0 a 12 años de edad no les suelen leer cuentos y/o no tienen libros infantiles en su hogar.
En cuanto a las formas de disciplinar a los niños/as y adolescentes, la propensión al uso de la violencia física en 2015 afectaba al 19,9%. Asimismo, 5,7% de los chicos/as pertenecen a hogares donde se utiliza la agresión verbal como método de disciplinamiento.
El 58,1% de los chicos/as entre 5 y 17 años no realiza actividad física extra-escolar, 86,4% no realiza ninguna actividad artística o cultural.
El 86,3% de los chicos/as de 5 a 12 años no concurre a colonias de vacaciones.


El 60,4% de los chicos/as de 5 a 17 años no tiene una biblioteca con libros en su casa y el 50% no suele leer textos impresos.
La enseñanza de música, plástica y educación física no se cubre en el 21,5% de los estudiantes de primaria en al menos una de las asignaturas.
Se estima que el 23% de los adolescentes se encuentra en situación de déficit educativo (no asiste o lo hace con sobreedad). El déficit es del 40% en el estrato social muy bajo y del 35% en villas o asentamientos urbanos.
Se estima que el 25% de los estudiantes secundarios no tiene enseñanza de computación, y que el 12% carece de enseñanza de idioma extranjero.
El 12% de los chicos/as de 5 a 17 años trabajaba en actividades domésticas intensivas (4,3%) y/o en el mercado (9,5%).
La presentación oficial del informe fue en el Auditorio Santa Cecilia, subsuelo del Edificio San Alberto Magno, Av. Alicia M. de Justo 1500, CABA. Realizado por Ianina Tuñon. Los comentarios estuvieron a cargo de Elena Duro y Dalile Antúnez. Contó con la moderación de Juan Cruz Hermida.
El hambre golpeó a casi 900.000 chicos argentinos en el último año
Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, uno de cada cinco niños y adolescentes redujo el consumo de alimentos y su calidad
Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, uno de cada cinco niños redujo el consumo de alimentos.
En la Argentina, la alimentación es un problema grave para muchos chicos y adolescentes que viven en las zonas urbanas. Tanto es así que, en el último trimestre de 2015, uno de cada cinco tuvo que disminuir el consumo de alimentos en cantidad y calidad debido a problemas económicos en sus hogares, mientras que el 7,7% de la población menor de 17 años experimentó situaciones de hambre en los últimos doce meses previos a ser consultados, según el relevamiento "Infancias con derechos postergados", que hizo el Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA).
El informe, que monitoreó el estado de situación del desarrollo humano y social de la infancia de 2010 a 2015, en 20 ciudades con más de 80.000 habitantes de todo el país, será presentado hoy, a las 15, en el Auditorio Santa Cecilia, en el subsuelo del edificio San Alberto Magno de la UCA, en Alicia M. de Justo 1500.


"Estimamos que hay dos de cada 10 niños que están en vulnerabilidad y que están en situación de riesgo -dijo ayer Ianina Tuñón, coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia-. Además, hay un 7,7% que está afectado de manera grave. Éstos son reportes de los padres, que reconocen que hay experiencias de hambre en los niños. Y en estos casos existe una alta correlación con la pobreza
El indicador usado en el informe para medir las situaciones de riesgo es el de inseguridad alimentaria. Y, a su vez, ese concepto se divide en dos: la total, que según el informe padece un 19,5% de la población menor de 17 años, implica a aquellos en cuyos hogares se redujo la dieta de alimentos por problemas económicos; y la severa, que afecta al 7,7%, se refiere a aquellos que experimentaron hambre por falta de alimentos.
Si se toma en cuenta que la población infantil urbana en el país es de 11.000.000, según el informe la inseguridad alimentaria severa afecta a unos 847.000 niños y adolescentes, y la total, a unos 2.145.000.
"Son indicadores, no son datos objetivos, sino subjetivos. No se trata de datos nutricionales porque no se midió la masa corporal de los niños", explicó Tuñón, sobre la metodología del informe. Sólo en 2015 fueron relevados 4631 casos de chicos de hasta 17 años, a través de entrevistas con sus padres, madres o tutores.
En baja
Aunque la evolución de los dos indicadores se mantuvo estable entre 2010 y 2015, el informe registra una leve tendencia positiva, con una baja durante este período del 2,3% en la inseguridad alimentaria total (del 21,9% en 2010 al 19,5% en 2015), y del 3,1% en la severa (del 10,8% al 7,7%). La baja más marcada se da entre los años 2010 y 2011, para luego estabilizarse. Para Tuñón, esa disminución está relacionada con el "impacto positivo que tuvo la implementación de la Asignación Universal por Hijo".


Más allá de esa leve tendencia general positiva, el relevamiento advierte que en el caso de los chicos de 0-4 años se registra una reversión de la tendencia en los últimos dos años. "Se trata de una particular vulnerabilidad a la pobreza por parte de los hogares con niños y niñas en la primera infancia y, en consecuencia, al acceso a los alimentos en cantidad y calidad -dice el informe-. Por lo general, se trata de hogares con adultos de referencia jóvenes cuya inserción ocupacional es más precaria e informal y que por la edad de los niños acceden en menor medida a la asistencia alimentaria directa a través de comedores y viandas escolares."


De esa manera, en el informe se destaca que la situación de inseguridad alimentaria está fuertemente asociada al estrato social de los hogares y las condiciones de las viviendas. "Los niños pertenecientes a estratos económico-ocupacionales de clase trabajadora marginal tenían en 2015 el 42% de probabilidad de experimentar situaciones de inseguridad alimentaria y el 16,6% en niveles severos", dice el informe.
Otro dato clave que revela el informe es que la cobertura alimentaria directa a través de comedores escolares y comunitarios alcanzaba en 2015 al 26,6% de la infancia y adolescencia urbana. Desde 2013, los servicios de comedores se incrementaron de forma constante.
En el capítulo introductorio, se menciona la importancia de la disponibilidad de mediciones válidas, fiables, representativas y periódicas para poder realizar los monitoreos. Y justamente se hace hincapié en que éste fue uno de los principales obstáculos en el país en los últimos años. Pone como ejemplo la imposibilidad que existió para medir la nutrición: los últimos reportes datan de 2005.


Según el Barómetro, la situación de inseguridad alimentaria es el problema más urgente que enfrentan los chicos y adolescentes porque compromete el sostenimiento de la vida. "La vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria -sostiene-, que en sí misma representa una necesidad no satisfecha, dificulta el pleno ejercicio de otros derechos, como son gozar de buena salud, llevar una vida activa, educarse, jugar, participar de la vida cultural, entre otros."
Un bebe wichi de un año y seis meses y una beba toba de cinco meses murieron en Salta por una "deshidratación aguda". Las muertes se produjeron el mes pasado, aunque se conocieron luego
José Santiago, que pesaba 7,200 kilos, murió el 9 del mes pasado. Andrea Ruth Gómez, el 17. Los dos pequeños eran vecinos de Santa Victoria Este, en el Chaco salteño.
"José Santiago llegó totalmente deshidratado, fue atendido en la guardia con diarrea y vómitos, quedó internado y se sugirió su traslado al Centro de Recuperación Nutricional de Tartagal", explicó Ramiro Soraire, gerente del hospital de Santa Victoria Este. Pero el bebe murió cuando era trasladado
Gómez también fue derivada a Tartagal con un cuadro de deshidratación severa, diarrea y vómitos. Sin embargo, murió en el hospital de esa ciudad.
Soraire advirtió que Santa Victoria Este cuenta con sólo dos médicos en actividad y una ambulancia.


El gobernador Juan Manuel Urtubey afirmó anoche que aunque la provincia mejoró sus indicadores de mortalidad infantil, deben "impedirse muertes por causas evitables". Carlos Abeleira, ministro de Primera Infancia, precisó que la beba padecía una cardiopatía genética y el pequeño se encontraba bajo "vigilancia nutricional" por bajo peso.
No hay dudas de que la mala nutrición se interpone como una barrera para que todo chico pueda expresar su potencial.
El informe elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA) demuestra que uno de cada cinco chicos tiene algún grado de inseguridad alimentaria. Es decir que tuvo dificultades para acceder a la alimentación o se ha ido a dormir con hambre o se ha visto obligado a disminuir el tamaño del plato por falta de recursos. Algo inaceptable en un país que exporta alimentos al mundo. De por sí, este hecho debería llamarnos a la reflexión. Pero el hambre es una parte de una trama mucho mas compleja que no se resuelve solamente con más comida.
En la Argentina, la mitad de nuestros chicos padece de alguna forma de malnutrición antes de cumplir los dos años de vida, solamente considerando anemia, baja talla, obesidad o bajo peso. Es decir que las consecuencias de una mala alimentación ya dejan su impacto en el momento de mayor crecimiento y desarrollo, donde se están conformando estructuras vitales.
La malnutrición infantil es una deuda de toda la sociedad. Impacta sobre el crecimiento, la capacidad de aprender, la calidad de vida y la productividad de toda persona.
La pobreza es causa de desnutrición y, a su vez, su principal consecuencia. Un círculo perverso que requiere de un abordaje desde distintos sectores y miradas, así como del compromiso de todos. Tenemos la obligación de plantearnos cómo queremos cuidar el crecimiento de nuestros chicos y preservar su bienestar y capital mental. Es decir, respetar cabalmente su derecho a poder expresar su potencial a lo largo de la vida.


La capacidad de recibir educación de un chico comienza en el vientre materno. Por eso, cuidar a la mujer en edad fértil; su embarazo; promover la lactancia materna; asegurar no sólo la cantidad, sino la calidad de los alimentos que recibe en los primeros años debe formar parte de nuestra discusión como conjunto social para poder erradicar de una vez por todas la pobreza e insertarnos en un mundo donde el conocimiento jugará indudablemente un papel central.
A lo largo de sus 40 años de vida el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) ha contribuido a identificar los principales problemas del área y a plantear soluciones. Quizás hoy como nunca existe una conciencia y compromiso social que nos permiten repensar nuestras prioridades y políticas públicas invirtiendo en el principal activo de un país: su capital social.
Esteban Carmuega
El autor es el director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil

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