Laëtitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka
Anatomía de un crimen sin perdón
Ivan Jablonka (París, 1973) es historiador y sociólogo, pero sus libros exceden las clasificaciones inmediatas. El de más reciente aparición en Francia ( En camping-car) se centra en la importancia de las Van y las casas rodantes de su infancia. Escribió con una perspectiva única sobre sus abuelos muertos en los campos de concentración nazis y también La historia es una literatura contemporánea, un ensayo en el que rastrea cómo interactuan los hechos fácticos y el modo de contarlos.
Laëtitia o el fin de los hombres, por su parte, engrosa polémicamente las filas de una colección de narrativa: crónica de un crimen sórdido, es también un preciso engranaje documental sobre las distintas construcciones (policial, judicial, mediática, política) del hecho. El libro tiene como eje un femicidio, aunque la figura -de cuño latinoamericano- no aparezca nombrada. El asesinato de Laëtitia Perrais, una adolescente de 18 años, conmocionó a Francia a comienzos de esta década hasta que, un par de meses después, desapareció de los titulares y los zócalos televisivos. El caso es geográficamente distante, pero su lógica cercana: el lector argentino puede poner en espejo alguno de los muchos crímenes de mujeres jóvenes ocurridos entre nosotros.
Aunque se le adivina el talento, Jablonka no tiene interés en explotar los resortes narrativos de su tema con la maestría estilística de Emmanuele Carrère, el autor de obras de no ficción como El adversario. Reconoce "una comunidad de método" con los jueces y presenta el caso que lo ocupa desde todos los ángulos posibles, de manera casi cartesiana. Conserva el tono imparcial hasta que una reflexión general o una sospecha ayudan a retratar con ascetismo el estado de las cosas, en una época y una sociedad, a comienzos del siglo XXI.
Laëtitia Perrais desapareció en una localidad bretona, cerca de Nantes, en enero de 2011. Pronto hay un sospechoso, aunque la muchacha -presuntamente aún con vida- siga sin aparecer. Días después se hallarán en el fondo de un lago la cabeza y sus miembros mutilados, aunque no el resto del cuerpo. El autor va organizando los acontecimientos y sus materiales por etapas no lineales. Por un lado, el modo en que fue reaccionando la prensa y la justicia; por otro, los hechos de las noches del 18 y 19 de enero, cuando Jessica, melliza de Laëtitia, encuentra abandonada su motoneta. Y, también, la novela familiar de la propia víctima, una chica marcada desde la cuna por un origen difícil y la resiliencia continua: hija de una depresiva y de un padre alcohólico, condenado por violación de su mujer, fueron entregadas con su hermana a una familia de crianza. Que el padre del corazón resulte asimismo un abusador (de Jessica, si no de Laëtitia) es un elemento extra de la requisitoria de todo el libro.
Jablonka propone una minuciosa anatomía del crimen, una crítica política (contra el presidente francés Nicolas Sarkozy y su instrumentalización del miedo) y un corte sociológico. Pero sobre todo, relegando a segundo plano al asesino, del que también se cuenta la historia, busca devolverle la dignidad a la víctima, para que no quede fijada en su nacimiento público, "que es cuando murió". La instancia clave es aquella en que, explorando los mensajes de Facebook y las anotaciones disléxicas de Laëtitia, se saca a la luz lo "infraordinario" (así llamaba Georges Perec a la banal literatura anotada de nuestra cotidianeidad) de esa adolescente que buscaba salir adelante con sus modestas alegrías y tristezas.
Jablonka no evade la primera persona en su cuadro general, y advierte una distancia capital. Descendiente de la burguesía parisina universitaria, dice, no creció en la miseria alcoholizada, ni fue retirado de la custodia de sus padres por un juez de menores. Para él, interesado en la judeidad, los libros y el cosmopolitismo, Laëtitia, con su apellido cristiano fácil de escribir, su arraigo en una zona provincial, representa la más pura alteridad. "No sé -se pregunta- quién es más anormal, si ella o yo". Ver al otro como otro para poder verlo como un igual: es el teorema de fondo de este libro implacable que no se llena la boca de feminismo para ponerlo en práctica.
LAËTITIA O EL FIN DE LOS HOMBRES
Por Ivan Jablonka
Anagrama/Del Zorzal. Trad.: A. Blanco. 420 págs., $ 465
P. B. R.
Laëtitia o el fin de los hombres, por su parte, engrosa polémicamente las filas de una colección de narrativa: crónica de un crimen sórdido, es también un preciso engranaje documental sobre las distintas construcciones (policial, judicial, mediática, política) del hecho. El libro tiene como eje un femicidio, aunque la figura -de cuño latinoamericano- no aparezca nombrada. El asesinato de Laëtitia Perrais, una adolescente de 18 años, conmocionó a Francia a comienzos de esta década hasta que, un par de meses después, desapareció de los titulares y los zócalos televisivos. El caso es geográficamente distante, pero su lógica cercana: el lector argentino puede poner en espejo alguno de los muchos crímenes de mujeres jóvenes ocurridos entre nosotros.
Aunque se le adivina el talento, Jablonka no tiene interés en explotar los resortes narrativos de su tema con la maestría estilística de Emmanuele Carrère, el autor de obras de no ficción como El adversario. Reconoce "una comunidad de método" con los jueces y presenta el caso que lo ocupa desde todos los ángulos posibles, de manera casi cartesiana. Conserva el tono imparcial hasta que una reflexión general o una sospecha ayudan a retratar con ascetismo el estado de las cosas, en una época y una sociedad, a comienzos del siglo XXI.
Laëtitia Perrais desapareció en una localidad bretona, cerca de Nantes, en enero de 2011. Pronto hay un sospechoso, aunque la muchacha -presuntamente aún con vida- siga sin aparecer. Días después se hallarán en el fondo de un lago la cabeza y sus miembros mutilados, aunque no el resto del cuerpo. El autor va organizando los acontecimientos y sus materiales por etapas no lineales. Por un lado, el modo en que fue reaccionando la prensa y la justicia; por otro, los hechos de las noches del 18 y 19 de enero, cuando Jessica, melliza de Laëtitia, encuentra abandonada su motoneta. Y, también, la novela familiar de la propia víctima, una chica marcada desde la cuna por un origen difícil y la resiliencia continua: hija de una depresiva y de un padre alcohólico, condenado por violación de su mujer, fueron entregadas con su hermana a una familia de crianza. Que el padre del corazón resulte asimismo un abusador (de Jessica, si no de Laëtitia) es un elemento extra de la requisitoria de todo el libro.
Jablonka propone una minuciosa anatomía del crimen, una crítica política (contra el presidente francés Nicolas Sarkozy y su instrumentalización del miedo) y un corte sociológico. Pero sobre todo, relegando a segundo plano al asesino, del que también se cuenta la historia, busca devolverle la dignidad a la víctima, para que no quede fijada en su nacimiento público, "que es cuando murió". La instancia clave es aquella en que, explorando los mensajes de Facebook y las anotaciones disléxicas de Laëtitia, se saca a la luz lo "infraordinario" (así llamaba Georges Perec a la banal literatura anotada de nuestra cotidianeidad) de esa adolescente que buscaba salir adelante con sus modestas alegrías y tristezas.
Jablonka no evade la primera persona en su cuadro general, y advierte una distancia capital. Descendiente de la burguesía parisina universitaria, dice, no creció en la miseria alcoholizada, ni fue retirado de la custodia de sus padres por un juez de menores. Para él, interesado en la judeidad, los libros y el cosmopolitismo, Laëtitia, con su apellido cristiano fácil de escribir, su arraigo en una zona provincial, representa la más pura alteridad. "No sé -se pregunta- quién es más anormal, si ella o yo". Ver al otro como otro para poder verlo como un igual: es el teorema de fondo de este libro implacable que no se llena la boca de feminismo para ponerlo en práctica.
LAËTITIA O EL FIN DE LOS HOMBRES
Por Ivan Jablonka
Anagrama/Del Zorzal. Trad.: A. Blanco. 420 págs., $ 465
P. B. R.
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