Es miembro del Club Político y un verdadero intelectual de la economía. Se considera socialdemócrata y tiene una mirada comprensiva sobre las dificultades del gobierno de Cambiemos; también algunas críticas a su gestión en la materia. Guillermo Rozenwurcel habla aquí del programa del oficialismo, de la inflación, los dilemas y los errores; el rol de Macri, las características de Dujovne y de Sturzenegger, el desarrollo y el futuro.
GUILLERMO ROZENWURCEL
-La pregunta obligada: ¿por qué el Gobierno no puede bajar la inflación a más velocidad? Uno ya sabe del déficit fiscal, del gradualismo y de esos problemas, pero ¿cuánto hay, en estos meses, de derrame en precios por la corrección cambiaria y aumento de las tarifas?
-Sin duda, uno y otro fenómeno han tenido un impacto significativo. Ahora bien, en países de inflación relativamente baja, los efectos de una corrección cambiaria o tarifaria son acotados. Si bien el traspaso ( pass through) a los precios es inevitable, los ajustes no generan un efecto cascada, no hay nuevas rondas de aumentos que se suceden a los de la "primera vuelta". En países con inflación crónica y elevada, donde la "memoria" inflacionaria es muy difícil de erradicar, esos efectos no se agotan en la "primera vuelta"; al impacto inicial se le suman nuevos aumentos en vueltas posteriores. En otras palabras, la amplificación de las correcciones iniciales es un problema que enfrentamos debido a que nuestra conducta presente está moldeada por la memoria de nuestra historia inflacionaria. Y no tiene que ver ni con este gobierno ni con el anterior, sino con la dinámica de funcionamiento de la economía argentina de los últimos 50 años.
¿Por qué se remonta a la dinámica de los últimos 50 años para referirse a la inflación actual?
-Porque la inflación ha sido, junto al endeudamiento externo, un mecanismo central para procesar la aguda conflictividad distributiva de nuestro país. Mi hipótesis es que está enraizada en nuestra idealización de una época dorada situada en algún pasado más o menos remoto. Algunos la sitúan en el país del Centenario, otros en el primer peronismo. Después de la crisis del 30, las elites dirigentes siguieron considerando el modelo de desarrollo agroexportador un modelo permanente, que esa crisis solo habría interrumpido transitoriamente. El primer peronismo aprovechó la oportunidad ocasionada por la Segunda Guerra Mundial para impulsar la industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) motorizada por el Estado como nuevo modelo de desarrollo, sin percibir que esa bonanza era también transitoria. El modelo agroexportador nunca se reconstituyó porque la crisis del 30 cambió para siempre la economía mundial. Y la ISI se agotó porque no fue capaz de evolucionar hacia un modelo liderado por exportaciones, más sostenible a largo plazo. El mito de un pasado dorado al que se creía posible volver llevó a que los sectores sociales que empezaban a verse afectados atribuyesen la declinación relativa de su riqueza e ingresos no al progresivo estancamiento económico, sino al accionar de algún "otro" -la oligarquía, el imperialismo, los "capitanes" de la industria, los sindicatos- que se los arrebataba. Si creemos seguir siendo un país rico, el desarrollo no es la prioridad. El objetivo es recuperar cuanto antes lo que creemos que nos corresponde. La dinámica social se transforma en un "juego de suma cero" (si el "otro" gana es porque yo pierdo) y no hay más horizonte que el cortísimo plazo.
-¿Cuáles fueron las consecuencias de esa dinámica?
-Un Estado crónicamente deficitario que intenta, cada vez más infructuosamente, arbitrar la conflictividad social redistribuyendo recursos cada vez más escasos por medio del impuesto inflacionario y/o el endeudamiento externo. A partir de mediados de los 70 el crecimiento espasmódico fue dando paso a crisis cada vez más virulentas y al estancamiento secular. Ninguno de los intentos por revertir esa tendencia fue exitoso.
-A veces parece que el Gobierno estuviera en un ajedrez donde si hace una cosa, es mate; si hace otra, también lo es. Parece que si no hubiera hecho la corrección cambiaria, habría habido un problema enorme. Si no impone los aumentos tarifarios, también lleva a una catástrofe. Si interviene el Banco Central, enfría la economía, pero si no lo hace, sube la inflación. Es una situación compleja, ¿no?
-La experiencia kirchnerista colocó a la economía en un sendero insostenible, pero no concluyó, como las del Proceso y la convertibilidad, en medio de una crisis terminal. Paradójicamente, esto dejó un margen de acción muy estrecho para la política económica, que limita los grados de libertad del gobierno de Cambiemos, como también lo hubiera hecho con una administración de cualquier otro signo. Por muy buenas razones el Gobierno eligió un camino gradualista para reducir el déficit fiscal, pero en cambio la política monetaria no fue consistente con esa elección. Es errado ejecutar una política monetaria excesivamente dura que se proponga un descenso abrupto de la inflación si es preciso realinear sin demora los precios relativos y, además, el ritmo de ajuste fiscal es gradual. El oficialismo equivocó su diagnóstico inicial, se fijó objetivos muy ambiciosos y, en consecuencia, después de dos años de crédito irrestricto ahora la opinión pública y los actores económicos empiezan a tener dudas sobre el futuro de la economía.
-Pero si no hubiera tenido esa vocación por bajar la inflación, seguramente los ortodoxos lo habrían criticado duramente.
-Es que los ortodoxos de todas maneras siguen criticándolo, porque según ellos el Gobierno no hace el ajuste fiscal "sin anestesia". También somos muchos los que entendemos que no se puede eliminar de un plumazo el déficit, no solo por sus efectos sociales y políticos adversos, sino también porque sería fiscalmente contraproducente, ya que una economía en recesión implica menor recaudación tributaria y mayor déficit. Si uno elige el sendero de la baja gradual del déficit, necesita que la política monetaria sea consistente con esa elección. La dureza monetaria del Banco Central no solo atrasa el tipo de cambio, desalienta las exportaciones y dificulta la reactivación, porque fija tasas de interés excesivamente altas. Tampoco logra bajar la inflación al ritmo previsto por sus metas. Si, en cambio, se hubiera elegido bajar más despacio la inflación, es posible que se hubiera minimizado el atraso cambiario y favorecido la reactivación. Yo hubiera preferido que de entrada se fijaran metas antiinflacionarias más modestas y que se cumplieran.
-¿Cómo está hoy la credibilidad del Gobierno?
-Está afectada porque la modificación de las metas de inflación con la intención de evitar la profundización del atraso cambiario, a pesar de correcta, fue transmitida de una manera confusa y adoptada en un momento inoportuno, sin considerar que habría inminentes ajustes de tarifas, como lo admitió el propio presidente del Banco Central, y que las negociaciones paritarias estaban muy próximas. Esto revela falta de coordinación en la ejecución de la política económica. En este contexto, sumado al fortalecimiento internacional del dólar, el Central debió salir a vender divisas e incrementar la tasa de interés para frenar la corrida cambiaria y una posible maxidevaluación. El resultado es que no se percibe con claridad cuáles son los objetivos actuales de la política económica. La autoridad monetaria dice que va a dejar flotar el dólar, pero después interviene, la meta oficial de inflación es del 15%, pero en el interior del Gobierno ya se trabajaba con proyecciones del orden del 20%. Entonces, con las elecciones presidenciales que ya se perfilan en el horizonte, los agentes económicos se preguntan si el Gobierno logrará frenar el dólar para evitar que se acelere la inflación o no. La prioridad del Gobierno debe ser ahora cortar la corrida y recuperar credibilidad.
-¿Pensás que el Gobierno está articulando algún cambio importante en economía o que va a hacer retoques?
-En la medida en que se recobre la normalidad, mi feeling es que el oficialismo va a evitar hacer grandes olas; incluso las ambiciosas reformas estructurales que se anunciaron se van a postergar y se retomarán si el Gobierno consigue la reelección.
-Tu opinión personal sobre dos personas concretas: Sturzenegger y Dujovne.
-Sturzenegger me parece una persona honesta y capaz, pero que, en cambio, tiene poca cintura. Creo que hay un desfase entre sus conocimientos teóricos y la necesidad de sintonía fina en el día a día de la política monetaria. Sin duda su inteligencia hace que ese desfase se achique, pero me parece que se tomó demasiado literalmente la idea de la autonomía del Central. La autonomía no debe significar desentenderse completamente del resto de la política económica.
-¿Y Dujovne?
-Es un economista con menos antecedentes académicos, pero que, aunque es muy joven, fue consultor por mucho tiempo y tiene un conocimiento fino de lo que pasa con los actores económicos de carne y hueso. Su problema es la jibarización de sus funciones. La conducción de la economía está muy atomizada en esta administración.
-Entonces, hablemos del jefe de economía, el superministro: Macri. ¿Cómo creés que es Macri con la economía? ¿Qué concepción tiene?
-Antes de hablar de Macri, diría que Pro es un partido de centroderecha, reconociendo las dificultades que hoy en día tiene hablar de derecha e izquierda. No me identifico con la centroderecha, pero no tengo ningún problema para reconocer como positivo que una fuerza de esa naturaleza haya liderado una coalición que llegó al gobierno por la vía democrática. ¿Dónde se refleja esa concepción en materia económica? En el contenido de la reforma tributaria que persigue, mucho más preocupada por la competitividad que por la equidad. Lo propio puede decirse de su propuesta de reforma laboral o de la escasa relevancia efectiva otorgada a las reformas de la estructura productiva y a las políticas sectoriales de desarrollo e innovación. Pareciera que su idea es que la reducción del costo argentino bastará para transformar la economía. Pero si uno quiere desarrollo con equidad eso no alcanza. Pese a ello, es una fuerza que tiene la suficiente inteligencia para mantener y tratar de ampliar la cobertura de las políticas sociales heredadas del gobierno anterior. Mi principal objeción no es su postura ideológica, sino el hecho de que a pesar de haber construido una exitosa alianza electoral no parece dispuesto a transformarla en una coalición de gobierno. En cuanto a Macri, sin ser economista entiende bastante más de economía que la mayoría de sus predecesores. El problema no está ahí, sino que en muchas ocasiones actúa con cierta terquedad y eso provoca errores "no forzados".
-¿Es posible pensar en un segundo semestre? ¿Cómo sería?
-Hay bastante incertidumbre. Habrá que ver cuánto le cuesta al Gobierno domar el dólar y qué pasará con la inflación y la actividad.
-¿También se va a enfriar la economía?
-Sí. El crecimiento anual proyectado por el Gobierno no se va a alcanzar. Soy más modesto en el pronóstico: creo que estaremos más cerca del 2% que del 3,5% previsto en el presupuesto.
-Con este pronóstico, si bajan la inflación, bajaría aun más el crecimiento...
-Además de las inundaciones, lo que va a afectar el crecimiento son la incertidumbre cambiaria y las tasas de interés altas. Además, el Gobierno ya venía recortando inversión pública e incentivos a la producción con la esperanza de relajar un poco la política fiscal el año próximo, cuando se juegue la reelección. En cuanto a la inflación, es improbable que termine debajo del 20%. Por último, se van a mantener las dificultades en el frente externo, con un alto déficit en cuenta corriente, y eso es preocupante a mediano plazo. Tuvimos "mala suerte" con la cosecha y eso va a impactar significativamente en las exportaciones. En cualquier caso, aunque no hay dudas de que el panorama económico empeoró, el Gobierno tiene recursos para normalizar el escenario. Pero necesita que el acceso a los mercados financieros externos no se interrumpa abruptamente. En el futuro inmediato esa será la variable a seguir más de cerca.
ENTREVISTÓ, JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
Bio
Nacimiento: 20 de diciembre de 1953
Lugar: Buenos Aires
Economista, licenciado por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Máster por la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC/RJ) y doctor (candidato) por la UBA. Es investigador principal del Conicet, adonde ingresó en 1989, e investigador visitante del Cedes. También se desempeña como director ejecutivo del Centro de iDeAS (Investigaciones sobre Desarrollo Económico de América del Sur) de la Universidad de San Martín (Unsam). Ejerce la docencia como profesor titular en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y en la Escuela de Política y Gobierno de la Unsam.
¿Qué está haciendo?
Con el politólogo Marcelo Cavarozzi, está escribiendo un ensayo sobre las relaciones entre la extrema volatilidad social y la declinación política y económica de la Argentina del último medio siglo.
¿Por qué nos importa?
Es un investigador concienzudo, tiene experiencia de gestión y además ha estudiado procesos de desarrollo. Su pensamiento con respecto a la gestión de Cambiemos está lleno de comprensiones y cuestionamientos.
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