jueves, 28 de junio de 2018
LECTURA RECOMENDADA
"Tata Dios" o la historia de la grieta en el siglo XIX
La editorial publicó la novela de Juan Basterra, que narra en su contexto histórico la matanza de 36 inmigrantes por parte de gauchos que reivindicaban sus derechos a la tierra, extrañaban el rosismo y eran comandados por un manosanta que los engañó.
Las pequeñas y medianas editoriales del mal llamado “interior” de Argentina realizan, desde hace un par de décadas, una tarea fundamental para aquellos que aman la literatura: elaboran catálogos artesanales de calidad y difunden escritores que, por nacimiento o desarraigo, habitan en ciudades no muy bien comunicadas con las grandes urbes. En Buenos Aires, el ombligo absorbente del país, se habla bastante de las publicaciones cordobesas (“Nudista” y “Caballo Negro” son dos ejemplos destacados), de las rosarinas (“Río Ancho” y “Erizo” vienen en alza), de las platenses (“Al margen”, por nombrar una) y hasta bahienses (“Vox” descuella con su poesía desde hace años). Sin embargo, en los últimos dos o tres años, hemos aprendido que es necesario poner la mirada, aunque sea cada tanto, en sellos que trabajan desde provincias más pequeñas.
Esta introducción no ubica directamente en la capital de Chaco, Resistencia, una ciudad con una movida cultural dinámica y con editoriales que elaboran con sumo cuidado propuestas literarias que resultan más que interesantes. Hace unos meses, “Colección Mulita” sorprendió en gran parte del país –y sobre todo en Capital Federal- con “Toda clase de cosas posibles”, un libro de relatos de la porteña Virginia Feinmann. Ahora, con algo de retraso, nos llega la novela “Tata Dios”, de Juan Basterra, que publica la editorial BARENHAUS
“Tata Dios”, un hallazgo para la novelística con base histórica, relata la denominada “Masacre de Tandil”, un hecho sangriento ocurrido el 1º de enero de 1872 en ese poblado (entonces muy pequeño) de las sierras bonaerenses. No adelantaremos la trama, por supuesto. Baste decir que un grupo de gauchos pobres e ignorantes es convencido por un “manosanta”, Gerónimo Solané, de que para lograr la prosperidad de los habitantes de la región Dios quiere que ejecuten a todos los extranjeros. En un in crescendo que recuerda a “Crónica de una muerte anunciada”, el platense Basterra relata paso a paso cómo se concretó la matanza a sangre fría de 36 gringos, entre ellos mujeres y niños.
“Tata Dios” parte de una reconstrucción histórica específica: documentos, libros de historia y la memoria de los habitantes de Tandil. No obstante, como el autor sabe que la memoria es siempre falible, sobre todo 140 años después del suceso, trabaja esos huecos desde la ficción. He aquí uno de los logros del libro: hace literatura pura.
El segundo de sus logros es precisar el contexto en el que se produce la masacre: barrido el rosismo por los federales de la Confederación y los unitarios, los gauchos –antecedente directo de los “cabecita negra” de ayer y los desposeídos de hoy– quedaron a la deriva, sin el padre protector y sin “palenque ande rascarse”, como escribiría José Hernández en esa misma época. A partir de ese encadenamiento, no es difícil suponer que las rebeliones provinciales, bajo la divisa rojo punzó, se sucedieran contra el poder central que encarnaba la sucesión liberal Bartolomé Mitre-Domingo Sarmiento.
Otro de los puntos altos del relato, en nuestra opinión, es la edificación del héroe. Si bien estamos en presencia de un héroe maldito, “un pequeño Robespierre”, Gerónimo Solané es elaborado desde los detalles biográficos: conseguimos espiar ahí cómo se conforma su resentimiento contra los extranjeros y por qué se jura alguna vez matar a “todos los gringos” que “se llevan las riquezas” del país. También averiguamos que su padre, un médico francés, fue uno de los derrotados de la Batalla de Pavón, artífice de la Constitución liberal y del poder central omnívoro de Buenos Aires.
El in crescendo que mencionamos tiene un arista cumbre: llegado el momento en que se resuelve la matanza, Solané -que tiene algo de adivino, manosanta, médico naturista y chanta- invoca la voluntad de Dios: “Las piedras de todo Tandil caerán sobre sus gentes y ríos de sangre inundarán sus calles”. Este es el impulso motor de los gauchos que participan en la masacre. En contraste, Solané no interviene y luego dice no conocer a los asesinos.
Basterra fabrica a ese líder con una mezcla justa que proviene de los vaticinios de la sabiduría y los prejuicios de la ignorancia. La conjura contra los extranjeros tiene algo de superstición campera: los extranjeros, creen los gauchos, son todos “masones y anticristianos” como Sarmiento, el símbolo de su odio. Además, viven con el recuerdo del relato anterior: Juan Manuel Rosas y la Santa Confederación. En esta entente para la muerte, hay otra reconstrucción muy interesante, la del lugarteniente de Solané y ejecutor de la masacre Jacinto Pérez, el adivino, el que hace de lenguaraz de Tata Dios.
Podríamos decir que “Tata Dios” es un libro inusual por la originalidad temática y por el tratamiento que le da Basterra: una narración coral que nos evoca que el país fue fundado entre los odios ancestrales de intereses opuestos y desarrollado sobre la sangre de sus pobladores. Ya sea cuando los facones federales degollaban, ya sea cuando los unitarios utilizaron como carne de cañón, en los fortines de frontera, a los gauchos. En la novela resuena, aunque no esté explícita, aquella sentencia del entonces Presidente de la Nación de que no hay que escatimar la sangre del gaucho.
En síntesis, Basterra elabora una novela hiperrealista, muy bien escrita y minuciosa, en un contexto de mucha actualidad: la dicotomía civilización o barbarie; los deseos mesiánicos de algunos argentinos por profundizar lo que se ha denominado “la grieta”, un síndrome que afecta la historia argentina desde su día cero.
J. L. C.
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