viernes, 16 de noviembre de 2018

HISTORIA DE LA HIGIENE

Un paseo por la historia de los seres humanos y la higiene de su traseroResultado de imagen para historia del inodoro
El imaginario colectivo no ahorra en relatos épicos en descripciones sobre la doma del fuego, la creación de herramientas o el nacimiento del arte; pero menos impresionante resulta la primera vez que un ser humano se limpió sus partes íntimas, pero ese héroe anónimo también existió.
Los inicios no fueron fáciles, es un poco patético entender que como especie llevamos defecando desde el primer día sobre la Tierra, pero la invención del papel higiénico requirió varios miles de años de evolución social y tecnológica.
Existen dos escuelas en lo que a higiene rectal se refiere, moldeadas por factores como el clima, la religión y hasta la dieta. 
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Que el agua caliente fuera un lujo de ricos hasta el siglo pasado hizo que muchas culturas rechazaran la idea de aplicar agua fría por las partes, por lo que la estrategia más habitual durante largo tiempo puede resumirse con "un emplea lo que tengas más cerca o al alcance de la mano".
Los vikingos usaban lana de oveja y que después el bicho se arreglara como pudiera. Los hawaianos empleaban cáscaras de coco, aunque no lo veo muy eficiente. Los esquimales, musgo. En España y Portugal, los marineros empleaban el extremo deshilachado de una cuerda, mientras la nobleza francesa recurría al encaje; pero la lista de utensilios para limpiarse el culo no termina ahí, se emplearon desde mazorcas de maíz, trapos, virutas de madera, helechos, hojas, hierbas, cáscaras, heno, arena… Cualquier cosa era buena cuando la necesidad apremia.
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La creatividad humana tampoco escasea cuando se trata de dejar la zona limpia. Los japoneses usaban una espátula de bambú de unos veinte centímetros de largo y entre diez y veinte milímetros de ancho, herramientas que eran importadas de China recibían diversos nombres cuyo significado más literal es "palo de mierda".
La solución romana, el tersorium, añadía una esponja húmeda con agua o vinagre al extremo del palo en aras de una mayor comodidad. En caso de emergencia, griegos y romanos acudían a los pessoi, pequeños discos de arcilla. Durante años se pensó que estas formaban parte de un juego de estrategia similar al ajedrez, pero, como dice un viejo proverbio griego, "tres piedras son suficientes para limpiarse el culo".
Los esfínteres de toda la humanidad futura tenían puestas sus esperanzas en China, donde desde el siglo II a. C. sabían fabricar papel y nos defraudaron.
El primer uso conocido del papel higiénico data del año 589 D.C., cuando el pudor del escriba Yan Zhitui pasó a la posteridad: "No me atrevo a usar con propósitos de aseo el papel en el que hay citas o comentarios de Los cinco clásicos o los nombres de los sabios". Una forma de limpiarnos el culo con el conocimiento.
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En el siglo IX, un viajero árabe señaló fascinado que los chinos "no se lavan con agua cuando han hecho sus necesidades, sino que solo se restriegan con papel". En Europa no quedaron tan impresionados por la primera mención al papel higiénico que data del siglo XVI.
En una de las novelas de Gargantúa y Pantagruel, el gigante analiza una gran cantidad de métodos de limpiarse el culo y desprecia el papel con una rima que viene a decir que quien lo use "se dejará trocitos ahí". Zanja su análisis asegurando que la manera óptima de hacerlo es usando el cuello de un ganso, pero no lo recomiendo.
En el siglo XVIII, Lord Chesterfield, en sus Cartas a su hijo, recomienda a su vástago que se lleve lectura al retrete para cultivarse mientras cisca, siguiendo el ejemplo de un conocido: "Él compró una edición común de Horacio, de la que gradualmente arranca un par de páginas, se las lleva a tan necesario lugar, las lee primero y luego las manda abajo como sacrificio a Cloacina [diosa romana del alcantarillado]. Esto es tiempo ganado y te recomiendo que sigas su ejemplo". 
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Al estadista británico le hubiera gustado saber que periódicos y guías de teléfono disfrutaron de una segunda vida en el excusado hasta la invención del suave papel higiénico moderno, que llegaría en 1857 de la mano de Joseph Gayetty, a quien acusarían por ello de charlatán.
Mientras tanto, las sociedades islámicas e hindúes habían llegado a la conclusión de que nada limpia mejor que el agua. En las Leyes de Manu, texto sánscrito milenario, un fragmento explica con todo lujo de detalles dónde y cuándo es más propicio defecar y orinar, así como los rituales de purificación subsiguientes, en los que hay que lavarse bien las manos. Según el sabio es de especial importancia no cagar mirando a una vaca. No da más explicaciones.
El bidé. Inventado por los franceses, lo cual explica gran parte de la desconfianza que genera entre los ingleses, esta evolución del orinal fue usada en su origen con fines anticonceptivos. Hoy es común en los cuartos de baño del sur de Europa, Argentina, Uruguay y Japón.
Dime qué comes y te diré cómo te limpias el culo
La forma óptima de eliminar los restos fecales depende de su composición, relacionada con la dieta. Sobre todo, con el consumo de fibra. Los países occidentales consumen poca, lo que se traduce en desechos pequeños, secos y con baja periodicidad.
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En Asia, África y ciertas partes de Europa, ingieren más fibra, lo que implica heces de mayor volumen, menos secas y más frecuentes. Según esta teoría, el papel higiénico sería más que suficiente para los occidentales, mientras que los países asiáticos deberían recurrir al agua para quedar satisfechos. Curiosamente, el bidé es habitual en los países de la llamada dieta mediterránea, una coincidencia que los investigadores deberían estudiar cuanto antes.
Ambos sistemas tienen sus ventajas e inconvenientes. El uso de papel resulta menos efectivo, hasta el punto de que hay quien prefiere ducharse después de desfragmentar el disco duro. Tampoco es lo más indicado para pieles sensibles. El agua carece de estos problemas, pero puede causar fístulas anales si se usa a presión y alterar la microbiota vaginal.
Pero el mayor peligro del papel higiénico está en su impacto ambiental, que es considerable cuando hablamos de más de siete mil millones de culos que limpiar.
La industria papelera es muy contaminante y casi nadie quiere restregarse por ciertas partes papel reciclado, tan ecológico como rugoso.
Las toallitas húmedas, que combinan las ventajas de ambos métodos, se han popularizado hasta el punto de convertirse en un problema ecológico, por su baja biodegradabilidad contribuye a aumentar los niveles de microplásticos en los océanos, una amenaza creciente para los animales marinos y para los seres humanos amantes del pescado.
Mientras tanto, el bidé se encuentra en peligro de extinción en algunos países debido a la falta de espacio y la crisis económica que no ha ayudado a que las nuevas generaciones vean el uso del bidé como una necesidad histórica e incluso higiénica. 
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El editor de la web metaefficient.com, Justin Thomas, asegura que los culos de las americanas necesitan al año 36 mil millones de rollos de papel higiénico, lo que implica usar unos 15 millones de árboles y 800 millones de metros cúbicos de agua, sin olvidar todo el cloro y la electricidad que requiere el proceso.
Estos nuevos creyentes dicen que la cantidad de agua necesaria para limpiarse sin papel higiénico es muy inferior a la que se emplea para su fabricación, lo que reduciría el impacto sobre el medio ambiente.
Como último recurso apelan al lado más cochino del ser humano: una encuesta realizada por Gallup en 2015 mostró que casi un 40 % de los europeos admite no lavarse las manos después de ir al baño, en consecuencia aunque el bidé no salve los bosques, al menos obligaría a algunos a abrir el grifo del agua para lavarse.

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