martes, 15 de enero de 2019
LOS CUADERNOS DE FEDERICO
“Sifilización y barbarie”, por Federico Andahazi
Arrancamos el año con una noticia aberrante: una chiquita de 14 años fue abusada en un camping de Miramar por cinco hombres, por llamarlos de alguna manera, cinco delincuentes que espero no tengan la suerte de encontrar algún juez de la línea zaffaroniana que invente algún artilugio legal para dejarlos libres o con una pena menor.
Cambia el año pero hay temas dolorosos que se repiten. La semana pasada viajamos más de quinientos años en el tiempo para comprobar que el abuso hacia la mujer en el continente americano y en nuestro país es literalmente fundacional.
Tanto que para los conquistadores fue una política de Estado: Apoderarse de los harenes de los jefes tribales después de asesinarlos y la violación sistemática de nativas como política de mestizaje para lograr la propagación de la sangre española y portuguesa.
Pero en la sangre de los conquistadores no sólo venía ADN ibérico, veamos qué más. En España el enemigo era el moro; la expulsión de los musulmanes de la Península se hizo en nombre de los Sagrados Evangelios. Los Reyes Católicos combatieron con denuedo a las huestes de Mahoma y la doctrina del Corán. De hecho, el descubrimiento de América fue un accidente en la búsqueda de una ruta que sorteara el bloqueo que los moros para impedir el comercio con Oriente.
He aquí la paradoja: mientras que la Conquista se justificaba por el afán de evangelizar, en el nombre de Cristo terminaron siguiendo el ejemplo de Mahoma: en España todavía se respiraba un aire medieval, mientras los españoles de América disfrutaban de harenes dignos de un marajá de Persia. Que a las nuevas tierras descubiertas se las llamara “el Paraíso de Mahoma” era un verdadero símbolo.
Los españoles vinieron a deponer los falsos ídolos, pero sustituyeron las imágenes de los dioses aborígenes por la iconografía católica y, por las dudas, saquearon los templos. Vinieron a imponer la unión marital según lo que mandaba Dios y terminaron construyendo harenes y viviendo en la promiscuidad con decenas de mujeres. Vinieron a traer la civilización y, en cambio, lo que consiguieron fue la «sifilización».
La sífilis fue una de las más antiguas armas bacteriológicas. En América no existía la sífilis hasta la llegada de los españoles. Un estudio llevado a cabo por Hudson determinó que el germen se originó tres mil años a. C. en África y se propagó con el tráfico de esclavos desde el centro del continente hacia Egipto.
Los crecientes viajes comerciales a través del Mar Rojo y el Golfo Pérsico hicieron que se extendiera hacia el Oriente Medio y, mucho tiempo después, que pasara a Europa. Las cruzadas fueron determinantes en la transmisión del treponema y su radicación definitiva en Europa Central.
Pero la puerta de entrada de la sífilis en la Península Ibérica fue el estrecho de Gibraltar a partir del siglo XII, con los barcos negreros españoles y portugueses que transitaban la ruta atlántica hacia el África.
En el siglo XVII aparecieron en distintos puntos de Europa casos más o menos aislados de la enfermedad. Existen indicios coincidentes de que el mal se propagó en Francia, Grecia, Irlanda y Escocia. Hudson, mucho tiempo después, constató que todos estos casos respondían a la misma enfermedad, que en cada región se la conocía con diversos nombres y se le atribuían distintas causas.
Spirocolon, scurvy, sibbens, yaws, pian, fueron los nombres que recibió el treponema a lo largo de la historia en los diferentes países que asoló. El mayor o menor impacto de la enfermedad dependió de las condiciones sociales, económicas y culturales de cada pueblo. Hay constancia de que, con la invención del jabón en el siglo XIV, los diversos treponemas mutaron para subsistir a las nuevas costumbres.
Puede demostrarse cómo un cambio cultural produjo una alteración biológica, determinando luego una mutación social. Antiguamente la sífilis, o como se denominara en cada región, no era una enfermedad de trasmisión sexual; el contagio se producía por simple contacto y eran los niños quienes estaban más expuestos a contraer el mal.
Con la aparición de los nuevos hábitos higiénicos, la bacteria se desplazó hacia la zona genital, más húmeda y protegida que otras partes del cuerpo, y así el contagio comenzó a darse por vía del contacto sexual. Este desplazamiento y mutación hizo que la cepa se hiciera más fuerte, contagiosa y dañina.
Fue en este punto cuando la enfermedad se transformó en epidemia. Así las cosas, a bordo de los barcos españoles que viajaban hacia América, entre los cañones, arcabuces y espadas, traían en su arsenal varias armas aún más letales: la sífilis, la viruela y otros gérmenes infecciosos. ¿Cuán letales fueron estas armas biológicas? No lo podrías creer, mañana te lo cuento.
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