jueves, 20 de junio de 2019
HABÍA UNA VEZ...,
Entregada al arte de los sueños, o cómo dominar cada técnica de cocción
Hace muchos años le escribí esta carta a una mujer que amé para inspirarla en la cocción de pescados, durante el embarazo de su primer hijo, en las playas de Brasil. Me emocionó mucho saber que estaba enamorada de otro hombre, y este fue mi homenaje a su nueva vida.
Rige al cocinar el pez: la limpieza, la cocción corta, el respeto a su condición fresca, las pequeñas marinadas de hierbas, la ausencia de las salsas, la presencia de la papa andina, el eneldo, el perejil, el ajillo, el estragón, el tomillo, el orégano, el romero y la mejorana.
La pimienta gruesa, el aceite de oliva, el plato caliente, la sorpresa, la personalidad, la alegría y la tristeza, la verde ensalada, el silencio y tú.
Tus manos le darán: la ausencia de espinas, grasa y escamas, la más suave de las caricias, el último recuerdo del sol y del mar, el corte exacto respetando su forma y sus vetas. Siempre que puedas, acércate y espía a quien lo va a comer, ya que verás en sus rostros el tilde de tus manos y tus besos.
En este verano de preñez serás sazón de pescados y bestias marinas. Tan bella serás que tu solo aliento perfumará las blancas carnes del mar. Así, al tomar en tus manos los preciados filetes oceánicos, recordarás que ellos, como tú, son regidos por el sol y el deseo, y por tanto, al haber perdido ellos la vida, el cariño del astro y sus prolongados sueños de agua y sal, los llevarás a la crujiente sartén o al amable vapor del bambú, devolviéndoles la razón con pulso firme, con la exacta medida del tiempo que los cocinará, dejándoles por dentro esa ligera y juvenil mojadez.
Al asarlos y darles sazón, no olvidarás las palabras que tanto amas, recordando todas y cada una de las estrofas que reconoces en tu memoria. Románticas o bestiales poesías que han dado luz a tu mirar, arco a la planta de tus pies y rosada armonía a tus pezones. Serán entonces esas palabras, en diversos idiomas, las alertas custodias de tus bellas carnes marinas ofrecidas en cocción.
También buscarás sazón en el profundo silencio de tu sensualidad, y al cocinar las mentadas delicias de mar pensarás en los recuerdos de tu cuerpo en la gramilla , desnuda y tibia , con tus largas piernas expuestas sosteniendo tu pubis mojado, dispuesto para que el sol y un duende beban de él.
Recuerda que mientras el sol refresca con mar y olas las humanidades en peñascos, morros y playas, tú, entregada al arte de los sueños, cocinarás con enseres y perfumes el tibio rostro del mar. Para ello dominarás, sin temor o precaución, cada técnica de cocción; el ácido limón, el vapor, el caldillo, la plancha, las brasas, el freír, el horno y el saltear.
Sabrás así que la sorpresa del sabor, como en la guerra, ocupará un pequeño instante de la cocción, y quien coma tus cocidos se alimentará de tus fantasías. Deberás entonces lograr con holgada simpleza, al presentar tus sueños en el plato, el cosquilleo de tu gesta en recuerdos de frescor y miel.
No te preocupes por el ritmo. "Será tu vientre, dulce y ensoñado, quien marcará y guiará en tu aliento en un entonado cantar los tiempos a seguir, y así llegará la sal, la pimienta, el oliva, el ajillo y el perejil en sincronizado pasar".
En cuanto al pincel y a los colores que en ti rebalsan, serán motivo también de erosión y alegría. Te imaginarás así el más fino pincel de marta mojado en pálidas acuarelas, coloreando sin descanso lágrimas y sonrisas; beberás de ellas como siempre has bebido de tus eternas y enfrentadas amigas.
He abusado de las palabras y reconozco en estas líneas un pegajoso ungüento. No hay nada más nuestro que los sueños.
F. M.
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