lunes, 16 de marzo de 2020

PROYECTO NATURALEZA,


El silencio es el nuevo lujo
Detrás de la atmosférica, la contaminación auditiva es la segunda causa de enfermedades por motivos medioambientales en la población urbana

Manuel Torino 
Un pianista sube al escenario, se sienta frente a su instrumento y no toca una sola nota durante exactos cuatro minutos y 33 segundos. Es 1952 en Nueva York y un puñado de atónitos espectadores acaba de escuchar por primera vez 4'33'', la mítica pieza de John Cage, el músico de vanguardia estadounidense que compuso el silencio.
Lo que por entonces pareció una broma o una simple provocación, es en realidad una profunda reflexión sobre el sonido. De hecho, algunos críticos la consideran una de las grandes obras de arte del siglo XX.
Setenta años después, la canción de Cage no rankea en las listas más populares de Spotify pero el debate que planteó sobre la importancia del silencio -o de su ausencia- está más vigente que nunca.

Sucede que, mientras nos preocupamos por otros males de época como el calentamiento global, o ahora el coronavirus, el ruido nos está enfermando. Los que vivimos en grandes ciudades estamos expuestos a una peligrosa contaminación sonora que, según las mediciones de la Organización Mundial de la Salud, es la más alta en la historia de la humanidad.

Aunque no nos demos cuenta, el aumento de los decibeles está causando estragos en nuestra calidad de vida: la contaminación auditiva es, solo detrás de la atmosférica, la segunda causa de enfermedades por motivos medioambientales en la población urbana.
El silencio es, sencillamente, vital. Así lo demuestra la ciencia. Al respecto, Paidós acaba de editar en Argentina Por qué dormimos, un libro de esos que cambian vidas. En un revelador recorrido onírico, el neurocientífico y experto en sueño Matthew Walker demuestra cómo descansar bien puede hacernos más inteligentes, más atractivos, más felices, e incluso prevenir el cáncer.

Por supuesto que Buenos Aires no es lugar ideal para el que busca una dosis de silencio. De hecho, la ciudad de la furia tiene el dudoso honor de figurar en el top ten de las más ruidosas, según el Worldwide Hearing Index, un indicador que los expertos en smart cities usan para medir la contaminación acústica en las principales 50 ciudades del mundo.
Los protagonistas del estridente concierto porteño son tantos que se podría formar una orquesta: van desde la vetusta red de colectivos, pasando por los ladridos de los perros -la mitad de los hogares tiene mascota- y las chicharras de los garajes de los edificios -otra excentricidad local- hasta las obras de construcción, los motores de los aires acondicionados, la proliferación de bares y boliches. y la lista sigue.

Puede sonar raro, pero el ruido en Buenos Aires está regulado por ley. Sin embargo, los niveles de presión sonora aceptables están lejos de cumplirse. Una parte importante de la ciudad registra sonidos en torno a los 80 decibeles, por encima de lo que los expertos consideran saludable.

Estos datos surgen del propio gobierno porteño, quien, con vistas a mitigarlo, lanzó un novedoso mapa del ruido de la ciudad. Se trata de una herramienta interactiva que muestra, calle por calle, el nivel de contaminación auditiva. "Es un trabajo minucioso, con resultados técnicamente sólidos, que permite tomar decisiones para reducir los actuales valores de ruido", sostienen desde la Secretaría de Ambiente de la Ciudad. ¿Qué medidas acústicas ya se llevaron a cabo? Por ejemplo, la pavimentación de avenidas adoquinadas, que -aunque le pese a los nostálgicos- reduce sensiblemente los decibeles. O la instalación de paneles fonoabsorbentes en las paredes de algunos túneles. Y, por supuesto, el plan Prioridad Peatón, que sacó los autos y devolvió algo de sosiego a varias zonas de la ciudad.
Oasis urbanos

Es una cuestión de perspectivas: depende cómo se lo mire, o cómo se lo escuche, este mapa del ruido puede convertirse en el mapa del silencio. Como si fuera un tesoro, cada vez más personas con hábitos sustentables buscan los pocos oasis urbanos de tranquilidad para descansar del bombardeo sensorial al que nos somete la vida citadina.
En medio del ruido cotidiano, el silencio se convirtió en un nuevo lujo. El placer de la desconexión es un bien tan escaso que se ha desarrollado un marketing del silencio. Desde autos insonorizados y auriculares noise cancelling, hasta lounges de aeropuertos y hoteles boutique que venden al silencio como parte esencial de la experiencia, todos compiten por la ausencia del ruido. Por su parte, muchos viajeros empiezan a elegir destinos turísticos más recónditos, como los países nórdicos o los polos. Escuchar el silencio absoluto puede ser tan impresionante como ver una aurora boreal.
Vincularnos con el medio ambiente es un refugio contra la adicción a las pantallas
Claro que no hay que irse tan lejos ni invertir demasiado para encontrar algo de tranquilidad acústica. Es cuestión de alejarse unos kilómetros de la ciudad y, con la ocasional interrupción de algún pájaro o del viento, la naturaleza ofrece un antídoto ideal contra la contaminación sonora. Solo hay que desconectarse y esperar hasta escucharlo. Como dijo alguna vez Miles Davis, contemporáneo de John Cage: "El silencio es el ruido más fuerte"

El autor es periodista especializado en sustentabilidad y fundador de www.Aconcagua.lat

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