lunes, 14 de septiembre de 2020

MANUSCRITOS


Krygier y Johansen, trabajadores esenciales

Ahora estoy bailando en primera fila, tomando una cerveza, bailando como un mono”, escribe desde Los Angeles, California, Grant Dull. “¡Ey, Grant! ¡Me tiraste cerveza en la camisa!”, le respondo con un guiño. “Pero no importa, ¡Yo también estoy bailando como un mono!”. El diálogo, real, ocurrió el viernes pasado, alrededor de la medianoche. Axel Krygier estaba transmitiendo desde su casa por instagram live y yo me enganché al final. La escena, tan real como onírica, podría haber ocurrido antes de la pandemia, si caminando por Palermo, Colegiales o San Telmo, me hubiera topado con un concierto de Axel y la sala, pequeña, estuviera repleta de amigas y amigos.

Entre otros, estaban por allí Nani, de Los Años Luz (el sello que editó todos los discos de Axel) y el cineasta Ignacio Masllorens. La melodía que estaba tocando Axel al piano era alegre, y sin dudas me hubiera ido a saludar a Grant y a bailar en primera fila. Algo que hicimos varias veces, incluso en Río de Janeiro, cuando compartimos la primera edición carioca de Midem, una feria de música global. Grant nació en Estados Unidos, pero vivió en Buenos Aires más de una década y fundó las fiestas Zizek, que derivaron en un colectivo de folclore electrónico que es, para mí, uno de los fenómenos culturales más importantes del nuevo milenio.
Axel formó parte de ese colectivo, pero yo lo conocí bastante antes. Lo entrevisté por primera vez hace más de dos décadas, para la revista La García. Tenía una carrera extensa (había tocado con Soda Stereo y La Porturaria), y acababa de lanzar su primer disco como solista, ¡Échale semilla!. Cuando llegué a su casa, estaba escuchando a Vince Guaraldi, un pianista de jazz que compuso la banda sonora de los dibujitos animados de Snoopy. Me cayó bien. Me había encantado su disco: era elegante y tropical, melancólico y avant-garde, en sintonía con el revival de la música lounge. Además, incluía una canción (“Silbad el calypso”) que había musicalizado un comercial de cerveza Quilmes. Lo escuché en vivo muchas veces: la primera, en el festival Espíritu Vivo 2000, en la cancha de Excursionistas, donde unos hare krishnas hicieron un trencito. En la sala Apolo de Barcelona, en 2009, cuando tocó en el aniversario de Radio Gladys Palmera. En el Teatro Nacional Cervantes, cuando hizo la música de El Hombre que perdió su sombra. Y en Guadalajara, donde por problemas técnicos no pudo hacer su set habitual e improvisó algo maravilloso. Al día siguiente, tuvimos una charla profunda, que empezó en el desayuno y se extendió por buena parte de la jornada.
En 1988, la Rock & Pop emitió un reportaje inédito a Luca Prodan, donde el líder de Sumo, que había fallecido un año antes, elogiaba a Axel. “Hay un tipo acá que no es conocido para nada. Se llama Axel, toca el saxofono (sic) con Instrucción Cívica, pero en su casa hace cosas con teclados y batería electrónica. Son cosas con humor, y muy buenas. Ese tipo, seguro que va a llegar a ser más famoso. Me parece que nunca tocó en vivo, pero estuve en un programa de radio donde estaba él y pasó unos demos que me parecieron buenísimos. Y, encima, es un súper buen tipo. Que, para mí, es más importante que la música que hace”.
Instrucción Cívica era la banda en la que empezó su carrera Axel, a mediados de los 80, junto a Kevin Johnansen, Julián Benjamín, Daniel Krause y Alejandro Terán, entre otros. Su hit fue “Obediencia debida” y llegaron a tocar en estadios en Perú. Luego, a comienzos de los 90, Kevin se fue a vivir a Nueva York y cuando volvió a Buenos Aires, a principios de los 2000, Axel hizo el puente con Los Años Luz, el sello con el que editó su primer disco como solista: The Nada.
“Axel hace cosas buenísimas”, dijo Luca Prodan. “Y encima es un súper buen tipo.”
Por esos años, lo entrevisté a Kevin por primera vez, en su casa, y a modo de souvenir me regaló la partitura (Editorial Musical Korn Intersong, primera edición, 1986) de “Obediencia debida” y “País 
de Cadáveres”, dos canciones del opus debut del grupo. “Al Amigo Humphrey, gracias por el apoyo y este documento para tus archivos”, escribió Kevin, en prolija cursiva, a modo de dedicatoria.
A partir de una serie de conciertos por streaming que hizo en La Tangente, Kevin me mandó un texto sobre la experiencia de tocar en esas condiciones: “Estaba un tanto descreído o desconfiado de poder encontrarle la magia a tocar en un local vacío. Para mi sorpresa, al ir leyendo algo tan simple como los mensajes y los corazones, emojis, etc, me di cuenta que todos queremos, ansiamos conectar. Tanto arte y tantos artistas poniendo lo que no tienen (o si y mucho) para intentar compartir ese momento mágico de sentir vibrar a otro. Ese es nuestro trabajo esencial. La razón de nuestra existencia.”
Con una ambiciosa producción, como la de Kevin, o sentado al piano como un entertainer de hace un siglo y transmitiendo por celular, como Axel, la música nos conecta y hace magia.

H. I. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.