Relato inmersivo sobre la guerra
M. S.
(Estados Unidos/2019). dirección y guion: Matthew Michael Carnahan. fotografía: Mauro Fiore. música: Henry Jackman. edición: Alex Rodriguez. elenco: Suhail Dabbach, Adam Bessa, Mohimen Mahbuba, Ishaq Elias, Waleed Elgadi. duración: 86 minutos. disponible en: Netflix.
Mosul es tal vez la expresión más poderosa de esa búsqueda obsesiva de realismo que parece haber marcado a fuego a cierto modelo de producción cinematográfica estadounidense alrededor de las guerras reales que se libran en algunos de los puntos más conflictivos del planeta. Sin evitar en este caso algunas referencias críticas muy precisas al accionar terrorista y sangriento de la organización Estado Islámico, queda claro desde el vamos que esta película prefiere evitar en la medida de lo posible todos los calificativos y concentrarse en la acción.
La acción transcurre en la devastada Mosul, una de las ciudades más importantes del antiguo Irak. En medio de los escombros se mueve un escuadrón de élite, una versión local de Swat. A ese grupo se incorpora un policía local llamado Kawa, rescatado por el escuadrón luego de un tiroteo.
Con la cámara muy cerca de cada protagonista y la idea de hacerle sentir al espectador el impacto cercano de cada acción, cada impacto, cada estallido y cada maniobra casi suicida, el grupo atraviesa esa destrozada escenografía dispuesto a cumplir una misión que nunca queda clara. Más que un hilo conductor que nos llevará a un desenlace más o menos comprensible, la película apunta a lograr la experiencia más inmersiva posible del espectador en una situación de peligro constante en medio de una operación bélica.
Esa búsqueda de realismo aparece bien lograda y la película alcanza ciertamente una carnadura que la aleja de su previsible origen, muy cercano al modelo clásico del videojuego de guerra. Pero la falta de precisiones en relación con el destino de la misión del grupo transforma la trama por momentos en una sucesión de escenas ininteligibles, en las que se repite varias veces el mismo planteo: el grupo avanza y llega hasta un objetivo, encuentra resistencia, se producen los enfrentamientos y el camino prosigue luego del registro de daños.
El aporte en la producción de los hermanos Anthony y Joe Russo conecta esta producción con la intensidad de otras obras recientes del mismo cuño (Misión de rescate, sin ir más lejos) y hay un mérito indiscutible en la convocatoria a un elenco íntegramente compuesto por actores nacidos en Medio Oriente, en el que se destaca el iraquí Suhail Dabbach. Pero a pesar de ese matiz, el director Matthew Carnahan (en su ópera prima) no puede evitar por momentos la caída en algunos de los clisés del género más usados en Hollywood.
El choque cultural, en una digna adaptación
El baile
D. B.
(The prom, estados unidos/2020). dirección: Ryan Murphy. guion: Bob Martin y Chad Beguelin. fotografía: Matthew Libatique. edición: Peggy Tachdjian y Danielle Wang. música: Matthew Sklar, Chad Beguelin y David Klotz. elenco: Meryl Streep, James Corden, Jo Ellen Pellman, Nicole Kidman, Keegan-michael Key, Andrew Rannells, arianadebose, kerrywashington, Tracey Ullman y Mary Kay Place. duración: 131 minutos. disponible en: Netflix.
“Somos progresistas de Broadway”, dicen Dee Dee Allen (Meryl Streep), Barry Glickman (James Corden), Angie Dickinson (Nicole Kidman) y Trent Oliver (Andrew Rannells) cuando irrumpen y se presentan en un acto de un colegio de Indiana dirigido por la rígida señora Greene (Kerry Washington).
Dee Dee y Barry son, en verdad, dos insufribles y egocéntricos intérpretes cuyas carreras vienen en picada. Su musical sobre Eleanor y Franklin Roosevelt acaba de ser levantado en el mismo día del estreno tras recibir críticas devastadoras, pero –un poco por convicción y otro tanto por conveniencia– creen que pueden reivindicarse a partir de un escándalo que se viraliza en Twitter: a Emma (Jo Ellen Pellman) le prohíben concurrir al baile de graduación con su novia Alyssa Greene (Ariana Debose). Emma además, es la hija de la directora Greene.
“Seremos lo más importante que sucedió en Indiana”, aseguran los protagonistas cuando parten en su cruzada por la tolerancia. Lo que sigue es una comedia de enredos marcada por las contradicciones (la grieta) entre estos artistas de la moderna e inclusiva Nueva York y los representantes más conservadores de la Nortemérica profunda, esa que votó y sigue votando por Donald Trump.
Basado en el musical homónimo de Broadway, El baile tiene el histrionismo, la estética de colores saltones (es muy buena la fotografía de Matthew Libatique), el gusto por lo kitsch, el desparpajo y ese bienvenido espíritu autoparódico que conforman el sello del director Ryan Murphy (el creador de Glee, Ratched y American Horror Story es también originario de Indiana).
Más allá de un tono por momentos ampuloso, de su espíritu aleccionador (pero en el fondo también conciliador), de sus coreografías y del despliegue de las estrellas que inundan el elenco (se destacan en especial Streep, Rannells y Keegan-michael Key), El baile surge como un producto construido con indudable profesionalismo. No será una comedia brillante, una historia demasiado sorprendente ni un musical deslumbrante, pero tiene un poco de todo lo que se necesita (buenas canciones, glamour, despliegue estético, carisma actoral) como para convertirse en un más que digno entretenimiento de fin de año.
Una buena historia con las mejores intenciones
El secreto: Atrévete A soñar
P. V. P.
(The secret: dare to dream, ee.uu/2019). dirección: Andy Tennant. guion: Andy Tennant, Bekah Brunstetter, Rick Parks (basado en la novela de Rhonda Byrne). fotografía: Andrew Dunn. edición : Troy Takaki. elenco: Katie Holmes, joshlucas. duración: 107minutos. disponible en: Netflix
2020 resultó ser el año ideal para estreno de películas capaces de contrarrestar el agobio de la pandemia y el confinamiento. Historias que funcionen como antídoto a ese progresivo agotamiento mental, a las tensiones del encierro y la angustia silenciada. Y El secreto: Atrévete a soñar, con ese título tan prometedor, es la opción perfecta para la evasión sin culpa.
Si bien la historia está basada en el exitoso libro de autoayuda de Rhonda Byrne –en su momento promocionado con ahínco en el programa de Oprah Winfrey–, la película es algo más que el decálogo convencional del pensamiento positivo. Es cierto que las frases iniciales sobre las “dos formas de enfrentarse al mundo” pronunciadas por un engolado narrador sobre las imágenes etéreas de la galaxia son un poco preocupantes, y que algunos de los diálogos del personaje de Josh Lucas nos llevan a mirarlo de reojo con cierta desconfianza.
Pero la película logra salir de ese pantano de frases hechas y declaraciones edulcoradas.
El mérito es de Andy Tennant, director que ha mostrado interés por la comedia romántica, que ha dirigido películas honestas como No me olvides o Por siempre Cenicienta –ambas apoyadas en el carisma de sus protagonistas, Reese Witherspoon y Drew Barrymore–, que ha conseguido afirmarse en sus historias convencionales sin renegar de ellas.
Aquí la historia es la de Miranda Wells (Katie Holmes), viuda y madre de tres hijos que enfrenta tormentas climáticas y emocionales. Asediada por las deudas y el progresivo deterioro de su casa, se afirma en un pesimismo que parece dejarla sin respiro. Las muelas cariadas, las goteras en el techo, las demandas de sus hijos, todo parece agobiarla en la víspera del arribo de un huracán que promete arrasar con toda Nueva Orleáns. Pero nada está perdido: como un enviado del cielo, llega a su vida Bray (Josh Lucas), un ingeniero portador de misteriosas noticias que finalmente trae mucho más de lo que promete. Tennant es capaz de convertir los diálogos teñidos de máximas de esperanza en conversaciones reales y a ese romance de manual en un encuentro que humaniza ciertas pretensiones de tarjeta postal.
No hay nada nuevo en El secreto: Atrévete a soñar, con ese paisaje sureño como perfecto telón de fondo y conflictos que nunca amenazan el mundo construido, pero detrás de ese mensaje positivo de segundas oportunidades hay un interés verdadero por la historia, por las emociones genuinas que allí se ponen en juego, algo que resulta extraño en estos tiempos de cinismo y desencanto.
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