La máquina de humo del Gobierno se rompió
Luis Majul
La máquina de humo del Gobierno se rompió. Las cortinas de humo que intentó fabricar para tapar la pésima gestión de la pandemia y de la economía y el brutal ajuste que se vio obligado a implementar ya no funcionan. Los resultados están a la vista. No se pueden ocultar. Y parecen desastrosos. Como diría Máximo Kirchner, con su lenguaje maniqueísta, de barricada, se están llevando puesto al Gobierno y al país en menos de un año de gestión. Y ni siquiera les funcionó el truco de una despedida interminable a Maradona, el ídolo de todos, que quisieron acaparar para una facción del oficialismo. Peor: se les colaron sus amigos de la barra brava en la Casa Rosada, quisieron echarle la culpa al gobierno de la ciudad, les salió el tiro por la culata y ahora manotean sin éxito la posibilidad de instalar, en el imaginario colectivo, la idea de que todo el ambiente del rugby desprecia a los negros, por unos cuantos tuits escritos hace varios años, como si esa fuera la verdadera agenda a discutir.
Si solo fuera un problema de prestidigitación política, si solo se tratara del fracaso de cada truco, no implicaría mayores consecuencias. El problema es que en el camino van dejando un país inviable. Y lo que cranean, para el futuro inmediato, no es, por ejemplo, seguir el camino de un país normal, como Uruguay o Paraguay. Ni siquiera el de Bolivia. El modelo es la Venezuela de Maduro con una Caracas pobre y sometida al poder central, que es lo que intentan hacer con Rodríguez Larreta y la ciudad de Buenos Aires
Pero si solo fuera un problema de prestidigitación política, si solo se tratara del fracaso de cada truco, no implicaría mayores consecuencias. El problema es que en el camino van dejando un país inviable. Y lo que cranean, para el futuro inmediato, no es, por ejemplo, seguir el camino de un país normal, como Uruguay o Paraguay. Ni siquiera el de Bolivia. El modelo es la Venezuela de Maduro con una Caracas pobre y sometida al poder central, que es lo que intentan hacer con Rodríguez Larreta y la ciudad de Buenos Aires. A propósito: si el jefe de gobierno de la ciudad sigue con su estrategia de no responder con energía a los brutales ataques de Cristina y Máximo; si cree que va a llegar a presidente con solo aguantar los golpes, cuando se quiera acordar lo habrán esmerilado tanto que su capital político apenas le alcanzará para terminar el mandato en la Ciudad.
Sebastián Dufour
Nadie habla de comerse al caníbal. Sí, por ejemplo, de plantarse hasta que la Corte se expida sobre la cuestión de fondo. No solo le serviría a Rodríguez Larreta para poner el artero ataque de Cristina en el nivel de relevancia que debe tener. También le permitiría ganar tiempo para rediseñar el presupuesto sin castigar todavía más los bolsillos de los porteños. En el fondo, la pelea por el poder, para el año que viene y mirando hacia 2023, no es más que una cuestión de tiempo. A quienes analizan, equivocadamente, que Néstor y Cristina trataron de hacer lo mismo contra Macri y les salió mal, habría que recordarles que al Frente de Todos le quedan tres años de mandato y que volvieron peores: ya ni siquiera disimulan los crímenes políticos que van a perpetrar.
Es que la vicepresidenta y su hijo tampoco tienen tiempo. El reloj de los juicios por corrupción no se detiene. Y el deterioro de la economía tampoco. La carta de Cristina en la que intentó despegarse de la administración de que forma parte, porque temió que el dólar superara los 200 pesos, debería servir a Juntos por el Cambio para entender cómo funciona la cabeza de la expresidenta. Si no tuvo empacho en ejecutar semejante zancadilla contra el jefe del Estado de la coalición que ella misma integra, ¿cuál sería el límite para evitar que el principal candidato de la oposición le pueda ganar a su hijo, o a su heredero político, Kicillof?
¿Un ejemplo? El plan de demolición contra Elisa Carrió fue exitoso. Siendo una de las dirigentes más honestas y lúcidas de la Argentina, carga, todavía, con una alta imagen negativa, como producto, entre otras cosas, de la defensa solitaria que tuvo que hacer, ella misma, de su buen nombre y honor. El plan de demolición contra Macri en la gestión también funcionó. Es cierto: no pudieron evitar que llegara a la presidencia. Pero le quitaron legitimidad desde el minuto uno, cuando Cristina se negó a entregarle los atributos del mando. Y la oposición que ejercieron no fue pacífica ni democrática. Fue destituyente y apuntaba a que Macri se fuera en helicóptero, igual que De la Rúa. A propósito de Macri, De la Rúa y Rodríguez Larreta, hace horas, el más maniqueísta y rencoroso de todos los Kirchner, el diputado Máximo, los puso en un mismo plano, extrapolando mitos de la política con su mirada ultrasesgada sobre la historia reciente. Pretendiendo ser irónico, pero con un rictus de odio, equiparó la maldición que impediría a los gobernadores de la provincia de Buenos Aires transformarse en presidentes con la "bendición" que llevaría a los jefes de gobierno a poder concretarlo. Fue allí cuando "igualó" a De la Rúa y Macri con el actual mandatario.
El del hijo de Cristina es un caso digno de ser analizado con detenimiento. Para empezar, hace tiempo que dejó de ser un adolescente para convertirse en un dirigente mañoso y astuto, tan o más vengativo que su madre. Para seguir, posee una mezcla del mismo resentimiento que les sirvió de motor tanto a Néstor como a Cristina para acumular más poder. Así, pretende demostrar a sus adversarios que la meritocracia no es el único camino para llegar al poder. Que no importa no haber terminado la Facultad de Periodismo ni la carrera de Derecho para llegar al lugar donde está. Que los votos de Cristina, todavía, son más que suficientes para desplegar su estrategia hegemónica. Que se puede entrar como diputado nacional la primera vez si se presenta como candidato por Santa Cruz, donde el apellido pesa, y mucho. Que puede ser reelegido, la segunda, como candidato de la provincia de Buenos Aires, porque se presenta en el quinto lugar de la lista y no en el primero, ya que se lo considera un piantavotos.
Agazapado, protegido por los "medios hegemónicos K", usando la ventajita, como jefe de bancada, de poder hablar para que nadie le responda en último lugar, todavía los argentinos no conocimos al verdadero Máximo Kirchner. La diputada nacional Mariana Zuvic, que lo conoce desde que ambos eran muy pequeños, está segura de que fue él quien ordenó un atentado contra la sucursal de los hipermercados que manejaba su marido, el senador Eduardo Costa. Los periodistas que venimos cubriendo la actualidad desde la época en que Máximo operaba en "la clandestinidad", sabemos que las órdenes para perseguir a los colegas a través de la AFIP, discriminándolos con la distribución de publicidad oficial provenían de él; no solo de su madre. Las cortinas de humo que ocultan al verdadero Máximo deberían ser corridas por el periodismo crítico cuanto antes, para luego no lamentarnos si se le ocurre presentarse como candidato a gobernador o incluso a presidente.
Por lo demás, aunque la pandemia sea propicia para distraer la atención sobre los números de la economía, y la especulación sobre la aplicación de la vacuna le sirva al Gobierno como otra cortina de humo para disimular el ajuste, faltan apenas 10 días para hacer un balance del primer año de gestión. Y las cifras demuestran que el de Alberto y Cristina, hasta ahora, sería el peor gobierno desde la restauración democrática de 1983. Sostenido en los primeros lugares entre los países en muertes debidas al Covid por habitante, el PBI de la Argentina caerá por lo menos 12 puntos, más del doble que los de Brasil y Chile. La pobreza aumentará más de 10 puntos y se acercará a la mitad de la población. El precio del dólar blue se multiplicó por tres desde las PASO del año pasado. Se perdieron casi 4 millones de puestos de trabajo. Si todos los desocupados salieran a buscar ahora mismo empleo, la tasa treparía hasta el 30%. Y eso sin contar la volatilidad del mercado cambiario, el acuerdo del Fondo que no llega y un verano de incertidumbre, que incluye un nuevo ajuste para los jubilados de toda la Argentina. Sin IFE ni ATP ni plata para el asado, el populismo no funciona y corre el peligro de perder el poder. Por eso hay que estar atento a cada nuevo ataque que se proponga.
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