domingo, 18 de abril de 2021

LA PÁGINA DEL LIC. MIGUEL ESPECHE


La vida puede ser bella, incluso en pandemia

Miguel Espeche


Muchos recordarán aquel film de Roberto Benigni llamado “La vida es bella” en el cual se cuenta la historia de un padre que, preso junto a su hijo en un campo de concentración nazi, iba generando para ese hijo un muy especial relato, “embelleciendo” los sucesos para evitar que la desazón y el horror se apoderaran del chiquito.
Existieron controversias acerca de la intención del filme. No faltaron aquellos que manifestaban que el mismo tendía a diluir y hasta negar el espanto de los campos de exterminio, pero esas críticas no impidieron que la película recibiera un Oscar y se transformara en el ejemplo al que se acude cuando aparece una cuestión que nos atañe desde siempre: el valor de la interpretación de los hechos y el dilema acerca de la importancia o no de la “verdad” fáctica, cuando aquel que la recibe no está en condiciones de eludir sus efectos
Mucho se dice acerca del valor del sesgo con el cual vemos la realidad, y cuánto de dicho sesgo genera esa misma realidad. Digamos que hoy, en plena pandemia de Covid, nuestra capacidad de transitar los infortunios mucho tiene que ver con cómo nos contamos la historia.
¿Cuánto de la forma de contar lo que nos pasa influye para bien o para mal en nuestra capacidad de transitar los tiempos duros? La respuesta es simple: mucho. Los mismos hechos, sin ser soslayados, pueden ser relatados de diversas maneras, y es importante saberlo para no sumar, a los infortunios de la pandemia, los de la claudicación o el quebranto anímico.
El problema es que las cosas vienen todas juntas, no separadas. En el filme de Benigni, por ejemplo, junto al horror nazi había una historia de amor de un padre y su hijo. Nadie negaba el espanto, pero se podía elegir también percibir lo que el amor puede hacer en condiciones extremas.
 Lo notable es que algo de esa mirada “mentirosa” generó una capacidad anímica absolutamente real en el chico, que lo ayudó a sobrevivir de una forma que no hubiera sido posible si entraba en pánico. Si no se exagera del recurso, saber señalar aspectos “bellos” de las cosas que pasan, aun en tiempos de “garrón”, hace bien.
 De hecho, no es más realista un relato realizado con tono claudicante, apocalíptico o resentido que otro hecho con tono valiente y plantado. Como suele decirse en estos casos: no es solamente lo que la pandemia nos hace, sino lo que nosotros hacemos en la pandemia. Y cuando decimos “hacemos” no nos referimos solamente a un hacer en términos de hechos, sino que apuntamos a la actitud.
Desde que el ser humano empezó a dibujar en las paredes de las grutas, la realidad apabullante nos influye. Pero desde allí surge la capacidad de ver lo fecundo aun en tierra árida y es ese mundo, tanto como el de los duros hechos, el que marcó desde siempre el destino de las personas y de las comunidades, sobre todo, en épocas de dificultad.


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