¡Tango!: la historia de la primera película parlante que se hizo en la Argentina
A 88 años del estreno del film de Luis Moglia Barth, cómo fue su génesis, quiénes fueron las figuras, el contexto de la industria local y las pasiones por la música popular unida al teatro
Guillermo CourauEl elenco de estrellas era único: Azucena Maizani, Tita Merello, Libertad Lamarque, Pepe Arias y Luis Sandrini, entre otros
Cine y tango. Tango y cine. A comienzos de la década del 30, un combo como este reunía dos pasiones muy cercanas al sentir argentino. Eran parte del ADN de la sociedad y motores de su inquietud artística.
Quizá por eso, y de acuerdo con su director, Luis Moglia Barth, la idea de filmar ¡Tango!, “la primera película sonora en la historia del cine nacional” (algo que en realidad no es del todo cierto), surgió de manera conceptual, o mejor dicho, de casualidad.
Y es que Moglia Barth hacía rato que tenía ganas de probar con la novedad del sonoro, había incluso llegado a rodar un proyecto modesto de cortometraje que se llamó Consejo de tango con la intención de comenzar a desentrañar los misterios del nuevo formato. Según su propia historia, del entusiasmo por la novedosa tecnología surgió la idea de hacer ¡Tango!: “Le mostré Consejo de tango a mi amigo, el productor Ángel Mentasti y le gustó. Al día siguiente estábamos en Cosmos Films, donde él era gerente y yo jefe de publicidad, y preparé un croquis publicitario donde había una pareja, un malevo, motivos de arrabal y la palabra ‘¡Tango!’ cruzando el gráfico. Debajo el reparto: Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Tita Merello y todos los intérpretes con la siguiente leyenda: ‘Con las orquestas de Juan de Dios Filiberto, Fresedo y varias más’. Al mostrárselo a Mentasti le pregunté: ‘Se vende o no se vende’. Él me contestó que sí y yo le respondí ‘Si se vende, entonces la hacemos’”.
En época de pruebas, desafíos e improvisación sobre la marcha, ¡Tango! marcó un camino en el cine nacional, donde aún estaba todo por hacer. Las películas mudas tenían sus reglas, y también sus limitaciones. “El extranjero nos marcó tres etapas en la historia del cine hablado -contaba Luis Sandrini-. El ‘sonoro’ eran solamente ruidos: una cacerola que se caía, el ruido del agua, y el resto seguía siendo mudo. Después vino el ‘sonoro parlante’, que eran los ruidos y la palabra. Y finalmente el ‘parlante’. Por eso es un poco injusto decir que ¡Tango! fue la primera película hablada, (José Agustín) ‘El Negro’ Ferreyra ya había hecho una antes pero no se la tomó muy en serio como película porque era más bien como un ensayo”. El actor se refiere a Muñequita porteña, film de 1931 cuya versión restaurada se presentó en el Bafici en 2017.
Tal vez la contingencia mayor con la que tuvo que lidiar en la década del 30 el nuevo formato no fue técnico, sino humano: los actores.
La pantomima y la declamación no siempre iban de la mano, y a nivel mundial no todas las grandes estrellas del período anterior contaban con una “voz cinematográfica”. La solución fue acudir a los astros y estrellas del teatro, igualmente populares que sus pares pero acostumbrados “al decir”. Continúa Sandrini: “Si bien ¡Tango! no fue la primera película hablada, si se puede decir que la primera realizada totalmente con actores de teatro. En el mundo había actores que podríamos llamar ‘de cine mudo’, pero después cuando vino el parlante hubo que buscar a los actores en el teatro. Esa fue la razón por la que muchos, yo entre ellos, fuimos a hacerla”.
Luis Moglia Barth, quien siempre se adjudicó la idea, contó: “Lo hice un poco obligado porque necesitaba canciones y nombres que fueran de arrastre. Los actores de cine acá prácticamente no existían, solo había dos o tres figuras que siempre eran las mismas pero no tenían ni la facilidad interpretativa ni la rapidez con que se podía trabajar con los de teatro. La grabación de la voz era más difícil que la mera interpretación de una película muda, donde muchas veces la situación se salvaba intercalando un título. El ‘hablado’ exigía que supieran hablar interpretando. Considero que el cine consiguió dar un gran paso en corto lapso gracias a la interpretación de las figuras de teatro”.
Libertad Lamarque recordaba en 1974 cómo fue el proceso de rodaje: “Grabé primero como todavía hoy se graban los discos. Después ponían la grabación y ahí entonces me iba doblando. En ese entonces yo ya me doblaba perfectamente bien, soy bastante ducha en eso, difícilmente me descubran cuando me dobló en cine. En persona nunca cantó con discos, pero en cine forzosamente se graba primero la canción y después se dobla”.
Una marca histórica
Azucena Maizani, Tita Merello, Libertad Lamarque, Pepe Arias, Alberto Gómez, Mercedes Simone, Luis Sandrini. El star system local decía presente para acompañar un acontecimiento de grandes proporciones. Entre canción y canción, ¡Tango! contaba una historia imaginada por Carlos de la Púa que comenzaba con Tita (Merello) una chica humilde con aspiraciones de dejar el arrabal y en busca del hombre perfecto. Así lo cantaba la actriz en su presentación: “Yo quiero un hombre, y no un muñeco de vidriera. Me desespera no ver un taita de mi flor. Pero qué vachaché, paciencia y aguantar, porque si no lo encuentro yo prefiero reventar”.
Tita le decía al hombre que la amaba, Alberto (Alberto Gómez), que su lugar era al lado de Malandra (Juan Sarcione), y partía con él. Así se iniciaba un conflicto mínimo al que se sumaban el resto de los personajes, y del que se sostendría la trama.
Manejar semejante elenco no fue fácil. El director de ¡Tango! recordaba su conflicto con Pepe Arias: “Carecía de disciplina, a las filmaciones venía un día sí y uno no. Ante esa falta de cumplimiento es que yo lo fui haciendo actuar más a Sandrini, que gracias a eso creó un personaje nuevo (que lo acompañaría a lo largo de su carrera). La realidad es que si Pepe Arias hubiera cumplido con sus obligaciones, Sandrini no habría tenido lugar en esa cinta”.
Luis Moglia Barth, quien siempre se adjudicó la idea, contó: “Lo hice un poco obligado porque necesitaba canciones y nombres que fueran de arrastre. Los actores de cine acá prácticamente no existían, solo había dos o tres figuras que siempre eran las mismas pero no tenían ni la facilidad interpretativa ni la rapidez con que se podía trabajar con los de teatro. La grabación de la voz era más difícil que la mera interpretación de una película muda, donde muchas veces la situación se salvaba intercalando un título. El ‘hablado’ exigía que supieran hablar interpretando. Considero que el cine consiguió dar un gran paso en corto lapso gracias a la interpretación de las figuras de teatro”.
Libertad Lamarque recordaba en 1974 cómo fue el proceso de rodaje: “Grabé primero como todavía hoy se graban los discos. Después ponían la grabación y ahí entonces me iba doblando. En ese entonces yo ya me doblaba perfectamente bien, soy bastante ducha en eso, difícilmente me descubran cuando me dobló en cine. En persona nunca cantó con discos, pero en cine forzosamente se graba primero la canción y después se dobla”.
Una marca histórica
Azucena Maizani, Tita Merello, Libertad Lamarque, Pepe Arias, Alberto Gómez, Mercedes Simone, Luis Sandrini. El star system local decía presente para acompañar un acontecimiento de grandes proporciones. Entre canción y canción, ¡Tango! contaba una historia imaginada por Carlos de la Púa que comenzaba con Tita (Merello) una chica humilde con aspiraciones de dejar el arrabal y en busca del hombre perfecto. Así lo cantaba la actriz en su presentación: “Yo quiero un hombre, y no un muñeco de vidriera. Me desespera no ver un taita de mi flor. Pero qué vachaché, paciencia y aguantar, porque si no lo encuentro yo prefiero reventar”.
Tita le decía al hombre que la amaba, Alberto (Alberto Gómez), que su lugar era al lado de Malandra (Juan Sarcione), y partía con él. Así se iniciaba un conflicto mínimo al que se sumaban el resto de los personajes, y del que se sostendría la trama.
Manejar semejante elenco no fue fácil. El director de ¡Tango! recordaba su conflicto con Pepe Arias: “Carecía de disciplina, a las filmaciones venía un día sí y uno no. Ante esa falta de cumplimiento es que yo lo fui haciendo actuar más a Sandrini, que gracias a eso creó un personaje nuevo (que lo acompañaría a lo largo de su carrera). La realidad es que si Pepe Arias hubiera cumplido con sus obligaciones, Sandrini no habría tenido lugar en esa cinta”.
¡Tango! en realidad se estructuraba en base a una sucesión de canciones y estrellas pensada para el disfrute del público, los que ya los habían visto sobre un escenario o, como la gran mayoría, solo los conocía “de oídas” gracias a la radio o a los discos.
Lo que con el diario del lunes parece una apuesta segura, en su momento generó muchas dudas. Por eso tanto Moglia Barth como Mentasti se lanzaron a la búsqueda de inversores, que primero los miraron de reojo y luego aceptaron gracias a un cuidadoso plan diseñado por el realizador: “La desgracia cuando uno tenía que estrenar una película siempre fue que los dueños del cine sabían que uno la había terminado ‘con la lengua afuera’, empeñándose y debiéndole a todo el mundo, entonces se aprovechaban y la compraban por veinte pesos. Había que demostrar que el que tiene la película no necesita de ellos, que si la quieren que paguen lo que vale, y sino que no la pasen. Entonces mi proyecto fue hacer tres películas seguidas, teníamos como para hacer dos, pero con la plata que recaudaran podríamos hacer la tercera”.
La idea fue brillante. En paralelo al estreno de ¡Tango!, el 27 de abril de 1933, los socios mostraron fotos de su siguiente película Dancing (1933), y anunciaron que la tercera se llamaría Riachuelo (1934). Todas enmarcadas por una nueva productora que sería clave en la historia del cine nacional: Argentina Sono Film.
Un punto de inflexión
Los coletazos del estreno de ¡Tango! fueron varios, pero no todos buenos. El investigador y periodista Domingo Di Nubila reveló en el primer tomo de su libro sobre la historia del cine argentino, el lado más oscuro de una película que cambió al cine nacional: “¡Tango! se estrenó cuando ya se filmaba la segunda, Dancing, cuyo resultado fue magro. Pero en la tercera se produjo la mayor pegada: Riachuelo costó menos de 80 mil pesos y le dio a Sono Film más de un millón al año de su estreno, y esto pese a las desfavorables circunstancias comerciales derivadas más bien del azar. Como ¡Tango! tuvo defectos de sonido, Mentasti optó por lanzarla simultáneamente en la mayor cantidad posible de cines con el objeto de captar espectadores antes de que pudiera ser perjudicada por una eventualmente adversa propaganda de boca en boca. Así, forzado por algo ajeno a su voluntad, inició el sistema de explotación simultánea que, según probó la experiencia, perjudicó durante años a las películas argentinas de genuina atracción, porque no daba tiempo a que funcionara una favorable propaganda boca en boca, ni tampoco los apoyos periodísticos en aquella época incipiente de la comunicación masiva”.
Sonido, astros, estrellas, arrabal, música, compositores y espíritu popular. ¡Tango! fue un proyecto mucho más complejo y ambicioso de lo que se creyó en un primer momento. Con deudas pendientes desde lo cinematográfico, pero perfecto conceptualmente en la forma de entender al cine que vendría como industria, como negocio y como fenómeno de masas.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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