Un filósofo en busca de soluciones para el planeta
G. S.
Golpe de estado climático Mark Alizart La cebra Trad.: M. Valdivia 80 págs./ $860
En la última edición de la Noche de la Filosofía, llevada a cabo en Buenos Aires en 2019, una de las presencias más convocantes fue la de Mark Alizart (Londres, 1975). En sus conferencias, el filósofo inglés inquietó al auditorio con un lúcido enfoque del cambio climático actual desde la perspectiva de la filosofía política. El libro Golpe de Estado climático recoge esas disertaciones, con algunas mínimas modificaciones.
Uno de los puntos en los que insiste el autor es en la necesidad de abandonar un discurso que habla de “desastre climático” o de “crisis ecológica”, como si se tratara de un simple devenir de la naturaleza en el que no pudieran identificarse responsables ni víctimas. Hay políticas de explotación de recursos tanto públicas como privadas que se llevan a cabo conociendo las consecuencias ambientales negativas que tendrán en un futuro inmediato. Por eso es necesario identificar a quienes se benefician con esas prácticas, responsabilizarlos por los perjuicios que ocasionan al resto de los pobladores e involucrarlos en acciones que permitan revertir la situación. Así como no todos somos igualmente responsables por la contaminación –como a veces se pretende sugerir–, tampoco somos afectados por igual. Alizart señala a los jóvenes, por una obvia cuestión cronológica, y a las poblaciones más pobres, por disponer de menores recursos para afrontarla, como las mayores víctimas de una potencial catástrofe y, por tanto, como quienes deberían ser especialmente protegidos.
El trabajo del filósofo va más allá de la denuncia.
También arriesga algunas posibles medidas político económicas para intentar avanzar en el control de la situación, tales como la creación de un “dividendo carbono”, que consistiría en “hacer pagar un impuesto carbono a todo el mundo de manera proporcional al uso de ese bien común, de su consumo de productos de carbono y en abonar las sumas así recaudadas en forma de un pago fijo igual para todo el mundo, como un ingreso incondicional de existencia”. Así, quienes más deterioran el planeta serían “deudores del clima”, mientras que quienes menos lo hacen –y más lo padecen– pasarían a ser “acreedores del clima”. Por otro lado, propone impulsar la “geoingeniería” que ya está trabajando en desarrollos como la creación de malezas genéticamente modificadas que absorben cien veces más carbono que las malezas ordinarias, o de máquinas que absorben el carbono del aire y lo reciclan. Lo que urge, en cualquier caso, es pasar de “estrategias de concientización” que resultan estériles a la toma de medidas políticas, económicas y empresariales concretas que permitan reorientar la construcción de un futuro cercano.
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