El Empire State, un faro urbano que cumple 90 años
EDICIÓN FOTOGRÁFICA A. G.....FOTO G. H/ G.
TEXTO D. F. I.
Durante este mes la ciudad de Nueva York recuerda la inauguración del edificio el 1° de mayo de 1931
La cuadrícula de luces, las columnas espejadas, radiantes, orgullosamente capaces de tocar el cielo. Podría ser cualquier ciudad, pero es la que mejor supo suceder a aquella otra ciudad-luz, París. Podría ser cualquier ciudad, pero allí está el edificio Art Déco que la convirtió en única. Nueva York reverbera en las luces de sus rascacielos y el Empire State, elegante entre los elegantes, celebra sus noventa años de vida. Desde hace décadas, el venerable edificio tiene su propio código de luces, un particular calendario de celebraciones, recordatorios, acompañamientos. En enero de este año el color fue el rojo. El Empire State se bañó en luz color sangre para estar más cerca de las víctimas del Covid-19 y de todos los que perdieron seres queridos durante la pandemia. Más tarde se teñiría de amarillo –el reflejo que asoma en esta foto–, inmerso en una campaña aún vigente contra el hostigamiento a la población asiática en los Estados Unidos. Las luces del Empire State dialogan con los neoyorquinos, se abrazan a la ciudad, festejan, lloran y se enfurecen con ella. Quién imaginaría, el primero de mayo de 1931, que ese edificio recién inaugurado y con ínfulas de ser el más alto del condado, en algún momento cedería el podio de la altura pero ganaría el del faro. Su historia, hoy, se nos aparece en blanco y negro: las increíbles fotos de la construcción, esos obreros sin arnés transitando como si nada entre columnas de hierro y el abismo. Alguna postal del cine que comenzaba a ser clásico. El primer King Kong, frenético y eterno en su batalla contra los aviones del stop motion.
El emblema de Nueva York nació cuando los estragos de la Gran Depresión aún se hacían sentir. Ojalá su aniversario, en momentos donde la incertidumbre también acecha, acompañe –¿ilumine?– un mejor tiempo por venir.
Durante este mes la ciudad de Nueva York recuerda la inauguración del edificio el 1° de mayo de 1931
La cuadrícula de luces, las columnas espejadas, radiantes, orgullosamente capaces de tocar el cielo. Podría ser cualquier ciudad, pero es la que mejor supo suceder a aquella otra ciudad-luz, París. Podría ser cualquier ciudad, pero allí está el edificio Art Déco que la convirtió en única. Nueva York reverbera en las luces de sus rascacielos y el Empire State, elegante entre los elegantes, celebra sus noventa años de vida. Desde hace décadas, el venerable edificio tiene su propio código de luces, un particular calendario de celebraciones, recordatorios, acompañamientos. En enero de este año el color fue el rojo. El Empire State se bañó en luz color sangre para estar más cerca de las víctimas del Covid-19 y de todos los que perdieron seres queridos durante la pandemia. Más tarde se teñiría de amarillo –el reflejo que asoma en esta foto–, inmerso en una campaña aún vigente contra el hostigamiento a la población asiática en los Estados Unidos. Las luces del Empire State dialogan con los neoyorquinos, se abrazan a la ciudad, festejan, lloran y se enfurecen con ella. Quién imaginaría, el primero de mayo de 1931, que ese edificio recién inaugurado y con ínfulas de ser el más alto del condado, en algún momento cedería el podio de la altura pero ganaría el del faro. Su historia, hoy, se nos aparece en blanco y negro: las increíbles fotos de la construcción, esos obreros sin arnés transitando como si nada entre columnas de hierro y el abismo. Alguna postal del cine que comenzaba a ser clásico. El primer King Kong, frenético y eterno en su batalla contra los aviones del stop motion.
El emblema de Nueva York nació cuando los estragos de la Gran Depresión aún se hacían sentir. Ojalá su aniversario, en momentos donde la incertidumbre también acecha, acompañe –¿ilumine?– un mejor tiempo por venir.
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