Cuando hay fiebre, la culpa no es del termómetro
Juan Carlos de Pablo
Marco Lavagna, como su antecesor Jorge Todesca, van invictos en cuanto a cuestionamientos referidos a la conducción del Indec planteados con fundamento.
Lo cual no quita que algún afiebrado “razone” en los siguientes términos: si Paula Español, secretaria de Comercio, no se cansa de dictar resoluciones para mantener a raya a los empresarios y supermercadistas, ¿cómo es que la estimación oficial de la tasa de inflación siga registrando aumentos de precios? Esto no tiene nada que ver con el hecho de que en ningún lugar del mundo las oficinas de estadísticas estiman la tasa de inflación de manera exacta.
Para que me ilustre sobre esto, conversé con el inglés William Fleetwood (1656-1723). No porque fue obispo, sino porque, según W. A. Chance, fue un pionero en la construcción de números índices, mérito que la literatura especializada asocia con Ernst Louis Etienne Laspayres y Hermann Paasche.
–¿Qué motivó que usted se ocupara de la cuestión?
–En 1707 defendí a los estudiantes de uno de los colleges de Oxford, cuyos ingresos anuales procedentes de herencias superaban las 5 libras esterlinas. Ocurría que cuando el colegio fue fundado, en el siglo XV, se había estipulado que no podía ayudarse a alumnos cuyos ingresos anuales superaran esa suma. Pues bien, un estudiante afectado por la disposición solicitó mi ayuda, argumentando que debido al aumento de los precios había que respetar el espíritu, pero no la letra, de la regulación.
–Notable. Yo que creía que la inflación era un invento del siglo XX.
–Si el control de precios figura en el Código de Hammurabi, quiere decir que la inflación ya cumplió por lo menos 40 siglos.
–Entiendo. ¿Qué propuso usted?
–Que la referida disposición fuera interpretada de la siguiente manera: ¿qué suma de dinero, a comienzos del siglo XVIII, podría comprar lo que adquirían 5 libras esterlinas en el siglo XV? Analicé por separado la evolución de los precios del trigo, la avena, las habas, la cerveza, la vestimenta, la carne y el tocino, encontrando que los aumentos de las distintas mercaderías eran muy similares y que los precios habían subido aproximadamente 6 veces; concluyendo que –indizadas– las 5 libras del siglo XV equivalían a entre 28 y 30 libras del siglo XVIII.
–Por eso Chance afirma que en su investigación están tenidos en cuenta todos los elementos asociados con los números índices. ¿Cuál fue el aporte de los alemanes Laspayres y Paasche, entonces?
–Con diferencia de pocos años, durante la década de 1860 sistematizaron una idea importante: que para el bolsillo de los consumidores, no es lo mismo que se duplique el precio de un bien que les insume buena parte del presupuesto, que se duplique el de un bien que representa un gasto insignificante. Para lo cual sugirieron ponderar los aumentos de los precios de los diferentes bienes, por la participación que cada uno de ellos tiene dentro del presupuesto total. Las famosas “canastas”.
–¿Cuál es la diferencia entre el índice Laspayres y el Paasche?
–Que el primero utiliza una única canasta, mientras que el segundo requiere actualizarla en cada estimación. Por una obvia diferencia de costos de estimación, en la práctica el índice Laspayres se utiliza mucho más que el Paasche.
–Será más barato, pero con el paso del tiempo las canastas se desactualizan.
–No con el mero paso del tiempo, sino con lo que ocurre a lo largo del tiempo. La desactualización puede deberse a la aparición de productos y de comercios; a que los cambios en los precios relativos modifican cuánto se gasta en cada producto, etcétera. Las ofertas no modifican la tasa de inflación, mientras sean proporcionales a los precios.
–¿Y entonces?
–Más de un siglo y medio de experiencia hizo que instituciones como el Indec cuenten con manuales de procedimientos, para enfrentar estos desafíos. A propósito: en su país comenzaron a darse los pasos que permitirán, el año próximo, contar con una canasta actualizada de las ponderaciones.
–¿Representativo de quién es un índice de precios?
–Del “hombre promedio”, respondería el belga Lambert Adolphe Jacques Quetelet. Piense en los alquileres: el índice de precios subestima lo que pagan los inquilinos y sobreestima lo que abonan quienes no alquilan. Lo mismo podemos decir de los cigarrillos, la educación y la salud privadas.
–¿De qué habla?
–Nadie necesita consultar al Indec para saber si está ocupado o si está desocupado; los datos de ocupación y desocupación sirven para saber si lo que le pasa a uno solo le pasa a uno o es parte de un fenómeno general. Si alguien pierde el trabajo cuando la tasa de desocupación es baja, se sentirá mal en lo personal, pero tendrá grandes chances de conseguir otro empleo bastante rápido; mientras que si lo pierde cuando la tasa de desocupación es alta, entenderá que el problema es ajeno a su conducta, pero le resultará difícil volver a estar ocupado.
–¿Quiere decir que, a los efectos personales, cada uno debería calcular su tasa de inflación?
–Cosa que hacemos, porque le prestamos mucha más atención al precio de los productos que efectivamente compramos, y particularmente al de aquellos en los que gastamos mucho, que al resto. Lo que no hay que cometer es la falacia de composición, es decir, pretender que lo que pasó con el precio de determinado producto es un buen indicador de “la tasa de inflación”.
–Me convenció. De manera entonces que la estimación que realiza el Indec de la tasa de inflación no es exacta.
–Como tampoco lo son las estimaciones del PBI, la pobreza, la desocupación, etcétera, porque se basan en muestras. Desde este punto de vista, la estimación de las exportaciones e importaciones de mercaderías debería ser “exacta”, porque se refiere a los totales vendidos y comprados en el exterior, respectivamente. Si no lo es, la dificultad es de otro tipo.
–Volvamos a la acusación de “dibujo” de la estimación de la tasa de inflación.
–De “antidibujo”, en rigor, porque ahora se acusa al Indec, de sobreestimar la verdadera tasa de inflación; mientras que a partir de 2007 se lo acusaba de subestimarla. Al respecto, la primera cosa que cabe hacer es comparar la estimación oficial con las privadas. Los datos son nítidos: entre 2007 y 2015 la estimación oficial se ubicaba “en un rincón del ring”, y las estimaciones privadas –muy parecidas entre ellas– en el rincón contrario; mientras que ahora son todas muy parecidas.
–¿Qué está ocurriendo, entonces?
–La entendible preocupación del oficialismo porque la tasa de inflación sigue creciendo, a pesar de que se continúan “pisando” algunos aumentos (tipo de cambio oficial, tarifas de servicios, etcétera), invita a agarrárselas con el cartero, cuando éste lo único que hace es entregar los sobres portadores de malas noticias. Una pésima idea, por cierto.
–Don William, muchas gracias.
–¿Qué motivó que usted se ocupara de la cuestión?
–En 1707 defendí a los estudiantes de uno de los colleges de Oxford, cuyos ingresos anuales procedentes de herencias superaban las 5 libras esterlinas. Ocurría que cuando el colegio fue fundado, en el siglo XV, se había estipulado que no podía ayudarse a alumnos cuyos ingresos anuales superaran esa suma. Pues bien, un estudiante afectado por la disposición solicitó mi ayuda, argumentando que debido al aumento de los precios había que respetar el espíritu, pero no la letra, de la regulación.
–Notable. Yo que creía que la inflación era un invento del siglo XX.
–Si el control de precios figura en el Código de Hammurabi, quiere decir que la inflación ya cumplió por lo menos 40 siglos.
–Entiendo. ¿Qué propuso usted?
–Que la referida disposición fuera interpretada de la siguiente manera: ¿qué suma de dinero, a comienzos del siglo XVIII, podría comprar lo que adquirían 5 libras esterlinas en el siglo XV? Analicé por separado la evolución de los precios del trigo, la avena, las habas, la cerveza, la vestimenta, la carne y el tocino, encontrando que los aumentos de las distintas mercaderías eran muy similares y que los precios habían subido aproximadamente 6 veces; concluyendo que –indizadas– las 5 libras del siglo XV equivalían a entre 28 y 30 libras del siglo XVIII.
–Por eso Chance afirma que en su investigación están tenidos en cuenta todos los elementos asociados con los números índices. ¿Cuál fue el aporte de los alemanes Laspayres y Paasche, entonces?
–Con diferencia de pocos años, durante la década de 1860 sistematizaron una idea importante: que para el bolsillo de los consumidores, no es lo mismo que se duplique el precio de un bien que les insume buena parte del presupuesto, que se duplique el de un bien que representa un gasto insignificante. Para lo cual sugirieron ponderar los aumentos de los precios de los diferentes bienes, por la participación que cada uno de ellos tiene dentro del presupuesto total. Las famosas “canastas”.
–¿Cuál es la diferencia entre el índice Laspayres y el Paasche?
–Que el primero utiliza una única canasta, mientras que el segundo requiere actualizarla en cada estimación. Por una obvia diferencia de costos de estimación, en la práctica el índice Laspayres se utiliza mucho más que el Paasche.
–Será más barato, pero con el paso del tiempo las canastas se desactualizan.
–No con el mero paso del tiempo, sino con lo que ocurre a lo largo del tiempo. La desactualización puede deberse a la aparición de productos y de comercios; a que los cambios en los precios relativos modifican cuánto se gasta en cada producto, etcétera. Las ofertas no modifican la tasa de inflación, mientras sean proporcionales a los precios.
–¿Y entonces?
–Más de un siglo y medio de experiencia hizo que instituciones como el Indec cuenten con manuales de procedimientos, para enfrentar estos desafíos. A propósito: en su país comenzaron a darse los pasos que permitirán, el año próximo, contar con una canasta actualizada de las ponderaciones.
–¿Representativo de quién es un índice de precios?
–Del “hombre promedio”, respondería el belga Lambert Adolphe Jacques Quetelet. Piense en los alquileres: el índice de precios subestima lo que pagan los inquilinos y sobreestima lo que abonan quienes no alquilan. Lo mismo podemos decir de los cigarrillos, la educación y la salud privadas.
–¿De qué habla?
–Nadie necesita consultar al Indec para saber si está ocupado o si está desocupado; los datos de ocupación y desocupación sirven para saber si lo que le pasa a uno solo le pasa a uno o es parte de un fenómeno general. Si alguien pierde el trabajo cuando la tasa de desocupación es baja, se sentirá mal en lo personal, pero tendrá grandes chances de conseguir otro empleo bastante rápido; mientras que si lo pierde cuando la tasa de desocupación es alta, entenderá que el problema es ajeno a su conducta, pero le resultará difícil volver a estar ocupado.
–¿Quiere decir que, a los efectos personales, cada uno debería calcular su tasa de inflación?
–Cosa que hacemos, porque le prestamos mucha más atención al precio de los productos que efectivamente compramos, y particularmente al de aquellos en los que gastamos mucho, que al resto. Lo que no hay que cometer es la falacia de composición, es decir, pretender que lo que pasó con el precio de determinado producto es un buen indicador de “la tasa de inflación”.
–Me convenció. De manera entonces que la estimación que realiza el Indec de la tasa de inflación no es exacta.
–Como tampoco lo son las estimaciones del PBI, la pobreza, la desocupación, etcétera, porque se basan en muestras. Desde este punto de vista, la estimación de las exportaciones e importaciones de mercaderías debería ser “exacta”, porque se refiere a los totales vendidos y comprados en el exterior, respectivamente. Si no lo es, la dificultad es de otro tipo.
–Volvamos a la acusación de “dibujo” de la estimación de la tasa de inflación.
–De “antidibujo”, en rigor, porque ahora se acusa al Indec, de sobreestimar la verdadera tasa de inflación; mientras que a partir de 2007 se lo acusaba de subestimarla. Al respecto, la primera cosa que cabe hacer es comparar la estimación oficial con las privadas. Los datos son nítidos: entre 2007 y 2015 la estimación oficial se ubicaba “en un rincón del ring”, y las estimaciones privadas –muy parecidas entre ellas– en el rincón contrario; mientras que ahora son todas muy parecidas.
–¿Qué está ocurriendo, entonces?
–La entendible preocupación del oficialismo porque la tasa de inflación sigue creciendo, a pesar de que se continúan “pisando” algunos aumentos (tipo de cambio oficial, tarifas de servicios, etcétera), invita a agarrárselas con el cartero, cuando éste lo único que hace es entregar los sobres portadores de malas noticias. Una pésima idea, por cierto.
–Don William, muchas gracias.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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