Piletas de agua salada. El mítico club que fue construido sobre el Río de la Plata y es una joya arquitectónica
Club Pejerrey, en quilmes
Fue sede de una compañía arenera y luego se convirtió en un balneario “top”, pero adquirió su verdadera identidad cuando lo comenzaron a frecuentar los pescadores de la zona
Mariano Chaluleu
El Pejerrey Club de Quilmes es una joya arquitectónica perdida en el tiempo. Queda en el municipio de Quilmes, al lado de la ribera. Para llegar, hay que bajar de la autopista La Plata, tomar la avenida Isidoro Iriarte y conducir hacia el fondo, en dirección al río. Al final de la calle hay un cartel: “Pejerrey Club”. Es imposible perderse.
En la entrada hay dos piscinas. Las bordea el edificio principal: una mole de cemento de 108 años de historia, sostenida por pilotes de acero sobre la orilla del Río de la Plata. Este edificio, construido en 1915, fue destinado al uso de vestuarios personales: tiene más de 312.
La pileta principal del Club Pejerrey Quilmes, sobre el Río de la Plata, rodeada de los vestuarios. El complejo llegó a tener 400 vestuarios
Las dos piletas del club Pejerrey tiene agua salada, que se renueva cada 48 horas
Hace más de 50 años, el club Pejerrey supo ser el lugar preferido de la aristocracia quilmeña. Su muelle de pesca, que mide 505 metros, se llenaba de caballeros de la alta sociedad que iban acompañados por sus esposas e hijos. Sacaban, pejerreyes, bogas, dorados... de todo. Más de noche, el comedor principal los recibía para las clásicas fiestas sociales, a las que todos asistían elegantes: los hombres, de galera y bastón; las mujeres, con vestidos largos.
En el terreno lindero está el famoso “paseo de la ribera”, una rambla con viejas casonas de madera, de más de 50 años, que hoy están abandonadas. Hace 25 años, fueron sede de la discoteca Coyote, el restaurante Pizza Cero y otros famosos boliches de Quilmes.
El Club Pejerrey, en sus tiempos dorados
Ese sector era propiedad del club Pejerrey, pero hoy pertenece al Municipio de Quilmes, que lo solicitó para “ponerlo en valor”, pedido al cual el club accedió.
La situación del “paseo de la ribera” es la siguiente: a pesar de las repetidas promesas de “puesta en valor” que han elevado, a lo largo de las décadas, distintos gobernantes y compañías privadas, y de tantas licitaciones aprobadas, ningún proyecto prosperó. Y el principal afectado es el club Pejerrey.
1940. El club Pejerrey, en una de sus etapas de mayor brillo.
Los Fiorito y un balneario “de primer nivel”
La historia de Pejerrey se remonta a 1909. Pedro y Antonio Fiorito, dos hermanos italianos que habían llegado a la Argentina a comienzos del siglo XX, adquirieron, a través de una concesión, aquellos terrenos de la ribera quilmeña.
El libro Historia de la rambla quilmeña y del Pejerrey Club, del historiador Jorge Gabriel Olarte, quien es socio de la institución, cuenta que Pedro y Antonio solicitaron los terrenos de la rambla en 1909 y los obtuvieron en 1910. En el libro de actas se expidió, además, un permiso que fue firmado por la Comisión de Obras Públicas. El expediente detallaba que los Fiorito tenían dos proyectos: extraer arena y regentar el tranvía que conectaba Quilmes con Buenos Aires. Ambos pedidos fueron aprobados.
pejerrey
Los Fiorito construyeron toda la infraestructura necesaria para esos negocios. Por un lado, la arena sería dragada unos 500 metros río adentro, y transportada en tubos de acero, que estarían sostenidos sobre pilotes, por encima de la superficie, y llegarían a la planta, en la orilla. El negocio fluyó durante décadas.
Luego se inauguró el servicio de tranvías, en 1915. Los trenes, que pertenecían a la empresa Fiorito Hermanos, finalizaban su recorrido a metros de la playa de Quilmes. Como resultado, el lugar empezó a llenarse de visitantes de la capital. Visitantes que demandaban más instalaciones, que querían un balneario donde pudieran quedarse a pasar el día. Entonces los Fiorito construyeron vestuarios y ampliaron el área del parque. Se lo tomaron en serio, también construyeron un cine. El balneario, con todas esas atracciones, se inauguró en 1917.
La playa del balneario de Quilmes, a principios del siglo XX.
Además, se estrenó la primera piscina. Tenía 28 metros de largo por 19 metros de ancho, y una profundidad de 2,90 metros en la parte más honda. Era “de entrada libre” y, por pedido de la Municipalidad de Quilmes, regían las reglas de baño de Mar del Plata. Es decir: estaría prohibido bañarse desnudos, bañar animales y “el uso de palabras o acciones deshonestas o contrarias al decoro”, entre otras acciones.
Hoy , la segunda piscina del balneario de los Fiorito sigue rodeada por el edificio de los vestuarios.
Unos años después, aquella piscina quedó chica, y los Fiorito tuvieron que encargar una segunda, que fue construida por el ingeniero alemán Otto Gottschalk. Tenía 12 metros de ancho por 40 metros de largo. Y su profundidad llegaba a los 3,20 metros en la parte más honda.
La fundación de “Pejerrey”
El 2 de julio de 1938 nació formalmente el “Club Pejerrey de Quilmes”. Los pescadores más asiduos se reunieron con los Fiorito y acordaron alquilarles un sector de la rambla. Hubo un documento que le dio el “toque oficial”: se firmó un acta con los nombres de los 18 socios fundadores.
La primera piscina del balneario, en una imagen tomada a comienzos del siglo XXI.
Año tras año, Pejerrey fue creciendo. Se construyó un muelle de 105 metros de largo que partía de la orilla y se extendía río adentro. En 1967 se alargó, con una extensión de otros 105 metros. Al año siguiente, en 1968, los pescadores, que ya configuraban la mayoría de las personas que asistían al club, le compraron todo el predio a los Fiorito.
Pero, al igual que los Fiorito, los pescadores tendrían que negociar con la municipalidad la razón de las concesiones, así como también el tiempo que se extenderían. Ogarte cuenta que, en 1969, el gobierno provincial de Buenos Aires otorgó a Pejerrey un permiso de ocupación decenal renovable. El contrato regiría a partir de febrero de 1970. En esa década se le hicieron las últimas extensiones al muelle, incluido el morro, que le daba un cierre arquitectónico.
En febrero de 1980, el Municipio de Quilmes le renovó el permiso al club por diez años más.
1950s: bañistas en la ribera de Quilmes.
“NOS USURPARON EL CLUB”
Olarte narra que en 1989, Pejerrey solicitó en la Municipalidad de Quilmes la renovación de la concesión dos veces: el 29 de septiembre y el 2 de noviembre. Pero en esa oportunidad, las autoridades nunca dieron respuesta.
La municipalidad tenía pensado estatizar las instalaciones. Y los socios se enteraron por lo medios de comunicación. Explica Olarte: “El gobierno municipal quilmeño, en abierta contradicción con lo que estaba sucediendo en el resto del país, consideró atinado ‘estatizar’ un club de pesca y pileta… Ante la grave situación, los socios del Pejerrey Club en Asamblea General Extraordinaria realizada el 14 de enero de 1990, hicieron suya por unanimidad una propuesta de peticionar al Excelentísimo señor Presidente de la Nación Dr. Carlos Saúl Menem y al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Antonio Cafiero, solicitándoles que intervinieran para impedir la municipalización del predio”.
8 de diciembre de 1957: una familia almuerza en el espigón del balneario, rodeada de sauces y tibias aguas
“Lamentablemente, la petición no encontró eco en esas autoridades – que ni siquiera tuvieron a bien responder con un formal ‘acuse recibo’- y así, el Municipio quilmeño, sin dar jamás ninguna explicación lógica de su proceder unilateral, ocupó sus instalaciones pocos días mas tarde, sin siquiera permitir el fin de la temporada de pileta, ya que sus socios fueron expulsados de muy mala manera por personal municipal, que es triste recordarlo, muchos de ellos no podían ocultar su satisfacción y tenían una burlona sonrisa en su rostro...”
Víctor Arrigoni y Oscar Gómez son pescadores y se asociaron a Pejerrey en 1965. Juntos vivieron los buenos y los malos momentos. Ambos recuerdan aquel día: “Algunos estábamos armados, mientras esperábamos a que llegaran las autoridades. Los socios salieron a protestar en todos lados, en la calle, en la puerta del club y hasta en las radios”, dicen Hoy, Arrigoni es el presidente de Pejerrey.
Club Pejerrey, en quilmes
EL DÍA DE LA RECUPERACIÓN
Olarte cuenta que finalmente, el sábado 2 de julio de 1994, las autoridades municipales decidieron ponerle fin a la estatización:
“El municipio quilmeño, que nunca hizo nada útil con las instalaciones del “Pejerrey Club”, durante su ocupación de más de cuatro años, decidió poner fin a esa ridícula estatización que nunca debió haber tenido lugar. Y así fue como se procedió a devolver la deteriorada rambla quilmeña a los representantes de su Comisión Directiva”.
“Comenzaba así una nueva etapa en la vida de esta señera institución de Quilmes. Lo primero que se tuvo que realizar, con carácter de ‘muy urgente’, fue una reparación de sus deterioradas instalaciones, pues el complejo se encontraba en un estado tan ruinoso que existía un peligro cierto de derrumbe, pues gracias a la inoperancia, abandono e increíble desidia municipal de cuatro años de estatización, período en el cual no se realizaron siquiera las mínimas tareas de mantenimiento, la situación parecía ser insostenible”
Marzo de 2023: la piscina del club Pejerrey en un día de semana
“Nos sacaron de nuestra casa, nos la destruyeron toda y luego dijeron ‘tomala, pero arreglala en 3 meses porque si no, no te la vamos a habilitar”, recuerda hoy Arrigoni.
Desde ese día, Pejerrey pasó a ser de los socios. Pero no recibió ningún subsidio del Municipio de Quilmes y tuvo que reinventarse en poco tiempo y con un presupuesto limitado. Hoy, las cosas no han cambiado mucho: la mayoría del dinero que se recauda por cuotas y otros ingresos es destinado al mantenimiento de las piscinas y de los edificios históricos. Todo está en impecable estado, pero no sobra nada: “Si tuviéramos más presupuesto, climatizaríamos la piscina”, ejemplifica Arrigoni.
El agua, en las dos piscinas, tiene un color verde esmeralda. “Es agua salada”, se apura en aclarar el presidente. Fue Fiorito quien, a principios de siglo XX, perforó debajo del predio y, debajo de una primera napa de agua dulce, encontró una napa de agua salada. De allí se abastece a las dos piscinas.
-¿Qué tan difícil es mantener una piscina de agua salada, Arrigoni?
-Bueno, el hecho de que sea agua salada influye principalmente en dos cosas. En principio, no le podemos poner cloro al agua, porque no hace efecto si el agua es salada. Entonces tenemos que vaciar las dos piscinas cada 48 horas. Sacamos el agua de una, la devolvemos a las napas y llenamos la otra, con agua nueva. Así, cada dos días. En ese corto período, la piscina que esté vacía va a recibir una mano de cal; la sal lo corroe bastante. No las pintamos con pintura blanca porque la sal la despintaría.
La piscina del Club Pejerrey, en Quilmes, desde arriba.
El muelle del Club Pejerrey, visto desde lejos. Decenas de pescadores asisten diariamente.
El sector de la rambla, que desde los 90 pertenece al Municipio de Quilmes, luce completamente abandonado.
-Prácticamente, todo el club está construido sobre pilotes de acero. ¿Cada cuánto se les hace una revisión de seguridad?
-Cada año vienen ingenieros y hacen estudios de suelo. Hace unas semanas vinieron por última vez. Dio todo muy bien, afortunadamente.
-¿Con cuántos socios cuenta el club actualmente?
-Hoy en día tenemos 1200. Antes de la pandemia había 400. En contra de lo esperado, hubo un aumento de inscripciones durante la pandemia. Hubo un gran trabajo de la comitiva para recuperar gente.
-¿De dónde viene la mayoría de sus socios?
-De todos lados. Si bien la mayoría es de Quilmes, los hay de Isidro Casanova, de Laferrere y de CABA.
-¿Cuánto cuesta ser socio de Pejerrey?
-Sale 2 mil pesos. Lo mismo que comer un asado. Y con eso se puede ingresar al club, usar el muelle, los parques y los quinchos. También la pileta; solo que con un adicional de 500 pesos por el día en el que los socios quieran bañarse.
El presupuesto surgido de las cuotas de membresía no alcanza para cubrir los gastos de manutención de los pilotes y las piscinas: muchos socios ponen dinero de sus bolsillos para completar la cifra. “Tenemos que hacer malabares”, repite Arrigoni.
-¿Pejerrey recibe socios nuevos?
-Pejerrey tiene sus puertas abiertas. Toda persona puede acercarse a conocer el club. El único requisito es querer pescar. Y por qué no: querer conocer una joya histórica.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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