Matías Surt
«El régimen de protección de Tierra del Fuego es el más caro de la Argentina»
Luciana Vázquez
Economista de consulta obligada para la Coalición Cívica, el especialista defiende la necesidad de implementar medidas que tiendan a un mayor equilibrio entre los sectores productivos y permitan abaratar los precios tanto de computadoras como de vestimenta es de fines de 2019 y hasta hoy, en el mundo siguió cayendo el precio de la indumentaria en un 15% pero en la Argentina se encareció hasta llegar a un 42 ó 43% de suba hace unos meses”, detalla. “A mayor nivel de protección, mayor divergencia entre la evolución de los precios de la Argentina y la evolución de los precios en el mundo”, explica.
El economista Matías Surt estuvo en La Repregunta. Surt es director y economista jefe de Invecq Consultora Económica. Es economista por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde es profesor de Crecimiento Económico, y máster en Economía en la Universidad del CEMA, donde es profesor de Macroeconomía. Surt es una economista de consulta obligada para la Coalición Cívica.
¿Por qué en la Argentina el precio de la ropa no deja de subir desde fines de 2019, cuando en el resto de la región no para de bajar? ¿Por qué las computadoras son más caras en la Argentina? Matriz productiva y “sustitución de importaciones”. ¿Protección industrial virtuosa o capitalismo de amigos? Surt analizó estos temas. Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.
–Comparado con 40 países, incluidos algunos de la región como Chile, el precio relativo de la indumentaria en la Argentina se disparó en 2019 y no para de crecer. En esos países, al contrario, los precios de la ropa están cayendo desde 2016. ¿Por qué se produce esto?
–En el caso de la indumentaria, en nuestro país hay dos períodos bien diferenciados. Entre 2016 y 2019, la indumentaria se abarató en términos relativos, en línea con lo que pasaba en el mundo. En el mundo, el precio de la ropa cayó un 12% y en la Argentina cayó un 20%. Eso se debe a decisiones que se tomaron en esos años. La Argentina venía muy rezagada respecto de la tendencia mundial después de años de intervención comercial, de proteccionismo, de altos aranceles y de desorden de precios relativos. Muchos precios atrasados se tuvieron que adelantar. Eso contribuyó a mayor abaratamiento respecto del resto de los precios. A partir de fines de 2019 se da el otro período bien diferenciado. Se restablecieron las licencias no automáticas para muchas partidas arancelarias, o sea, volvieron los permisos de importación que hay que solicitar al Ministerio de Producción o a la Secretaría de Comercio. Además, hay intervenciones directas sobre los mecanismos para importar cualquier cosa, como el cepo cambiario o lo difícil que es acceder a las divisas. Los precios de esos sectores se empezaron a encarecer. Desde fines de 2019 hasta hoy, en el mundo se siguieron abaratando los precios de la indumentaria en un 15% más, pero en la Argentina se encarecieron hasta llegar a un 42 ó 43% de suba hace unos meses. Hoy están un 40% más caros. La tendencia de precios relativos está muy asociada a las políticas comerciales, al nivel de protección que se otorga a algunos sectores y al nivel de competencia en el mercado de productos.
–¿Su planteo es que esa disociación se da cuando el Estado interviene y distorsiona los precios?
–Exactamente. A mayor nivel de protección o de dificultad para relacionarse con el resto del mundo, mayor tendencia a esta divergencia entre la evolución de los precios en el resto del mundo y la evolución de los precios en un país en particular.
–El kirchnerismo insiste con la sustitución de importaciones. Según esa perspectiva, eso permite ganar en cantidad de empleos y en beneficios para los trabajadores si se producen los bienes aquí en lugar de importarlos.
–Es un tema muy relevante porque está instalada la idea de que el proteccionismo tiene beneficios, como si no tuviera ningún costo asociado. Ése es el típico error que se comete cuando se analiza la economía con lo que los economistas llamamos “equilibrios parciales”: evaluamos que una medida le permitió a este sector aumentar la producción, el empleo y los salarios o la inversión. Pero cuando uno analiza el equilibrio general, se da cuenta de que, obviamente, lo que produce un sector es lo que va a consumir otro sector. En la indumentaria, el efecto impacta sobre los consumidores directos. Hay otros casos de bienes de capital, de bienes intermedios y de insumos industriales que le generan sobrecostos a otras empresas. Hay que ver la foto completa: el empleo que estamos generando en un sector lo estamos sacando de otro sector que pasa a estar subdesarrollado respecto a lo sobredimensionado que está el primero. Es interesante que cuando comparamos la Argentina y Chile, muy abierto en su economía, para sorpresa de muchos, hay un porcentaje de empleo industrial muy similar.
–Interesante: con dos lógicas opuestas, una abierta a la competencia global y otra muy proteccionista, el resultado es el mismo en empleo industrial.
–Exactamente.
–Ahora, ¿cuál política resulta más positiva? Por lo que usted señala, son similares en empleo generado, pero mientras Chile, abierto al mundo, tiene mejores precios para los consumidores, la Argentina tiene peores precios.
–Sí, porque el análisis de equilibrios parciales y de beneficios particulares a algunos sectores no ve que, en esa interacción permanente, la economía va perdiendo productividad: lo que es un beneficio para uno, es un sobrecosto para el otro. Cuando el análisis se hace en términos de la macroeconomía, el sistema que podemos llamar proteccionista o de sustitución de importaciones…
–O capitalismo de amigos, en su peor versión.
–Ese proteccionismo genera, en términos agregados, que el sistema productivo de la Argentina esté funcionando a la inversa de sus ventajas competitivas. La Argentina tiene un sistema institucional de regulaciones y de incentivos que operan al revés: somos buenos para producir A, B y C, pero los incentivos nos dicen que tenemos que producir F y G. Asociado a eso, se da una caída en los niveles de ingreso per cápita o de salarios reales.
–Desde el sector textil le dirían que lo entienden, pero que ellos miran su sector y quieren que el Estado lo proteja para que crezca y se consolide.
–Sí, pero el rol de organizar la política económica es una responsabilidad casi exclusiva del Estado. Los sectores van a tender a presionar para obtener un beneficio; el que tiene que poner los límites y mantener la autonomía es el Estado, que tiene el rol de alcanzar el equilibrio o la maximización del bienestar social en términos agregados. En la práctica, esa autonomía no se ve. Lo que vemos es una penetración entre los intereses sectoriales y los intereses estatales. Hay una contradicción cuando los representantes de algunos sectores que son funcionarios del Gobierno plantean que sus problemas son las regulaciones laborales, la alta carga tributaria, el llamado “costo argentino”.
–Esos son los argumentos que se escuchan desde el sector textil para explicar la inflación interanual del 118 por ciento mientras que en alimentos es del 102 por ciento. ¿Esto no es así?
–No es así. En primer lugar, la carga tributaria y las regulaciones laborales son relativamente homogéneas para toda la economía. El sobrecosto argentino afecta a todos los sectores por igual. Incluso te diría que afecta más a otros sectores que al sector textil, como los sectores exportadores del agro o de la energía. Pero aún si ese fuera un argumento razonable, llama la atención que cuando el sector tiene la posibilidad de contar con un representante en el Gobierno se dedica a regular la competencia internacional y no apunta al costo argentino que identifica como problema.
–¿Las importaciones cayeron solo en el sector de indumentaria?
–Desde principios o mediados de 2018, con la crisis cambiaria, el sudden stop y la sequía, cuando la Argentina se queda sin financiamiento, hubo un ajuste del tipo de cambio y se dio una reducción de las importaciones. Pero entre ese momento y fines de 2019, la caída de importación de indumentaria era vis a vis con la caída agregada de las importaciones. Si sacamos el efecto de la pandemia de 2020, todas las importaciones empezaron a recuperarse. Pero cuando vemos las importaciones de indumentaria, no pasó en la misma magnitud. Y esa brecha entre importaciones totales e importaciones de indumentaria se vuelve a abrir. Hoy, en el agregado de las importaciones de la economía, tenemos importaciones superiores a las de 2019, pero las importaciones en el sector de indumentaria todavía están 10 ó 15 por ciento abajo.
–Eso es un indicador de que los precios van a subir porque no hay competencia.
–Exactamente.
–¿La lógica que condiciona los precios de las computadoras de Tierra del Fuego es la misma que la del sector indumentaria?
–En ese caso, hay varios temas superpuestos. Primero, está el súper régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego. El 80 por ciento del beneficio de ese régimen de promoción industrial se da en el sector de electrónica. En ese sector se combinan dos cosas. Por un lado, la protección arancelaria, y por el otro, un régimen de desgravación impositiva y de subsidios directos a través de impuestos. Hoy el régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego es el más caro que tiene la Argentina: en términos fiscales, representa un 0,35% del PBI.
–¿Qué beneficios está recibiendo la ciudadanía en general y la Argentina por no cobrar esos impuestos?
–La ciudadanía en general no está recibiendo beneficios; está recibiendo un costo que es el de la ineficiencia de ese sector.
–¿Pero hay más trabajadores y cobran mejor en ese sector?
–Sí, por supuesto. En términos generales, hay un costo para todos, pero si uno hace un análisis de equilibrio parcial, en Tierra del Fuego encontramos que hay 10 mil personas que trabajan en el sector de electrónica.
–¿Y los salarios son buenos?
–Sí, en términos generales, los salarios de Tierra del Fuego y de la Patagonia son más altos que el promedio nacional. Ahí hay un tema muy relevante: el Estado podría pagar toda la masa salarial de esos trabajadores con menos del 20 por ciento de eso que hoy está gastando por dejar de recaudar. Es decir, sostener el régimen nos cuesta 100 pero la masa salarial de todos los trabajadores que se desempeñan en el sector es 20.
–Entiendo. El Estado podría darle beneficios impositivos al sector de electrónica para cubrir 20 pero por qué darle 80, que se lo llevan los empresarios.
–Exactamente. Se lo llevan en una mezcla de sobrecostos, de ineficiencias de fletes desde los puertos hasta Tierra del Fuego.
–Mientras se castiga a toda la ciudadanía con los precios de las computadoras.
–Exactamente. Y también hay beneficios a los empresarios, particularmente a dos empresas muy grandes, Newsan y Mirgor.
–Mirgor, vinculada a Nicolás Caputo.
–Y [Rubén] Cherñajovsky.
–Dos empresarios, uno cercano al kirchnerismo y otro, cercano al entonces presidente Mauricio Macri. ¿Esas cercanías dicen algo de la lógica de este proteccionismo industrial?
–Sí, en un análisis de economía política, este tipo de relaciones explica en cierta medida la perdurabilidad de este tipo de regímenes. Ahora, la política hacia esos sectores no fue la misma durante los gobiernos del kirchnerismo y de Mauricio Macri.
–¿La cercanía de Macri con Caputo no benefició particularmente a ese sector?
–Al menos tuvo menos incidencia porque hubo reducción de aranceles a notebooks que generaron caída en la producción de Tierra del Fuego. Hubo una reforma tributaria para ir hacia una convergencia de los impuestos internos que se cobraban sobre un electrodoméstico ensamblado en territorio nacional respecto de un electrodoméstico importado y el desarme de algunas licencias no automáticas generó un menor nivel de protección al régimen de Tierra del Fuego entre 2016 y 2019.
–¿Cuál es el debate que se está dando dentro de Juntos por el Cambio y la postura de la Coalición Cívica frente a esto?
–La Coalición Cívica está proponiendo una revisión integral de todos los regímenes especiales. Debemos ir hacia mayor economía de mercado y menos economía corporativista. Actividades que tienen un potencial de exportación enorme están sin explotar por los sobrecostos que implica este mecanismo de protección. Podríamos estar exportando muchísimos más alimentos elaborados pero los productores de alimentos se topan con un precio monopólico para el envase de vidrio, de hojalata, de cartón tipo tetra brik. Chile exporta hoy más de dos veces y media la cantidad de vinos que exporta la Argentina. En el complejo frutícola, solo la exportación de cerezas de Chile es mayor que toda la exportación de todas las frutas de la Argentina
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