Asumió como ministro Eugenio Burzaco
El jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, dijo que “tiene la capacidad y el coraje necesarios”
Eugenio Burzaco
La ciudad de Buenos Aires tiene nuevo ministro de Justicia y Seguridad. Se trata de Eugenio Burzaco, quien asumió tras la renuncia de Marcelo D’Alessandro, que dejó su cargo tras una licencia por el escándalo que generó la revelación de supuestos chats con jueces y empresarios, luego de un viaje a Lago Escondido, en Río Negro, y del hackeo de su teléfono celular.
“Tiene la capacidad y el coraje necesarios para continuar con la tarea que venimos haciendo desde que asumimos”, sostuvo el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sobre el flamante funcionario de su administración.
Rodríguez Larreta explicó que Burzaco “fue el autor e impulsor de muchas de las reformas y de los logros alcanzados entre 2015 y 2019 en materia de seguridad”.
Burzaco afirmó: “El ministerio va a estar en la calle y la policía va a estar cerca del vecino. No vamos a tener piedad con el narcotráfico. Vamos a dar batalla todos los días para reducir este flagelo que se lleva las vidas de muchos inocentes”.
El jefe de gobierno dijo: “Hoy todos los que viven y visitan la ciudad pueden estar más tranquilos que nunca. Los índices de delito están en los niveles más bajos de la historia”. Según se informó, la ciudad registró en 2022 la tasa de homicidios más baja de los últimos 28 años: 2,86 cada 100.000. Este tipo de delito disminuyó el 14% respecto de 2019 –año tomado como referencia debido a la pandemia– y 40% en comparación con 2016.
Rodríguez Larreta habló de la gestión de D’Alessandro y calificó su trabajo como “profesional, valiente y comprometido”.
“La operación de inteligencia ilegal que está teniendo que soportar lo llevó a tomarse licencia hace unos meses. La semana pasada decidió dar un paso al costado, porque el tiempo y la energía que le consumían su defensa eran incompatibles con la dedicación que requiere la función pública”, explicó. Anunció que D’Alessandro “va a continuar siendo parte del equipo, aportando su capacidad y experiencia al Plan Nacional de Seguridad que los equipos técnicos están desarrollando”.
“Queremos que vivas tranquilo, que puedas entrar y salir de tu casa sin miedo, que sepas que tus hijos vuelven siempre y que podés caminar sin tener que mirar sobre el hombro”, concluyó.
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La Iglesia, a la cabeza de una marcha por la inseguridad
El Arzobispado local movilizó a credos y fuerzas políticas contra el narcotráfico.
Gabriela OrigliaVecinos, fieles y políticos, sin distinción de credo o partido, apoyaron la convocatoria del Arzobispado
CÓRDOBA.– La Iglesia cordobesa se puso a la cabeza de una manifestación pública contra la inseguridad y el narcotráfico, a la que se sumaron los diferentes credos reunidos en el Comité por la Paz (Comipaz). Desde la explanada de la Catedral, en el corazóndeestaciudad,elarzobispoÁngel Rossi pidió cambios “profundos”. En un duro mensaje, afirmó: “No es la consigna de ninguna facción, porque es la de todos. El tema central no es la tajada propia, egoísta, sino el bien común de nuestra gente, el cuidado de todos y, especialmente, de los más débiles”. Unas 400 personas lo escucharon y asintieron.
En primera fila estuvieron funcionarios provinciales y el intendente y candidato a gobernador por el oficialismo, Martín Llaryora, además del viceintendente, Daniel Passerini. Los referentes de todos los partidos políticos fueron invitados por la Iglesia a sumarse.
“Este grito, este anhelo, tampoco es exclusividad de ninguna religión. Es un lugar sagrado que nos une a todos los credos, es un templo común, donde hay lugar también para quienes no profesan ninguna fe, donde descalzamos el alma, juntamos las manos, donde lloramos y rezamos. Nos duele y nos llena de impotencia ver a nuestros niños y jóvenes ser víctimas de la miserabilidad de unos pocos”, añadió.
Esta es la segunda vez que la Iglesia de Córdoba hace una convocatoria de este tipo con eje en una problemática de la provincia; la anterior fue en 1996, en pleno conflicto educativo con el gobierno.
El ataque armado contra la misión del padre Mariano Oberlin, un cura que desde hace años intenta rescatar a jóvenes adictos de las garras de las redes del narcomenudeo, a las que denuncia sin pausa a pesar de las presiones, fue clave para la decisión de la Arquidiócesis de Córdoba de convocar a todos los credos y a todos los partidos políticos a concentrarse frente a la histórica Plaza San Martín.
Por supuesto, Oberlin estuvo en la convocatoria, quien destacó que es “importantísimo sentir el apoyo del arzobispo”, y enfatizó que la idea “no es acusar a nadie, sino visibilizar los problemas, que estas cuestiones salgan a luz”. La convocatoria se inició con los testimonios de dos jóvenes que luchan contra el flagelo de las drogas.
El 14 de este mes, sicarios dispararon “al voleo” hacia las instalaciones de una granja y centro de rehabilitación que la fundación que Oberlin tiene en la zona de Campo de la Ribera. Lo curioso es que a poco más de 50 metros del lugar hay un puesto policial y quienes realizaron el ataque, desde un auto que llevaba puesta la patente de otro vehículo afincado en Buenos Aires, pasaron por delante de los uniformados, que nada hicieron para detenerlo.
Luego de ese ataque, el arzobispo Rossi fue enfático en condenar la balacera y los permanentes hostigamientos y amenazas que Oberlin viene recibiendo desde hace años por proteger a los jóvenes y a sus madres de las garras del narcotráfico. “Solemos decir que esto no es Rosario, todavía. Estamos en un momento donde casi depende de nosotros que esto no sea Rosario, pero si nos descuidamos va a serlo en tres meses, o ya lo es”, advirtió. Desde el gobierno salieron al cruce de ese planteo y subrayaron: “Córdoba no es Rosario”.
Una “misión compartida”
Ayer, el sacerdote jesuita sostuvo: “Algunos tienen, por supuesto, dada su función, más responsabilidad que otros en esta labor, pero de esta no zafa nadie. Somos conscientes de que hay realidades que los ciudadanos del llano no podemos manejar, que superan nuestras modestas posibilidades: cuestiones de macroeconomías, de alta política, de juego de los poderosos, que ciertamente a la mayoría nos superan, pero que están al alcance de instituciones que sí pueden y deben administrar para el bien común”. Al resto, les pidió “hacer algo bajo la bandera de la solidaridad”.
“En todo caso, esta es una misión compartida: ‘Estamos todos en la misma barca’, nos lo recordó Francisco. Y es verdad. El problema es, como dice el padre Rafael Velasco, que mientras unos viajan en primera, otros van amontonados en la bodega”, añadió.
También describió que los “abuelos” en los barrios están “encerrados, sin poder salir a la vereda para compartir unos mates, producto del peligro que se instaló en la provincia”. El jesuita insistió en que los jóvenes –a los que definió como “víctimas de las drogas”– deben tener más “oportunidades”; manifestó que las escuelas deben volver a ser lugar de formación. “Nos desesperan la deserción de los chicos en el colegio, las aulas despobladas, reemplazadas por una esquina del barrio o un rincón de la placita”, describió.
“Rezamos, juntamos las manos, pero después de juntar las las abrimospara el servicio, para dar las, para meterlas sin miedo de que se ensucien, pero que se ensucien en el barro de nuestra debilidad y no en el fango de la corrupción”, dijo, y reclamó que si los diferentes sectores, incluyendo la Iglesia, “no meten las manos”, los narcos “seguirán ganando”.
La convocatoria terminó con el canto del Himno Nacional y el grito de “¡Argentina, Argentina!”. Hubo banderas argentinas y no otro tipo de identificaciones sectoriales. “¡Basta de droga! ¡Basta de violencia!” fue el lema de la convocatoria.
Horas antes de la manifestación, los miembros del Comipaz se reunieron con el ministro de Seguridad, Julián López. Estuvieron el obispo Rossi, el rabino Marcelo Polakoff, el pastor Norberto Ruffa, el imán Jihad Sleiman y la diácona María Pedicino, y, según dijeron, conversaron sobre la preocupación social por la inseguridad y la problemática de las adicciones.
“Es muy importante escuchar la experiencia que tienen las organizaciones en diversos temas, particularmente la voz de todos los credos reflejada en esta mesa habla de la visión integral que nos interesa tener en el gobierno de Córdoba”, dijo López después de la reunión. También estuvo en el acto frente a la Catedral. Esta semana tendrá otras reuniones con diferentes instituciones.
No es la primera vez que Oberlin es amenazado o atacado. Casi poco después de su llegada, en 2010, a la parroquia Crucifixión del Señor, donde pronto advirtió que la droga era un problema serio en los barrios más pobres del oeste de la ciudad de Córdoba, como Müller y Maldonado. Tiempo después era una referencia para los vecinos honestos y un desafío para los deshonestos; él protegió a las “madres del paco” de los narcos que las amenazaban. Y comenzó a sacar a los pibes de las calles y montó las casitas que, con los años, se convirtieron en el centro de rehabilitación de jóvenes adictos de Campo de la Ribera.
Además de este ataque que impulsó la decisión de la Arquidiócesis de Córdoba, en las últimas semanas se sucedieron los reclamos por la inseguridad en distintos barrios de Córdoba. Las últimas dos zonas que reaccionaron fueron las cercanas a la Terminal de Ómnibus, donde una banda empezó a atacar robando mochilas y teléfonos móviles, y Nueva Córdoba, por “ataques pirañas” protagonizados por jóvenes. El gobierno decidió que un cuerpo motorizado patrulle la zona
CÓRDOBA.– La Iglesia cordobesa se puso a la cabeza de una manifestación pública contra la inseguridad y el narcotráfico, a la que se sumaron los diferentes credos reunidos en el Comité por la Paz (Comipaz). Desde la explanada de la Catedral, en el corazóndeestaciudad,elarzobispoÁngel Rossi pidió cambios “profundos”. En un duro mensaje, afirmó: “No es la consigna de ninguna facción, porque es la de todos. El tema central no es la tajada propia, egoísta, sino el bien común de nuestra gente, el cuidado de todos y, especialmente, de los más débiles”. Unas 400 personas lo escucharon y asintieron.
En primera fila estuvieron funcionarios provinciales y el intendente y candidato a gobernador por el oficialismo, Martín Llaryora, además del viceintendente, Daniel Passerini. Los referentes de todos los partidos políticos fueron invitados por la Iglesia a sumarse.
“Este grito, este anhelo, tampoco es exclusividad de ninguna religión. Es un lugar sagrado que nos une a todos los credos, es un templo común, donde hay lugar también para quienes no profesan ninguna fe, donde descalzamos el alma, juntamos las manos, donde lloramos y rezamos. Nos duele y nos llena de impotencia ver a nuestros niños y jóvenes ser víctimas de la miserabilidad de unos pocos”, añadió.
Esta es la segunda vez que la Iglesia de Córdoba hace una convocatoria de este tipo con eje en una problemática de la provincia; la anterior fue en 1996, en pleno conflicto educativo con el gobierno.
El ataque armado contra la misión del padre Mariano Oberlin, un cura que desde hace años intenta rescatar a jóvenes adictos de las garras de las redes del narcomenudeo, a las que denuncia sin pausa a pesar de las presiones, fue clave para la decisión de la Arquidiócesis de Córdoba de convocar a todos los credos y a todos los partidos políticos a concentrarse frente a la histórica Plaza San Martín.
Por supuesto, Oberlin estuvo en la convocatoria, quien destacó que es “importantísimo sentir el apoyo del arzobispo”, y enfatizó que la idea “no es acusar a nadie, sino visibilizar los problemas, que estas cuestiones salgan a luz”. La convocatoria se inició con los testimonios de dos jóvenes que luchan contra el flagelo de las drogas.
El 14 de este mes, sicarios dispararon “al voleo” hacia las instalaciones de una granja y centro de rehabilitación que la fundación que Oberlin tiene en la zona de Campo de la Ribera. Lo curioso es que a poco más de 50 metros del lugar hay un puesto policial y quienes realizaron el ataque, desde un auto que llevaba puesta la patente de otro vehículo afincado en Buenos Aires, pasaron por delante de los uniformados, que nada hicieron para detenerlo.
Luego de ese ataque, el arzobispo Rossi fue enfático en condenar la balacera y los permanentes hostigamientos y amenazas que Oberlin viene recibiendo desde hace años por proteger a los jóvenes y a sus madres de las garras del narcotráfico. “Solemos decir que esto no es Rosario, todavía. Estamos en un momento donde casi depende de nosotros que esto no sea Rosario, pero si nos descuidamos va a serlo en tres meses, o ya lo es”, advirtió. Desde el gobierno salieron al cruce de ese planteo y subrayaron: “Córdoba no es Rosario”.
Una “misión compartida”
Ayer, el sacerdote jesuita sostuvo: “Algunos tienen, por supuesto, dada su función, más responsabilidad que otros en esta labor, pero de esta no zafa nadie. Somos conscientes de que hay realidades que los ciudadanos del llano no podemos manejar, que superan nuestras modestas posibilidades: cuestiones de macroeconomías, de alta política, de juego de los poderosos, que ciertamente a la mayoría nos superan, pero que están al alcance de instituciones que sí pueden y deben administrar para el bien común”. Al resto, les pidió “hacer algo bajo la bandera de la solidaridad”.
“En todo caso, esta es una misión compartida: ‘Estamos todos en la misma barca’, nos lo recordó Francisco. Y es verdad. El problema es, como dice el padre Rafael Velasco, que mientras unos viajan en primera, otros van amontonados en la bodega”, añadió.
También describió que los “abuelos” en los barrios están “encerrados, sin poder salir a la vereda para compartir unos mates, producto del peligro que se instaló en la provincia”. El jesuita insistió en que los jóvenes –a los que definió como “víctimas de las drogas”– deben tener más “oportunidades”; manifestó que las escuelas deben volver a ser lugar de formación. “Nos desesperan la deserción de los chicos en el colegio, las aulas despobladas, reemplazadas por una esquina del barrio o un rincón de la placita”, describió.
“Rezamos, juntamos las manos, pero después de juntar las las abrimospara el servicio, para dar las, para meterlas sin miedo de que se ensucien, pero que se ensucien en el barro de nuestra debilidad y no en el fango de la corrupción”, dijo, y reclamó que si los diferentes sectores, incluyendo la Iglesia, “no meten las manos”, los narcos “seguirán ganando”.
La convocatoria terminó con el canto del Himno Nacional y el grito de “¡Argentina, Argentina!”. Hubo banderas argentinas y no otro tipo de identificaciones sectoriales. “¡Basta de droga! ¡Basta de violencia!” fue el lema de la convocatoria.
Horas antes de la manifestación, los miembros del Comipaz se reunieron con el ministro de Seguridad, Julián López. Estuvieron el obispo Rossi, el rabino Marcelo Polakoff, el pastor Norberto Ruffa, el imán Jihad Sleiman y la diácona María Pedicino, y, según dijeron, conversaron sobre la preocupación social por la inseguridad y la problemática de las adicciones.
“Es muy importante escuchar la experiencia que tienen las organizaciones en diversos temas, particularmente la voz de todos los credos reflejada en esta mesa habla de la visión integral que nos interesa tener en el gobierno de Córdoba”, dijo López después de la reunión. También estuvo en el acto frente a la Catedral. Esta semana tendrá otras reuniones con diferentes instituciones.
No es la primera vez que Oberlin es amenazado o atacado. Casi poco después de su llegada, en 2010, a la parroquia Crucifixión del Señor, donde pronto advirtió que la droga era un problema serio en los barrios más pobres del oeste de la ciudad de Córdoba, como Müller y Maldonado. Tiempo después era una referencia para los vecinos honestos y un desafío para los deshonestos; él protegió a las “madres del paco” de los narcos que las amenazaban. Y comenzó a sacar a los pibes de las calles y montó las casitas que, con los años, se convirtieron en el centro de rehabilitación de jóvenes adictos de Campo de la Ribera.
Además de este ataque que impulsó la decisión de la Arquidiócesis de Córdoba, en las últimas semanas se sucedieron los reclamos por la inseguridad en distintos barrios de Córdoba. Las últimas dos zonas que reaccionaron fueron las cercanas a la Terminal de Ómnibus, donde una banda empezó a atacar robando mochilas y teléfonos móviles, y Nueva Córdoba, por “ataques pirañas” protagonizados por jóvenes. El gobierno decidió que un cuerpo motorizado patrulle la zona
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