Otro acto autocelebratorio
Sin sorpresa, Cristina Kirchner se mostró como la referente del Frente de Todos y marcó la cancha de los próximos partidos que ella promete no volver a jugar
Claudio Jacquelincristina Kirchner ayer, frente a la multitud en la Plaza de Mayo
No hubo revelaciones. Tampoco sorpresas. Fue una auténtica conmemoración autocelebratoria. No hubo anuncio ni despedida. Ni siquiera un plan de acción definido y preciso. Como si no hubiera urgencias. Ni ansiedades.
Cristina Kirchner solo les ofreció a sus miles de fieles un espejo retrovisor para mirar el futuro. Y algunas advertencias para que no se perdieran por el camino. Lo mejor es lo que ya pasó. La guía para el futuro está en el pasado. El que va de 2003 a 2015. Fue un himno a la utopía retrospectiva, con un intento refundacional.
La presentación de “la jefa”, apurada por la lluvia, de espaldas a la Casa Rosada, sin el habitante al que ella llevó hasta ahí. Se pareció, como casi siempre, pero también más que nunca, a un concierto solista. Lo coronó y lo consagró como tal el reclamo recitalero de sus fans (“una más y no jodemos más”), al que la destinataria se resistió sin desairarlo, pero sin ceder. No era otra canción lo que le pedía ese público con el que ella representaba un diálogo desde las alturas. Le pedían otra presidencia. O alguna señal. Silencio.
La disposición de quienes la acompañaron arriba del escenario tampoco permitió sacar conclusiones respecto de la principal incógnita sobre la que la vicepresidenta prolonga el misterio. La ubicación solo dejó algunas señales crípticas, como respuestas de oráculos.
Apenas un paso detrás de ella estaban su hijo biológico y quien es considerado por todos como su hijo político. A la izquierda Máximo, a la derecha Axel Kicillof, junto al resto de la familia que se hizo presente. El cuadro lo completaron la cuñada Alicia, sus nietos y la madre de uno de los nietos. Postal casi completa.
Un poquito más lejos, también en primera fila y a la izquierda, fueron ubicados los otros dos señalados, junto al gobernador bonaerense, como probables elegidos para encabezar (o integrar) la fórmula presidencial que se espera que ella bendiga. Eduardo “Wado” de Pedro y, al final, Sergio Massa. No es mucho, pero es algo.
La obvia interpretación fue ratificada por el jefe de la CTA, Hugo Yasky, que fue ubicado detrás de Cristina Kirchner: “En el escenario estaban algunos de los compañeros que pueden tomar la posta en este momento”. A Daniel Scioli y a Agustín Rossi, los otros autoprecandidateados, que piden participar de las PASO, no se los vio allí. Están demasiado identificados con el presidente Alberto Fernández, el gran desplazado de la liturgia conmemorativa.
Para la interpretación hacia el futuro, además de la ubicación, hay que considerar algunas líneas del discurso. En ese plano podrá decirse que tanto Kicillof como De Pedro volvieron a sacarle otra luz de ventaja a Massa.
La nueva demonización del Fondo Monetario Internacional así como los trazos gruesos económicos que Cristina Kirchner trazó hacia adelante coinciden más con la acción en el pasado y el discurso en el presente del gobernador bonaerense y exministro de Economía de la etapa autocelebrada que con los posicionamientos y afinidades del actual titular de Hacienda.
“Si no logramos que el programa que el FMI impone sea dejado de lado, va a ser imposible pagar”, dijo con claridad y sin eufemismos. No es lo que está haciendo Massa. El ministro solo promete una mano salvadora del organismo para apenas un par de días antes de que haya que inscribir las alianzas y, luego, las listas. No es con un palo, como manda Cristina Kirchner, sino con una zanahoria con lo que intenta sostener sus ambiciones. El riesgo cierto de la debacle le permite el artilugio. Después se verá.
En lo político y generacional, los otros dos aspectos que Cristina Kirchner volvió a poner como elementos centrales para el tiempo que vendrá, el ministro del Interior volvió a ser iluminado con su palabra, proyectando otra sombra sobre su colega de Economía, que no cumple con el requisito de ser hijo de la generación diezmada. La condición no es casual.
El tiempo de aquella generación fue el de Néstor y Cristina Kirchner, como el expresidente dijo en su discurso de asunción hace 20 veinte años, recordado y reivindicado ayer. “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”, dijo Kirchner entonces. Ahora Cristina señala a sus sucesores generacionales. Kirchner había completado el párrafo con otra oración que puede tener ecos reveladores: “No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo”.
No obstante, Massa estuvo allí en la primera fila y en su beneficio puede anotar que Cristina Kirchner no nombró la palabra inflación. El ministro había estado horas antes en el tedeum en la Catedral, cual hijo de padres divorciados, junto al Presidente excluido del acto de la plaza. La doble presencia aceptada por todos no puede hacer más que recordar las palabras de Malena Galmarini, esposa del ministro. “Sergio se va a quedar hasta el fin del Gobierno, porque el fin del Gobierno será cuando él se vaya”.
El discurso transitó por los tópicos ya conocidos, con el Poder Judicial y, especialmente, la Corte Suprema en el podio de los réprobos. La única novedad fue haber puesto a los actuales integrantes aun por debajo de los que integraban el Tribunal Supremo a los que Néstor Kirchner dedicó su primera cadena nacional, apenas 10 días después de haber asumido, para pedirles el juicio político. “Un mamarracho indigno”, calificó a esta Corte Suprema en la comparación con la defenestrada hace 20 años.
La expresión fue en línea con el tono coloquial que le imprimió a toda su alocución, en línea con el manual del discurso populista. “Hablo como ustedes porque soy como ustedes, pero también soy distinta y les hablo desde acá arriba”, diría el filósofo Emilio De Ippola. Lo refrendó en el final. Cuando volvió a llover, tras jactarse de que le gustaban la lluvia “y las tormentas” (sic), remató: “Claro que yo estoy bajo techo, pero ustedes se mojan. ¡Qué viva!”. Trazó así, una parábola perfecta con el comienzo, cuando señaló como una señal del cielo lo que ocurría en ese instante: “¿No llueve ahora? Milagro” . Un ser superior al que su feligresía sigue adorando sin reparos (precisamente).
El ataque a la Corte fue completado con los enemigos de siempre. En primer lugar, los adversarios políticos que, según ella, consideran al kirchnerismo y, por extensión, al peronismo enemigos políticos. En ese lugar volvió a poner al frente al macrismo, a cuyo gobierno le dedicó varios párrafos acusatorios y descalificatorios. Ahora también suma allí a los libertarios de derecha.
Luego, volvió a atacar a los “medios hegemónicos”, a los que acusó nuevamente de tergiversar la realidad e impedir a la ciudadanía estar realmente informada. Como si el tiempo no hubiera pasado y las fuentes de información de la sociedad fueran las mismas de hace 20 años, cuando no existían las redes sociales y la multiplicidad de medios digitales que hay hoy.
“Quiero convocarlos a todos a que cuenten lo que pasa de verdad, para que esta vez la gente pueda decidir con claridad y con información. Esto es tarea militante. Hay que romperse lo que hay que romperse para eso”, exhortó sobre el final. Hace ocho años, tras la derrota de Daniel Scioli-Carlos Zannini, había descalificado el triunfo de Mauricio Macri por ser resultado de la desinformación y la manipulación informativa. Nada parece haber cambiado.
Otra vez la reseña de los logros de ese pasado virtuoso al que propone regresar volvió a ser el fruto de un manifiesto recorte que los cifras ponen en discusión. El proyecto de desarrollo de “matriz diversificada con inclusión social” aplicado de 2003 a 2015 tiene numerosas sombras, sobre todo durante los últimos seis años de su gobierno, en los que se registraron el crecimiento de la pobreza, el estancamiento del empleo, la devaluación de la moneda, el aumento de la inflación y del déficit fiscal y comercial, y una industrialización cuyo peso en el PBI no era mayor a finales de 2015 que el que tenía en la demonizada década menemista. Eso dicen los números, no las palabras.
Como propuestas demandó la realización de un nuevo pacto democrático, ya que, repitió, el que se consagró a la salida de la última dictadura fue vulnerado con el atentado en su contra perpetrado el 1° de septiembre último.
También llamó a construir una nueva alianza entre lo público y lo privado para crecer, industrializar y, sobre todo, para conjurar las nuevas amenazas de los poderes extranjeros, que, una vez más, vienen por los recursos naturales del país. Nada demasiado novedoso ni preciso.
Solo trazos gruesos para marcar la cancha de los próximos partidos que ella promete no volver a jugar. Fue otro acto autocelebratorio, en el que no faltaron invocaciones religiosas y divinas: “Sin Dios y sin la Virgen no estaría acá”, concluyó.
La centralidad estaba asegurada. La falta de revelaciones y la prolongación de los misterios esenciales le dan la continuidad que ella y los suyos necesitan. Para ellos fue un reencuentro sin novedades, pero también sin decepciones
Les ofreció a sus fieles un espejo retrovisor para mirar el futuro
Massa estuvo en primera fila y en su beneficio puede anotar que Cristina no mencionó la palabra inflación
El discurso transitó por los tópicos ya conocidos, con el Poder Judicial y, especialmente, la Corte Suprema
Fue un reencuentro sin novedades, pero sin decepciones
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