domingo, 12 de noviembre de 2023

DE NO CREER Y AL MARGEN


Massita, enojadísimo con la diosa Fortuna
Carlos M. Reymundo Roberts
Argentina's Economy Minister and presidential candidate for the Union por la Patria party, Sergio Massa, gestures during the presidential debate at the Assembly Hall of the Universidad de Buenos Aires (UBA) Law School, in Buenos Aires 
Voy a empezar con una primicia, y desde ya advierto a otros medios y a las redes que cuando se hagan eco de ella deben consignar la fuente; odio que copien y peguen sin citarme, con el esfuerzo que me costó conseguir esta información. Massita, un hombre de fe –desde muy chico profesa el massismo–, acaba de presentarse ante la Divina Providencia en tono de reclamo; en realidad no tuvo que presentarse porque allí lo conocen bien. En un alto de su frenético despliegue hizo saber a esa instancia suprema que la concatenación de sucesos adversos de los últimos días no puede ser otra cosa que una campaña orquestada desde el más allá para frustrar su llegada a la presidencia. Puso énfasis sobre todo en que haya salido a la luz ahora, dos semanas antes de la segunda vuelta, el escándalo de la red de espionaje kirchnerista. “¿Por qué tuvo que ser en este momento, eh?”, protestó. En un extraño planteo, Massita casi que acusó a los cielos de estar haciendo cosas propias de los infiernos.
Cinco fuentes independientes entre sí revelaron a De no creer el tenor de la respuesta que recibió el candidato. Primero. Calma: en el conurbano, fuente y razón del voto peronista, la historia de los espías al servicio de La Cámpora no está concitando un gran interés; como que en los sectores más vulnerables de ese territorio la atención no está puesta en teléfonos hackeados, sino en el precio de la papa; sí, la papa, que estaba en 89 pesos el kilo en agosto del año pasado, cuando asumió Massita para salvarnos de Batakis, y hoy está en 899 pesos, un aumento del 910% (certero e impiadoso el relevamiento de Néstor Scibona). Segundo. Muchas veces las picardías de los políticos, como los 100.000 dólares invertidos por Insaurralde para conquistar el corazón de Sofi Clerici, tienen un efecto sorprendente en el electorado: la gente terminó agradeciendo la difusión de fotos y videos porque le permitió darse una vueltita por el Mediterráneo. Tercero. No hay que hacerse la cabeza con conspiraciones urdidas desde el más allá, sino reparar en el más acá. “Sergio Tomás –amonestó la voz celestial–, esto te pasa por no haber echado a los ñoquis de La Cámpora”.
El “espionajegate” que tanto inquieta a Massita no deja de ser una saga tipo James Bond, solo que el lugar de Sean Connery, Roger Moore o Pierce Brosnan acá lo ocupó Ariel Zanchetta, un expolicía que se hacía pasar por periodista y en realidad era un tremendo buchón al servicio de los pibes y las pibas para la liberación. La cosa se vuelve más interesante si ponemos el ojo en el staff completo de esta asociación ilícita con organigrama de pyme: Zanchetta era el jefe de Provisión de Insumos; gerente de Operaciones, el camporista Fabián “Conu” Rodríguez, al mismo tiempo alto funcionario de la AFIP; director ejecutivo, el diputado Rodolfo Tailhade, factótum de la Comisión de Juicio Político a la Corte Suprema; vicepresidente, Máximo Kirchner, y presidenta, mamá Cristina. Del topo Zanchetta hasta la terminal Cristina había solo dos instancias (Máximo era considerado una célula dormida), lo cual garantizaba un rapidísimo flujo de la mercadería. Por ejemplo, si el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, le mandaba un whatsapp a su mujer, primero lo leía Cristina.
Se sabe que los espiados eran cientos: jueces, funcionarios, dirigentes políticos, periodistas… Me dicen que yo no estoy en la lista: un bajón. Pero sí estaba Massita: le grabaron decenas de conversaciones, le hackearon el mail y llenaron de micrófonos su despacho. Tailhade pasó días enteros revisando ese material. Cuando estuvo seguro de la catadura del personaje, llamó a Cris: “Tranqui, es uno de los nuestros”.
Otra incómoda novedad en el tramo final de la campaña fue la destitución del juez federal Walter Bento, de Mendoza, kirchnerista por adopción y por costumbres. En los tribunales era conocido como “Bento a favor”, por su propensión a viajar y a favorecer en los fallos a narcos y contrabandistas. Había sido designado por Néstor, siempre infalible en sus castings. En una década sumó más de 200 viajes de lujo y placer a Estados Unidos. Ni Insaurralde acumula ese millaje. Cristinistas como Wado de Pedro y Anabel Fernández Sagasti, escuderos de Bento durante años, dicen que les resultó muy cuesta arriba defenderlo. Nunca estaba.
Es un hecho que en el debate de mañana Milei, incluso en su actual modo zen, sacará a relucir los trapos sucios. Massita espera ironías como esta: “Che, para más detalles sobre la asociación ilícita hablá con Rossi, tu compañero de fórmula, que hasta hace tres meses era el jefe de Zanchetta”. Puede refregarle en la cara lo de Bento, pero más haber protegido a Scapolan, el tenebroso fiscal destituido en abril por trabajar para una banda de policías y abogados que extorsionaba a narcos.
Massita siempre tiene respuesta para todo. Imagino que, sin perder la calma y mirando hacia las alturas, dirá: “Señor, perdónalo, no sabe lo que dice”.

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El offside flagrante de los simuladores

Héctor M. Guyot
Fabián "Conu" Rodríguez, Ariel Zanchetta y Rodolfo Tailhade, vinculados en una red de espionaje ilegal

Nada es lo que parece en el kirchnerismo. Desde el principio, los Kirchner jugaron con las formas de la democracia en la superficie mientras ocultaban bajo la mesa las maniobras oscuras, muchas de ellas delictivas, tendientes a robar fondos públicos y lograr su objetivo de máxima: una hegemonía que les permitiera concentrar el control del Estado y, por extensión, de la sociedad. La distancia que había entre las fantasías del relato y la realidad que buscaban esconder confirmaba esta doble dimensión en la que actuaba el populismo. Pero no había caso, lo que se perpetraba en los sótanos afloraba cada tanto a la superficie. Era la lava que subía desde las profundidades de un volcán en erupción. La tropa K salía a contener el incendio a base de más relato y más operaciones sucias. Por esta necesidad agónica de mantener separadas la esfera de lo visible de aquella en la que debía permanecer oculta la evidencia pornográfica, la saga del kirchnerismo podría describirse como el despliegue constante de una simulación. Tanto llegaron a dominar los Kirchner este arte que convencieron a sus fieles de que los simuladores no eran ellos, sino sus enemigos. Hace falta mucha habilidad para esconder un elefante detrás de una margarita, pero los santacruceños lo lograron. Para eso, promovieron la ceguera voluntaria. Sin embargo, la fuerza del encantamiento no pudo evitar fisuras elocuentes. Una de ellas, memorable, fue el despertar de la exministra María Eugenia Bielsa, cuando se le escapó la verdad ante un grupo de militantes: “Robamos, muchachos, robamos, y perdónenme que lo diga así”.
Por supuesto, no la perdonaron. El show debía seguir. Y siguió. Siguió a pesar de la borrachera de billetes bien regados con whisky en la Rosadita, de los millones de dólares saltarines de López y su carabina, de los cuadernos de Centeno, de las fortunas fatídicas de jardineros y secretarios, de la irreprochable sentencia condenatoria en el juicio de Vialidad y de tantos otros crímenes y pecados expuestos a la luz del sol. A la simulación, parece, no hay quien la pare, aunque por su propia desmesura siempre encuentra obstáculos.
"Con la revelación del fiscal Pollicita, los simuladores quedaron al descubierto otra vez. Y quedó claro: acusaban a los jueces del delito que estaban cometiendo ellos"
Esta semana lo que saltó de las entrañas de la Tierra es una gran estructura de espionaje ilegal gracias a la cual el kirchnerismo se lanzó a una simulación temeraria: el juicio político a los miembros de la Corte Suprema. Una constante: cada visión de los sótanos del oficialismo confirma la naturaleza berreta de sus operaciones clandestinas, en las que la práctica ilegal se confunde con una turbia militancia política.
En un extremo de esta red hay un policía retirado, exagente “inorgánico” de la SIDE, que se dice periodista y que, se presume, maneja su propia tropa de espías. Solo así es posible armar más de mil carpetas con información íntima y sensible de políticos opositores, empresarios, jueces, artistas, deportistas y hasta importantes dirigentes del peronismo. La sed de control y dominio ha de ser inagotable para espiar incluso a los propios. De este lado de la red actuaban un dirigente de La Cámpora y el diputado Rodolfo Tailhade, principal impulsor del juicio político a la Corte y el primer general de Cristina Kirchner en su guerra contra la Justicia. Todo indica que la red de espionaje ilegal termina en la vicepresidenta, que en un país en caída libre consagró su gestión a un solo afán: la conquista de su impunidad.
Con esta revelación del fiscal Pollicita, los simuladores quedaron al descubierto otra vez. Y quedó claro: acusaban a los jueces del delito que estaban cometiendo ellos (la proyección, otro clásico). En offside flagrante, el miércoles levantaron sus carpetas y escaparon de la reunión de comisión que impulsa el jury contra el máximo tribunal. “Perdieron por abandono. Por eso huyen con vergüenza”, describió con precisión Mario Negri, rápido de reflejos. La farsa se pospuso hasta después del balotaje, para que esta frustrada simulación no complicara otra en curso.
La simulación de Sergio Massa también es palpable. El único que no parece advertirlo es él mismo, y por eso repite con tono monocorde y descaro invicto que él no es kirchnerista (aunque se abrazó a Cristina), que no sabe nada del juicio político a la Corte (a pesar de que sus diputados lo hicieron posible), que no forma parte de este gobierno (del que es socio fundador) y que trae bajo la manga las soluciones para los graves problemas del país (que ha agravado durante su gestión como ministro a cargo). ¿Estamos acaso frente al no va más de los simuladores? Muchos de los que así lo creen van a darle su voto el domingo de la verdad. Más que una paradoja o un absurdo, se trata de un síntoma de lo bajo que ha caído la democracia argentina cuarenta años después de haber sido recuperada. Y con ella, el país.
¿Y qué hay del otro lado? ¿Podría Javier Milei ser el antídoto contra la infatigable simulación kirchnerista, que hoy alcanza otra cumbre en la performance del candidato Massa? Muchos apuestan que sí, aun cuando saben que el prospecto de ese jarabe amargo no trae detalladas las contraindicaciones que podrían derivarse de su ingesta.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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