Nunca tantas personas han afirmado haber asistido a un concierto de rock como el que los Sex Pistols dieron en Manchester en el verano de 1976. Los historiadores del género, que han analizado el fenómeno pues se lo considera una piedra basal de la cultura punk, concluyen que, en realidad, el recital estuvo muy lejos de ser multitudinario, e incluso algunos dicen que sólo lo presenciaron unas pocas docenas de personas. Pero en lo que todos coinciden es que, muchos o pocos, quienes vieron aquel día a los Sex Pistols salieron de allí con la decisión de formar una banda. "Si Jesucristo nació en Belén -graficó Steve Diggle, de los Buzzcocks-, el punk británico nació en Manchester ese día". Para cuando un mes más tarde Los Ramones colmaron Camden para su primer concierto en Londres, ya nadie tenía dudas de que una nueva subcultura había surgido para gritar su inconformismo y rebeldía con códigos y una estética propios, iniciando el que tal vez fue el último movimiento contracultural del siglo XX, y uno de los más polémicos, un movimiento surgido de la música pero que impregnaría desde la moda hasta la poesía y el cine de su época.
Cuarenta años después de aquel verano europeo en que los deprimidos suburbios comenzaron a llenarse de crestas de colores, gruesos borceguíes y símbolos anarquistas pintados en paredes levantadas durante una era industrial que daba muestras de su fin, el futuro que los poetas punk negaban (No future, bramaban los Sex Pistols) sí ha llegado. Y en lo que muchos ven una contradicción para un movimiento contestatario, los numerosos homenajes que por estos días llenan la agenda cultural de Londres con conferencias, presentaciones de libros, exhibiciones y conciertos, son apoyados activamente por el gobierno, el establishment al que el punk combatía desde sus crudas canciones.

Sin embargo, mucho sí parece haber cambiado para bien o mal. Los rebeldes de antes son hoy parte de otro establishment, Apple es más influyente que cualquier banda de rock, las grandes marcas de la industria presentan colecciones inspiradas en los viejos punk, y los padres con sus hijos escuchan juntos Los Ramones, borrando las diferencias generacionales. Para algunos es una derrota cultural del movimiento punk. Para otros, señales de un triunfo con la confirmación de que gracias a su inconformismo los punk que hace cuarenta años no veían un futuro ayudaron, sin embargo, a forjar uno distinto.
J. N.
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