miércoles, 6 de junio de 2018

LA PÁGINA DEL MORDAZ


LA TRAGEDIA DEL BARCO FANTASMA
El naufragio
El crucero USS Indianapolis con sus 186 metros de eslora se desliza por las aguas del Océano Pacífico a la altura del Mar de Filipinas. Es el 30 de julio de 1945 y han pasado 14 minutos de la medianoche. El mar está tranquilo y la tripulación que duerme plácidamente se despierta ante una terrible explosión. No pasan más que unos pocos segundos cuando un segundo ruido atronador estremece el barco que comienza a escorar. Doce minutos después los tripulantes que lograron lanzarse al agua a tiempo con sus salvavidas, ven como la nave se va hundiendo de proa hasta que la popa, con las hélices aun girando en el aire, desaparece en un remolino de agua. Trescientos hombres quedan atrapados y se hunden con el buque y otros 900 quedan flotando en el agua. Están solos en el vasto Océano Pacífico, como el Indianapolis participa en una misión ultra secreta y por lo tanto no puede enviar ningún tipo de mensajes, es un barco fantasma y nadie acude al rescate.

Crucero Indianápolis
Una misión de dudoso honor
El Indianápolis había participado en varias operaciones de guerra en la campaña naval del Pacífico y colaboró con la Fuerza de Tareas en la recuperación de islas tomadas por los japoneses. El desempeño más importante fue su participación en la toma de la isla de Okinawa, último bastión de la defensa japonesa. Allí fue seriamente dañado por torpedos que lo obligaron a retirarse del conflicto para reparaciones en el puerto naval de San Francisco.
Su última misión era extremadamente secreta, tenía que transportar hacia la isla de Tinian partes de Little Boy, la bomba atómica que sería lanzada sobre Hiroshima. También transportaría uranio enriquecido en una cantidad que equivalía a la mitad de todo este elemento disponible en el planeta.
Solo dos hombres, que formaban parte del Proyecto Manhattan, que subieron a bordo, conocían la misión. El resto de la tripulación incluido Charles McVay, el capitán del barco, ignoraban el contenido de las cajas blindadas que fueron introducidas en la bodega de la nave.
Con total silencio radial, el Indianapolis se desplazó hasta llegar a Tinian el 26 de julio de 1945, una de las islas de la Marianas del Norte. Después de haber sido conquistada a los japoneses, Tinian se había transformado en una base importante con grandes pistas para el despegue de aviones incluyendo los pesados bombarderos Boeing-29, uno de los cuales, el Enola Gay, en menos de dos semanas lanzaría sobre Hiroshmia el arma más destructiva que conociera la humanidad.
Cumplida su misión, y sin que la tripulación desembarcara, el Indianapolis puso proa hacia su nuevo destino en la isla de Guam. A esta altura de las circunstancias se habían cometido dos errores cuya omisión habría salvado a la nave y a su tripulación. A McVay no se le informó que había submarinos en la zona y se le negó el pedido de que lo escoltara otra nave, generalmente un destructor con equipamiento antisubmarino.
El festín de los tiburones
Cuando despunta el alba los sobrevivientes tiritando de frío ven que se aproximan varios tiburones. Las aletas dorsales surcando el agua les resultan una imagen aterradora. Siguiendo su patrón de comportamiento, comienzan a girar alrededor de los náufragos quienes se congregan formando grupos, ya que flotar aisladamente significaba una muerte segura.
Pasado el mediodía son cientos los escualos que infestan las aguas. El primer día devoran a los marineros muertos que, para fortuna de los que aún vivían eran numerosos, pero una vez que dan cuenta de los cadáveres se concentran en el resto de los náufragos. Estos han aprendido su táctica: uno de ellos empezaba a dar círculos hasta que parecía alejarse y de pronto se veía la aleta enfilando rápidamente hacia su presa. Los marineros gritan y patalean y el tiburón se aleja, pero otras veces no. Entonces se escucha el grito desgarrador de la víctima que desaparece bajo el agua, mientras un charco de sangre se forma en la superficie.
El sol produce ampollas en la piel y deshidrata a los náufragos y a partir del tercer día la sed devoradora hace que algunos tomen agua de mar. Esto les produce confusión mental y alucinaciones, se alejan del grupo sin rumbo fijo y son presa de los tiburones.
A las 11 de la mañana del cuarto día, el piloto de un bombardero que estaba patrullando el mar en busca de submarinos divisa una mancha de aceite y varios puntos de color naranja que al aproximarse se transforman en hombres con sus salvavidas. Reporta el hallazgo a la base con el siguiente mensaje: “muchos hombres en el agua” y da la posición de los náufragos.
A las pocas horas llega un hidroavión que recoge a 56 hombres y a la medianoche se aproxima el crucero USS Doyle que estaba en ruta. De los 900 hombres que cayeron al agua tan solo 316 son rescatados, el resto se ahogó o fueron devorados por los tiburones.

Marineros rescatados se recuperan sobre la cubierta del crucero que los socorrió
McVay, el capitán del Indianapolis se encontraba entre los sobrevivientes. Si se hubiera hundido con el barco, según dictan las reglas del heroico romanticismo naval, hubiera pasado a la historia como un héroe, pero en este caso resultó ser el chivo expiatorio, de las negligencias de otros. Se lo sometió a una corte marcial donde se lo acusó de que tenía que haber navegado en zigzag, cuando estaba comprobado que esa maniobra es prácticamente inútil. Así lo afirmó en su testimonio el capitán del submarino japonés que tuvo que declarar en el juicio señalando que la maniobra en zigzag no habría evitado el hundimiento.

Capitán Charles Mc Vay
Las autoridades navales que le negaron la compañía de un crucero escolta no sufrieron sentencia alguna, pero Mc Vay fue dado de baja temporariamente hasta que el almirante Nimitz lo restituyó en sus funciones. Se retiró sin lograr ascensos. Recibió llamadas anónimas y cartas que lo acusaban de cobarde e incompetente hasta que su figura fue revindicada por el presidente Clinton, pero él no se enteró, se había suicidado en 1968.
La mayoría de los demás sobrevivientes, jamás se recuperaron psíquicamente de aquellos cuatro días de pesadilla en el mar rodeados de tiburones. Paradojas del destino, la tripulación del Indiannapolis pagó carísima la misión que debía cumplir y que ignoraba totalmente. En cambio la tripulación del Enola Gay que arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima, más como un desafío hacia sus aliados soviéticos que para acabar con Japón, además de conocer su misión fueron condecorados como verdaderos héroes.

El Enola Gay y su tripuloación
Alex Last. USS Indianapolis sinking: 'You could see sharks circling'. BBC NEWS, 29,07,2013.
La tragedia del Indianápolis. Extracto de un artículo publicado por el New York Times. 2GM, 17,06,2008.http://www.lasegundaguerra.com/viewtopic.php?f=81&t=1188

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.