lunes, 14 de enero de 2019

EL ARTE Y LA GASTRONOMÍA....LOS CUADROS DE BODEGÓN



La comida en el arte, una mirada a través de cuatro siglos

Obra de Giacomo Ceruti.
El Palazzo Martinengo de Brescia expone obras maestras de grandes artistas relacionadas con el tema del alimento, en un recorrido cronológico, que va desde el siglo XVII hasta el XX, e iconográfico. Esta muestra, que podrá verse hasta el 14 de junio, forma parte de la Exposición Internacional de Milán, cuyo lema es “Alimentar al Planeta, Energía para la Vida”
“La comida es hambre, la comida es dulce, la comida es rica, es pobre… la comida es descubrimiento, es viaje… la comida es color, la comida es goce, la comida es tierra, es mar… la comida es intercambio, la comida es dinero, la comida es despilfarro, la comida es agua, la comida es norte, es sur, es este, es oeste… la comida es rápida, es lenta, la comida es casa, es calle, la comida es juego del trabajo, la comida es fiesta, la comida es moda, la comida es presente, es futuro… la comida es mía, la comida es tuya, la comida es de todos… porque la ¡comida es vida!”.

Obra de Emilio Longoni.
Este es el largo lema elegido para publicitar la Exposición Internacional de Milán , que a sus numerosos significados hay que añadir otro tan sencillo como fundamental: la ¡comida es arte! Simplemente desde hace más de dos milenios forma parte con pleno derecho de los temas de la historia del arte, habiendo llegado incluso a convertirse en indiscutible protagonista de las distintas representaciones pictóricas.
Valga para todas, un ejemplo cuando en época de los emperadores romanos, Vitruvio define xenia (el concepto de hospitalidad para la antigua Grecia) las decoraciones murales con los dones alimentario que el anfitrión ponía a disposición de sus huéspedes en las propias habitaciones donde se alojaban en su villa, para que fueran consumidos libremente sin tener que acudir al comedor.
Con la caída del Imperio romano de Occidente (476 c.C.) el refinado arte clásico de extracción naturalista fue sustituido progresivamente por la cultura estética de las poblaciones germanas. A partir de entonces, y motivado por los radicales cambios socioeconómicos reflejados en las producciones artísticas, se inició el abandono progresivo del uso de la iconografía alimentaria, que excepto en algunas esporádicas apariciones –en especial fruta y verdura aparecida en los misales, en los capiteles o en los ciclos de los meses– duró sustancialmente en el curso del alto y en gran parte del bajo medievo,
Obra de Evaristo Baschenis,Obra de un pintor florentino de mediados del Seiscientos.Obra de Pieter Boel.Obra de Vicenzo Campi.
Hasta la revolucionaria entrada de Giotto, que tradujo el arte de la pintura de griego en latino y lo redujo en moderno. Con la llegada del Renacimiento, se registran dos fenómenos muy interesantes; en el ámbito sacro se hace cada vez más marcada la presencia de los comestibles, especialmente en la iconografía mariana, mientras en la pintura profana de las elegantes cortes renacentistas italianas aparecen las primeras figuraciones de suntuosos banquetes, testimonios además de la buena educación,que estableció el florentino Giovanni della Casa en un libro de 1551.
Para la historia del alimento en el arte, es de capital importancia el noveno decenio del siglo XVI que marca la definitiva afirmación de su protagonismo. De hecho, en 1580-1585, el cremonés Vincenzo Campi, inspirándose en los modelos nórdicos elaborados ya por Pieter Aertsen y Joachim Beuckelaer,realizó cuatro espectaculares lienzos, considerados el verdadero punto de partida de la naturaleza muerta en Italia. Los pioneros trabajos de Campi, Bartolomeo Passerotti y Annibale Carracci, junto con los retratos compuestos con frutas y verduras de Arcimboldo, fueron de fundamental importancia para este nuevo género, que cobraría un enorme éxito con una sucesiva e interminable lista de obras.
Obra de Giovanni Battista Recco.Obra de Giovanni Stanchi.Obra de Francesco Noletti.
Y ahora, como un pregón y en línea con el tema central de la Expo Milán“Alimentar al Planeta, Energía para la Vida”, esta exposición revela según un criterio iconográfico y cronológico el interés de los pintores, activos entre los siglos XVII y XX, por representar la comida habitual de sus tierras natales, lo que brinda además la ocasión de descubrir algunos alimentos ya desaparecidos.
Un centenar de maestros del arte antiguo, como Campi, Ceruti, Figino, Recco, Ruoppolo, Stanchi,establecen un diálogo con autores modernos y contemporáneos, desde Magritte a De Chirico, de Manzoni a Fontana, de Lichtenstein hasta Andy Warhol.
Obra de Ambrogio Figino.Obra de Jacopo Chimenti.Obra de Giacomo Liegi.
De hecho, como declara su comisario, Davide Dotti. ”Exponiendo un centenar de obras focalizadas en el tema de la alimentación, pertenecientes a la historia del arte italiano, desde fines del Quinientos hasta hoy, establecemos un fuerte vínculo con la Exposición Universal milanesa. Se trata de un recorrido en la historia del arte, focalizada en el alimento y en los lugares implicados. Como se evidencia, los artistas se sentían muy cercanos a las tradiciones de las tierras de origen, como queda patente, por ejemplo, en los cuadros napolitanos, en los que mostraban sus dulces tradicionales; en las obras de los toscanos y de los emilianos que aparecen embutidos, o en los de los lombardos, la caza”.
El contenido de la exposición de la ciudad de Brescia, la romana Brixia, ofrece una ulterior profundizaciónde los argumentos propuestos en la Expo  de Milán, y guiará al público en un largo y emocionante viaje por las corrientes pictóricas de la historia del arte –del Barroco al Rococó y del Romanticismo decimonónico a las vanguardias del siglo XX– para “saborear” las diversas iconografías relativas a la figuración de la naturaleza muerta que los artistas afrontaron con gran estímulo y originalidad.
Obra de Luigi Benedicenti.Obra de Luciano Ventrone.Obra de Filippo de Pisis.Obra de Giorgio de Chirico.
Todo ello difundido durante más de cuatro siglos: como los títulos expuestos Comedores de requesón, de Vincenzo Campi; el Plato de melocotones, de Ambrogio Figino (el primer bodegón de la historia del arte italiano, realizado cinco años antes del Cesto, de Caravaggio); la Mesa con sandías, del pintor divisionista Emilio Longoni, así como la Última Cena, de Andy Warhol, un acrílico sobre lienzo que reinterpreta en clave pop el Cenáculo de Leonardo.
Obra de Andy Warhol.Obra de Renato Guttuso.Obra de Nel Ramos.Obra de un artista lombardo.
A fín de evitar un empacho alimentario, una decena de “especialidades” separan el recorrido: de la fruta a la verdura, del pescado a los mariscos, a la caza de pelo o de pluma, de los embutidos y quesos a la carne, para deleitar con dulces y rociar con vinos y licores.
Obra de Daniel Spoerri.Obra de René Magritte.Obra de Piero Manzoni.
“Espero que esta reseña provoque un apetito no sólo artístico… descubrir nuestra tradición gastronómica a través de la mirada de los artistas puede estimular el apetito intelectual… Del centenar de obras, 26 son inéditas y que han prestado coleccionistas particulares. Me enorgullece presentar las de Giacomo Ceruti, apodado el Pitochetto, con sus pinturas de mesas aderezadas, jamás expuestas anteriormente al público”, añade el comisario.
Arte y gastronomía: los bodegones, testigos de la evolución del gusto

Luis Meléndez: Bodegón con ciruelas, brevas, pan, barrilete, jarra y otros recipientes
Además de tablas, diez años de experiencia como profesor de Historia del Arte te permiten anticipar las reacciones de los alumnos. En breve empezaré a explicar a mis pupilos el Barroco y como cada año, sé lo que me dirán cuando les enseñe los bodegones de los principales maestros. La reacción general pasa por sorprenderse ante su realismo, y muchos sonreirán al comparar la riqueza exhibida en las mesas flamencas y holandesas frente a la carestía de las españolas. Y algún alumno habrá que me pregunte por qué se pintaban estos cuadros. Ahora que las redes sociales rebosan de las fotos que subimos con el móvil de lo último que comimos, no está de más conocer el origen de esta pasión por representar lo que tenemos en el plato.

Felipe Ramírez: Bodegón con cardo, francolín, uvas y lirios
El género pictórico del bodegón –o naturaleza muerta- surge en el Barroco de la mano de pintores como el italiano Caravaggio. Los bodegones se caracterizan por ser recreaciones pictóricas de objetos inanimados tales como piezas de vajilla, flores o alimentos. La principal finalidad de estos cuadros era mostrar el virtuosismo técnico del autor.Los maestros exhibían en sus bodegones su habilidad en la composición de la obra, el manejo de las luces y las sombras, o la representación de las diferentes cualidades táctiles de las superficies de los objetos. Frente a los retratos o los cuadros religiosos, los bodegones se consideraban entonces un género menor que no gozaba de gran prestigio. No obstante, no faltaban compradores dispuestos a adquirir aquellas obras en las que la realidad había sido captada de una forma tan fidedigna que hoy nos parece fotográfica.

Heda: Naturaleza muerta con copa dorada
A pesar de la irrelevancia de los temas representados, la elección de los objetos no siempre era baladí. Algunos bodegones transmitían mensajes a los espectadores, ya que elementos como las flores representaban la fugacidad de la vida, mientras que las fresas o las cerezas se asociaban a las pasiones carnales. Algunos historiadores dados a exagerar las virtudes de nuestra patria mientras esconden algunas de sus carencias han realizado interpretaciones algo forzadas del carácter moralizador de los bodegones para justificar la pobreza reflejada en las mesas españolas del Barroco frente a las del resto de Europa. Según estas interpretaciones, no se trataría de falta de recursos, sino de la austeridad y ascetismo que caracteriza a un espíritu cien por cien español. Sea como fuere, al comparar la riqueza de los bodegones de pintores holandeses como Heda con los interpretados aquí por Sánchez Cotán o Zurbarán dan ganas de echarse a llorar. Asumámoslo: los pintores de bodegones representaban la realidad que les rodeaba, por lo que hoy se consideran testimonios de gran valor para conocer la historia de la gastronomía.

Luis Meléndez: Bodegón con besugos, naranjas, ajo, condimentos y utensilios de cocina
Una visita al Museo de El Prado puede depararnos numerosas lecciones sobre nuestro pasado gastronómico. Así, podemos constatar que aunque la intolerancia religiosa acabó con la presencia en nuestra cocina de productos de origen andalusí como el cilantro o el alcuzcuz no alcanzó a los francolines. Estas aves de caza eran tan apreciadas en Al-Ándalus que las autoridades prohibieron su venta a judíos y cristianos en tiempos de escasez. Su estima no decayó en Castilla durante el siglo XVII, ya que podemos encontrar este pajarillo en la pintura de Felipe Jiménez “Bodegón con cardo, francolín, uvas y lirios”. Otro ejemplo: en varios bodegones de Luis Meléndez -principal maestro español del género- se aprecia que las acerolas triunfaban en la España del XVIII, o que los besugos ya llegaban frescos a Madrid –fíjate en el brillo de los ojos y las escamas- antes de la invención del ferrocarril. ¿Son o no son estos cuadros herramientas imprescindibles para conocer nuestro pasado culinario?

Paul Cézanne: Cesto de manzanas
El declive del bodegón llegó con el siglo XIX, cuando prácticamente desapareció de los estudios de los pintores. Aunque posteriormente grandes maestros retomaron este género, su manera de abordar los bodegones está a años luz del realismo del Barroco. Cézanne mantenía que la forma de pintar estos cuadros no debía ser distinta a la de pintar paisajes. Picasso se mostró interesado por las frutas y las piezas de vajilla durante su etapa cubista, pero únicamente por su valor geométrico, susceptible de ser descompuesto en diferentes planos. Fue Andy Warhol quien dio la puntilla al bodegón, haciendo que plátanos, botellas de Coca-Cola y latas de sopa de tomate perdieran su individualidad y se convirtieran en los objetos clónicos que exhiben nuestros supermercados.Ahí reside su genialidad y su valor como testigo de la evolución del gusto, ¿o acaso se puede expresar mejor el estado en que la sociedad de consumo sumió a la pobre gastronomía?

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