Los polos ideológicos, en una doble propuesta del San Martín
Dos obras, encabezadas por Osmar Núñez y Boy Olmi, traen a la memoria la relación entre los artistas y el nazismo
El autor sudafricano Ronald Harwood es bien conocido en Buenos Aires. En gran medida porque una de sus piezas más famosas, El vestidor, capturó el interés del público y la crítica cuando se puso en escena en 1997 y en 2018 (actualmente en gira nacional, con dirección de Corina Fiorillo). Harwood tiene escritas 24 piezas y más de una decena de guiones cinematográficos. El pianista (2002) le posibilitó obtener un Oscar y la Palma de Oro, en Cannes. Dentro de su material dramatúrgico hay tres obras cuya acción se desarrolla durante el predominio del nazismo en Europa. El creador se detiene en ciertos artistas de la época o analiza de manera descarnada las consecuencias que ese período dejó en el mundo del arte.
Dos de esas obras Colaboración (2008) y Tomar partido (1995) tienen la posibilidad de representarse de manera individual o conjuntamente. Esto último permite completar un panorama devastador sobre un tiempo en el que se pretendía que los creadores tomaran partido por una ideología que, indudablemente, podía llevarlos a separarse de sus verdaderos intereses.
Colaboración muestra la historia personal y profesional entre el compositor alemán Richard Strauss y el escritor austriaco Stefan Zweig, que dio como resultado la creación de la ópera La mujer silenciosa. Tomar partido expone el proceso preparatorio que realiza la Comisión Antinazi para los Artistas. Al comandante Steve Arnold se le encarga investigar la actividad del director de orquesta Wilheim Furtwängler entre 1933-1945.
Ambos textos se representan en el Teatro San Martín. Dirigida por Marcelo Lombardero, la propuesta está interpretada por Osmar Núñez, Boy Olmi, Lucila Gandolfo, Néstor Sánchez, Sebastián Holz y Romina Pinto. A su vez, el trabajo cuenta con un equipo musical conformado por Vicky Gaeta en canto, Mariano Manzanelli en piano y Agostina Sémpolis en violín.
Osmar Núñez y Boy Olmi son los protagonistas de ambas piezas. En apariencia, intérpretes con perfiles opuestos, pero que se han entregado a esta experiencia con una gran pasión. "Tenemos la oportunidad artística no solo de transitar dos grandes textos sino de componer personajes muy diferentes en cada obra. Es un tour de force, un ejercicio fascinante para un actor. En solo diez minutos debemos cambiarnos e ingresar en la segunda obra. Es un juego teatral que impone un desafío único", explica Boy Olmi.
-Una de las cuestiones en las que hace hincapié Ronald Harwood se refiere al rol de los artistas frente a un determinado proceso político. ¿Cuál es su planteo concreto?
Boy Olmi: -Lo interesante y lo que hace tremendamente vigente estas obras es ese punto de vista desde el que uno se ubica para decodificar algo y decir de qué lado está. Por quién toma partido. En estas obras se exponen dos duelos dialécticos o dos cruces entre personas muy singulares. En las piezas hay un encuentro y un enfrentamiento entre los personajes que hacemos con Osmar. Según la lente que utilices descubrirás que uno o el otro tienen sus razones. Como en gran parte de los dilemas cada individuo tiene una parte de verdad.
Osmar Núñez: -El autor no toma partido, expone y no da respuestas. La salida la tiene cada uno. O se encierra en lo que ve y no quiere observar lo que sus límites no le permiten. Harwood no te enseña a vivir. No hay nada de eso. No asoma un atisbo moralista. Propone reflexionar, discutir y debatir porque él no es un opinólogo, expone a estos personajes dentro de una circunstancia. Hay dos artistas en la primera obra. Boy hace Zweig, el detonante para Strauss (interpretado por Núñez) en su vida artística y con el que tiene un vínculo muy intenso. Se admiraban mutuamente. Y ese vínculo se vio atravesado por la intolerancia y los obligó a coartar sus procesos creativos.
-La ópera que crearon entonces, La mujer silenciosa, es la menos representada de Strauss. Parecerían pesar sobre ella aquellas circunstancias nefastas.
B.O.: -Hay una serie de leyendas en torno a eso, pero no en cuanto a la colaboración de estos hombres que fueron grandes artistas y cuya relación fue dividida por una herida que generó el odio racial en la Alemania de la guerra. Estamos ante un artista judío y otro alemán sospechado de ser cercano al nazismo y nunca probado porque su condición de artista estaba por encima de todo eso.
-En Tomar partido asoma con crueldad el momento en que se investiga a un artista...
O.N.: -A Steve Arnold le encomiendan la tarea de encontrar un chivo expiatorio. Casi todos los que han sido juzgados en el arte han sido chivos expiatorios. Gente que tenía que trabajar. Es muy difícil hablar de un lugar en el que uno no ha estado y ni siquiera ha vivido pero conoce a través de la historia. Sabemos que fue un momento espantoso, que no queremos que vuelva a pasar. No solo es una propuesta artística, es una propuesta humana muy fuerte. Enfrentarse a estos interrogantes tan importantes sobre la humanidad es muy conmovedor. El arte tiene que cumplir con eso, si no, es todo muy plano y dejamos el corazón de lado.
B.O.: -La Sala Casacuberta, que remite al teatro griego por su forma, por su diseño único, propone lo que buscaba la catarsis griega, que el espectador salga transformado. Y es lo ambicioso de esta obra. El espectador va a tener que preguntarse cosas, incomodarse y acomodarse internamente, va a salir queriendo hablar. Es la misión que tenemos, como actores, de movilizar el interior de la gente en donde el corazón y la cabeza entran en diálogo.
-¿Ronald Harwood es muy piadoso con sus criaturas?
O.N.: -Este autor posee una manera de contar estos comportamientos humanos que lo emparentan con el teatro clásico. Es la anticara de otras banalidades teatrales. Está el cuento, la historia es asible, no es lejana, nos habla a todos. Y toca puntos muy determinados, como el amor, la injusticia, nadie está ajeno a eso. Para nosotros es un camino arduo. Jugarnos y meternos aun con cosas con las que no estamos de acuerdo en torno a lo ideológico, pero transformamos eso en una reflexión, no en una posición política o ideológica.
Colaboración/Tomar partido
Dirección de Marcelo Lombardero.
Teatro San Martín, Corrientes 1530.
Miércoles a domingos, a las 19.30.
C. P.
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