miércoles, 5 de febrero de 2020

DE NO CREER


El Presidente está haciendo los palotes

Los argentinos nos hemos dado un gran presidente. Que no es este. Hablo en pasado. Rivadavia, por ejemplo. O Sarmiento, Mitre, Roca. Incluso Alfonsín, que cumplió de sobra el papel que le dio la historia en un momento fundamental del país. El presidente actual, Alberto, está haciendo los palotes. Lo digo como un atributo: tiene conciencia de sus limitaciones y entonces intenta aprender. Aprende mucho. En estos 50 días fue anotando todos sus errores para no volver a cometerlos. Anoche puso el último: "La mentira es un arma muy eficaz y jamás me desprenderé de ella. Pero sobre una entrevista con el Papa no conviene mentir. Por una sencilla razón: le creen más a él que a mí".

¡Muy bien, profesor! Ha dado en la tecla. Si durante el encuentro en el Vaticano se habló del aborto, es una chambonada decir después en conferencia de prensa que el tema no había estado presente en las conversaciones. Bergoglio está dispuesto a tragarse sapos, como la designación de Marisa Graham, reconocida militante de la legalización del aborto, al frente de la Defensoría de Niñas, Niños y Adolescentes. Pero no es cuestión de mojarle la oreja. Se ligó una fea desmentida oficial de la Santa Sede, profesor. Ni Cristina, de la que se comenta que una vez, hace muchísimos años, dijo algo que era cierto, se animó a tanto después de sus siete reuniones con Francisco. Acá usted le declaró a Miau Miau Silvestre que el gobierno de Macri no había hecho ninguna obra pública -"nada, nada, nada", repitió-, un videíto que muestra decenas de obras lo dejó en ridículo, y no pasó nada. Estamos muy acostumbrados al relato, a la mentira. Mentir no es gratis: mentir paga. Pero afuera sea más serio. A ver si nos entendemos, Alberto: juegue con Dylan, no con el Papa.

Lección aprendida, entonces. Otra. Ojo con los viajes. Usted puso un pie en Ezeiza y los Kirchner se adueñaron del escenario para hacer de las suyas. Cristina se mostró en Santa Cruz con Gerardo Ferreyra y Osvaldo Acosta, de Electroingeniería. Los tres están procesados en el caso de los cuadernos. Gracias a Dios se habían puesto casco, porque si no hubiese parecido una foto de un juicio oral en Comodoro Py. Igual, pareció una afrenta, un desafío. Además, Cris pidió ahí que se termine la ruta 9, obra que Lázaro Báez cobró y no hizo, lo cual es comprensible: hacerla lo hubiese puesto en gastos. El caso forma parte de la causa Vialidad, en la que los dos están procesados. Qué karma el de ella: todo lo que toca se convierte en expediente.

Para no quedarse atrás, Alicia, Alicita Kirchner, pidió (o su cuñada le hizo pedir) a Aníbal Fernández como interventor en el yacimiento de carbón de Río Turbio, probablemente el mayor monumento a la corrupción de la historia argentina, ante el cual hasta palidece Yacyretá. Me dicen que Aníbal ya había rechazado un ofrecimiento (el consulado en Sinaloa), pero que este le resultó irresistible. Es probable que ya no se diga más "poner a Drácula a cuidar el Banco de Sangre", sino "poner a Aníbal a cuidar Río Turbio". Alberto, vuelva ya mismo. Dos días más y lo tenemos a Boudou convertido en jefe del Servicio Penitenciario.

La tercera. A Máximo, Maximito, se le escapó un exabrupto en su polémica de anteayer con Fernando Iglesias en Diputados. Habló de "llenar una bolsa de mierda y revolearla para todos lados". Iglesias acababa de hacer un pormenorizado informe del enorme endeudamiento del país durante el gobierno de Néstor y Cristina, y Maximito, que es picarón, astuto, pero no precisamente una persona letrada, quiso defenderlos y terminó mostrando tanta falta de argumentos como de oratoria. Pero no seamos duros. Ni natura ni Salamanca le prestaron nada. Se le aplica a él lo que Guillermo Salatino escribió en un tuit sobre la diputada Gabriela Cerruti por haber dicho que la Argentina está mejor que Australia: "La ignorancia es atrevida".
Alberto ya sabe, pues, que sus salidas del país lo arriesgan a eso. Es una de las tantas enseñanzas que le dejaron los primeros 50 días. Él detesta a Aníbal, no precisamente por objeciones éticas. No podría tenerlas quien ha trabajado tantos años, y lo sigue haciendo, para los Kirchner. Son las formas, el estilo orillero de la Morsa lo que no tolera. Y que todavía haya gente que lo confunda con él. Alberto sabe también que haberle atribuido novelas a Borges es una demostración de ignorancia y atrevimiento indignos de un presidente argentino. Y de un profesor. Y sabe que no puede distraerse o mirar para el costado: al frente de una subsecretaría del Ministerio de Agricultura designaron a Yanina Settembrino, de la corriente revolucionaria Bolívar Zamora, que vivió muchos años en Venezuela sirviendo a la causa de Chávez y Maduro. Intentará replicar acá el exitoso modelo chavista de producción de alimentos.
Es cierto, el Presidente no puede estar al tanto de todo. Con el panorama de tierra arrasada que encontró, se le escapan cuestiones menores, como que el muy circunspecto Archivo General de la Nación de pronto se puso a hacer propaganda política. O que en el primer mes de su gobierno la deuda pública aumentó, según cifras oficiales, 12.000 millones de dólares.
Argentinos, argentinas, tranqui. Tenemos un presidente que aprende. Los que no aprendemos somos nosotros.

C. M. R. R.

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