martes, 18 de febrero de 2020

HISTORIAS DEL CRIMEN,


El caso Cóppola: la causa inventada de "la cocaína en el jarrón"
Cóppola, trasladado desde el juzgado de Bernasconi hasta la cárcel de Dolores
El representante de Maradona pasó 60 días preso en el penal de Dolores, pero fue liberado y absuelto en un juicio oral; en cambio, el juez federal que lo había detenido, su secretario y dos policías sí terminaron condenados, acusados de valerse de su posición para armar causas de drogas contra miembros de la farándula
Detrás de los muros de 40 centímetros de espesor del centenario penal de Dolores en el que hoy una decena de jóvenes esperan que se resuelva si les dictan la prisión preventiva en su contra por el homicidio de Fernando Báez Sosa, hace 23 años, Guillermo Cóppola, entonces manager de Diego Maradona, pasaba allí lo que describió como los peores dos meses de su vida.
Tras las rejas de esa cárcel de provincia terminó Cóppola un recorrido de 200 kilómetros desde su departamento de Avenida del Libertador 3460 cuando, el 10 de octubre de 1996, se entregó a los policías que lo buscaban porque estaba acusado de integrar una organización de "ricos y famosos" dedicada al tráfico de drogas.
En el núcleo de los investigadores policiales y judiciales, el procedimiento contra esa banda de narcotraficantes se conoció como "Operación Cielorraso", en alusión a la cabellera blanca del representante del astro del fútbol mundial. Pero nadie recuerda el caso con el nombre de ese operativo.
El caso judicial que generó las páginas más memorables de la historia de la televisión argentina, por las insólitas peleas ante las cámaras de un grupo de jóvenes atrevidas y vistosas que se codeaban con los policías que detuvieron a Cóppola y con el poder, quedó grabado para la posteridad en el imaginario social como "la causa del jarrón". Es que, justamente, dentro de un adorno de ese tipo, en aquel departamento de la Avenida del Libertador apareció casi medio kilo de cocaína, hecho en el que se fundó la detención de Cóppola.
El jarrón en el que hallaron 409 gramos de droga
Tras varios meses de efervescencia inigualable, la causa que comenzó con un escándalo que llegó a salpicar a connotados referentes de la Casa Rosada de la época cayó por su propio peso. En una curiosa parábola, el expediente terminó con Cóppola y el resto de los acusados liberados y con el entonces juez federal de Dolores Hernán Bernasconi, su secretario Roberto Schlägel y los dos policías bonaerenses que integraban su grupo operativo de confianza contra las cuerdas.
Bernasconi, Schlägel y los policías terminaron condenados por haber inventado la causa de drogas más mediática y escandalosa de la historia criminal argentina.
Hasta el penal de Dolores llegó Maradona dos días después de la detención de su representante. En vano el Diez intentó ingresar en la Unidad Penal 6 para festejar el cumpleaños de su amigo.
Su presencia en Dolores fue un pandemónium. Ante el despliegue de periodistas y técnicos de los móviles de TV, la curiosidad por ver en directo al ídolo acercó hasta la cuadra de Riobamba al 200 a una multitud que conformó una barrera casi infranqueable.
Luego de varios intentos, Maradona dio marcha atrás con su camioneta negra y se marchó sin poder visitar a su representante.
Bernasconi, en el Juzgado Federal de Dolores, cuando todavía dirigía la causa Cóppola
Este hecho fortuito colaboró para que se cumpliera la orden que había impuesto el secretario de Bernasconi, que tenía decidido impedir que la celda de Cóppola se convirtiera en una suerte de salón de fiestas con 18 invitados, entre los que figuraban el crack y su esposa, Claudia; Sonia Brucki, que en esa época era novia del manager de Diego; Natalia, su hija, y su yerno, Mario Dobronich.
Entre otros, Cóppola compartió sus días en la cárcel de Dolores con Máximo Nicoletti, alias Alfredito, preso por liderar la banda que en 1994 asaltó un camión de caudales de la empresa Tab-Torres en Moreno e integrante del grupo comando enviado a sabotear a la flota británica que se abastecía en Gibraltar de camino a librar la Guerra de las Malvinas.
Luego de 60 días en la cárcel dolorense, cuando las pruebas que decía tener Bernasconi comenzaron a resquebrajarse y la presión de las defensas forzó que la causa cambiara de juez y se mudara a la Capital, Cóppola fue trasladado al penal de Caseros. Allí pasó otros 37 días hasta que fue liberado.
Dos policías conocidos
Si bien las condenas por armar "la causa del jarrón" recayeron sobre el exjuez federal Bernasconi, su secretario Schlägel y los policías Antonio Gerace y Daniel Diamante, lo cierto es que el caso había comenzado con la declaración de otros dos uniformados que pronto también se volverían famosos, pero por un hecho todavía peor.
En los primeros días de octubre de 1996, el oficial Sergio Camaratta le pidió a su compañero Gustavo Prellezo, que dirigía la Oficina de Judiciales del destacamento de Cariló, que redactara un oficio para pedirle al juez Bernasconi la intervención de varios teléfonos, entre ellos, el de Cóppola.
Camaratta fundamentó que mientras investigaba un caso de drogas en la costa le había llegado un anónimo que revelaba las presuntas operaciones de una red de narcos vinculada con la farándula. Con esta declaración, Bernasconi abrió el sumario Nº 575, que pocos días después derivó en los operativos que terminaron con las detenciones de Cóppola, Héctor Rubén "Yayo" Cozza, Tomás "Paco" Simonelli, Claudio Alberto "Gordo" Cóppola, Gabriel "la Morsa" Espósito -cuñado de Diego Maradona- y el exfutbolista Alberto César Tarantini.
Bernasconi procesó al representante de Maradona y a tres de los cuatro imputados por presunta tenencia ilegítima de estupefacientes con fines de comercialización, agravada por la cantidad de intervinientes. El cuñado de Diego fue liberado al día siguiente de la detención de Cóppola, pero el juez lo procesó por suministro de estupefacientes a terceros y tenencia para el consumo. Tarantini fue liberado y procesado por supuesta "tenencia de drogas para consumo".
Al ser indagado, Cóppola negó la acusación en su contra y le dijo a Bernasconi: "La droga no es mía, me la pusieron". Cuatro años después de aquella declaración con la que se inició la causa contra Cóppola, Camaratta y Prellezo fueron condenados a prisión perpetua por el asesinato del fotógrafo de la revista Noticias José Luis Cabezas, ocurrido en Pinamar el 25 de enero de 1997.
Cóppola, trasladado desde el juzgado de Bernasconi hasta la cárcel de Dolores
Tres mujeres se convirtieron en protagonistas mediáticas y judiciales de "la causa del jarrón": Natalia Denegri, Samantha Farjat y Julieta La Valle. Con Cóppola preso, las tres coparon horas de televisión junto con Cozza y Tarantini, una vez liberados. Por entonces, sus presencias en los programas del prime time aseguraban escandalosas discusiones y, por supuesto, altísimo rating.
Recordaría Cóppola más tarde: "Durante el viaje los policías me sugirieron que repartiera culpas, que distribuyera el juego. Después el juez quiso que implicara a Maradona y a Marcelo Tinelli. Pero cómo voy a hablar de Diego, si es mi hermano, o de Tinelli, a quien conozco circunstancialmente. Allí vino lo peor. 'No tengo nada que decir', le dije" a Bernasconi, que tras recibir esa respuesta dispuso que el manager fuese llevado a la cárcel de Dolores.
Fue Sonia Brucki, por entonces novia de Cóppola, la primera en revelar el extraño vínculo entre las tres mujeres y los policías que metieron preso al representante.
"Estoy indignada porque vi cosas que no me gustan. Por ejemplo, a los policías que intervinieron en el procedimiento durante el que detuvieron a Guillermo y a esta tal Samantha en el Hotel Plaza. Los vi juntos y compartieron una mesa en un restaurante al que fui a cenar con mi madre", contó.
En realidad no hacía más que confirmar algo que se veía a diario en Dolores: la estrecha relación entre las tres mujeres y los policías al servicio de Bernasconi.
"A Natalia y a Julieta las conocí dos días antes del allanamiento, cuando vinieron a mi casa con una amiga de mi mujer y con mi mujer. Samantha dijo que me conocía de Punta del Este, pero yo casi no la recordaba", explicó Cóppola en una entrevista
Un mes después de la detención de Cóppola, Farjat y Lavalle revelaron cómo había llegado la droga al jarrón. Ambas se presentaron ante el juez federal de San Isidro Roberto Marquevich y dijeron que Denegri -que entonces salía con Tarantini y que hoy es una actriz y conductora de TV radicada en Miami y ganadora de siete premios Emmy- había colocado en el jarrón los 409 gramos de cocaína.
Denegri, a su turno, le inició un juicio millonario al Estado: demandó por el tiempo que estuvo detenida injustamente y porque le colocaron droga para imputarla.
Como consecuencia de las declaraciones que La Valle y Farjat prestaron durante la madrugada en el juzgado de San Isidro, la Cámara Federal de Mar del Plata le sacó el expediente a Bernasconi y lo mandó a Comodoro Py.
"La causa del jarrón" se cerró en diez minutos. Fue el tiempo que le llevó al juez Jorge Tassara, del Tribunal Oral Federal Nº 2, leer el fallo en el que se absolvió a Guillermo Cóppola, en junio de 1999.
Tres años después, Cóppola volvió a Comodoro Py. Junto con Maradona, Denegri y el empresario de la noche Carlos Ferro Viera presenció la lectura de la sentencia del Tribunal Oral Federal Nº 5 que condenó a nueve años y medio de prisión al juez que lo había metido preso, una pena que, finalmente, se redujo a ocho: Bernasconi pasó 33 meses preso.
La caída. El exjuez fue hallado y detenido en un convento carioca
La Usina. En este barrio serrano del Gran Tijuca el exjuez Hernán Bernasconi vivió tres meses hasta que fue detenido; pasó por dos penales cariocas hasta que fue extraditado
En una vivienda de la Usina, cerca de Tijuca, al oeste del centro de Río de Janeiro, Hernán Gustavo Bernasconi vivía como un ciudadano común. Podía serlo para los cariocas que circunstancialmente se lo cruzaban en las intrincadas calles de aquella zona durante esos días intensamente cálidos del inicio del verano de 2000. Pero no lo era en absoluto: ese hombre, que a los 50 años, en octubre de 1996, había llegado al cenit de su carrera como juez federal cuando anunció al país, desde su despacho de Dolores, que había desbaratado una narcobanda VIP que abastecía de droga a ricos y famosos capitaneada nada menos que por el manager de Diego Maradona, estaba allí desde hacía tres meses como clandestino, cobijado por los curas del convento de San Camilo. La Justicia argentina lo requería desde el 4 de noviembre de 1999 como jefe de una asociación ilícita.
Según la circular de difusión roja de Interpol DR-3705/99/UDI/G9, o sea, el requerimiento de detención con fines de extradición, "de marzo a noviembre de 1996 Bernasconi, aprovechándose de su cargo de juez federal de la provincia [de Buenos Aires], formó una asociación ilícita junto con tres policías y el secretario del juzgado [Roberto Schlägel] para involucrar a distintas personas conocidas públicamente en el comercio de estupefacientes".
El entonces juez federal porteño Gabriel Cavallo, que instruía la causa 10.237, en la que le imputaba a su colega los delitos de asociación ilícita, encubrimiento, prevaricato y privación ilegítima de la libertad, había encomendado a la Unidad Antiterrorista y al Departamento Interpol de la Policía Federal rastrear a Bernasconi por toda la región. Temía que pudiera usar Brasil como escala para desplazarse hacia España o Italia.
Los pesquisas federales pudieron precisar que en octubre de 1999 el brasileño Luis Leite dos Santos había acompañado a Bernasconi a San Pablo y le había conseguido un refugio provisorio. Ese hombre, pues, se convirtió en objetivo.
El 20 de enero de 2000 se detectó que Leite dos Santos había abordado el vuelo 941 de la extinta aerolínea Varig con destino a la mayor ciudad de Brasil. Y le pasaron el dato, crucial, a sus colegas de Interpol Brasilia. Esperaban que tomara contacto con el prófugo.
Los agentes brasileños detectaron a Leite dos Santos y lo siguieron. A 30 minutos de viaje desde las playas de Copacabana, el rastro los depositó en el convento de San Camilo, en el barrio Alto da Boa Vista, una zona serrana de Gran Tijuca donde funcionó la usina termoeléctrica usada en el tendido ferroviario carioca.
A las once de la noche del 21 de enero de 2000, ocho agentes lo rodearon. Él no se resistió. El 22 de enero, Bernasconi fue trasladado al presidio de Ponto Zero, en el barrio de Benfica. En ese curioso penal que carecía de mínimas medidas de seguridad rápidamente congenió con los otros presos en su corta reclusión allí: varios policías corruptos, dos abogados y un político menor. "Es un gran hombre, una mente brillante. Dijo que era un perseguido político. Que se había animado a acusar a gente poderosa, pero aun con las pruebas en su favor lo acusaron injustamente para hacerlo a un lado", explicó uno de esos reclusos en aquellos tórridos días, veinte años atrás.
Tanta exposición mediática obligó a las autoridades brasileñas a buscar un nuevo lugar de reclusión: lo sacaron de Ponto Zero, donde mientras leía al cobijo del aire acondicionado el resto de los presos se movían a sus anchas, recibían a sus mujeres y definían sus propios privilegios, y lo enviaron a otro presidio "con mayor seguridad". Finalmente, el juez Moreiro Alvez, el ministro relator del Superior Tribunal de Justicia de Brasil, decretó la extradición y en julio Bernasconi voló a la Argentina.

G. C.

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