sábado, 7 de marzo de 2020

AUTORES Y LECTURAS RECOMENDADAS,


El valor de lo transitorio


En algún año lejano, leí ese ensayo de Thomas Mann que se llama Schopenhauer, Nietzsche , Freud. De los cuatro nombres me interesaban entonces -y ahora- solamente dos, Mann y Schopenhauer, y ya no tanto tampoco.
 La voluntad de convertir a Freud en un romántico tardío nos resulta ahora equívoca, aunque, por otro lado, es claro que Freud conocía la literatura de los siglos XVIII y XIX. Esto se nota con bastante claridad en su ensayo "La transitoriedad"
Para empezar, es necesario que "La transitoriedad" sea leído según las circunstancias en las que fue escrito: un volumen conmemorativo dedicado precisamente a Goethe que apareció en 1916 con el título Das Land Goethes, "El país de Goethe".

Freud opta inicialmente por una entonación personal: la evocación de una caminata al aire libre, acaso en las Dolomitas, con un amigo taciturno y un poeta joven, que bien podría haber sido Rainer Maria Rilke, aunque nada nos lo revela salvo el detalle de dónde procede el título del ensayo: el poeta admiraba el paisaje, pero lo perturbaba la presunción desgraciada de que esa belleza estuviera marcada por el signo de la extinción y la caducidad.
 El poeta es aquel que continuamente parece estar despidiéndose de las cosas y de los seres. No es el otro el origen de la perturbación del poeta, y esa perturbación puede atacarnos también a quienes no somos poetas ni nos llamamos Rilke.
Como sea, nos dice Freud en uno de los pasajes del ensayo: "Todo eso que de lo contrario él habría amado y admirado le parecía carente de valor por su destino de transitoriedad". La posición freudiana es la contraria de la del poeta (el valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo; la restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable) y le sirve para dar una insinuación, o en todo caso una versión achatada, de la teoría sobre el duelo que aparecerá un año después en "Duelo y melancolía"
Duelo y melancolía"

¿Pero qué relación existe entre el paseo de Freud con el amigo taciturno y el joven poeta, el duelo y el homenaje a Goethe para el que contribuía su ensayo? Una palabra alemana, una sola (o acaso dos, según veremos), que lo cifra todo: Vergänglichkeit, "transitoriedad", justamente, la palabra del título, y por eso mismo vergängliche, "transitorio", la palabra que aparece en los últimos versos del final del la segunda parte del Fausto: "Alles Vergängliche/ Ist nur ein Gleichnis;/Das Unzulängliche, Hier wird's Ereignis;/ Das Unbeschreibliche,/ Hier ist's getan". "Todo lo transitorio/ no es más que un símil;/ lo inaccesible aquí se realiza/ lo indescriptible/ se convierte en hecho". Este Chorus mysticus del Fausto desanuda la relación entre transitoriedad y eternidad, que para Goethe era, exactamente, "lo místico".
Mucho antes, en el Acto I del Fausto, Goethe había hablado de ya "reflejo" ( Abglanz en el original). Ahora, en el Chorus, lo terrenal es un símil ( Gleichnis) de lo divino, de lo permanente, de lo no transitorio.
Esto autoriza una especulación que Goethe, como cualquier artista, no necesita hacer: es allí, en lo transitorio, donde lo permanente elige mostrarse en cuanto símil. El místico sería, vistas las cosas de esa manera, quien logra arrancarle su condición de permanencia a la transitoriedad.
Freud podría haber llamado a su ensayo de otra manera. Pero entre las dos palabras posibles optó para su ensayo por "transitoriedad" en lugar de por "símil".
Es cierto que cuando escribió su ensayo -1916, recordémoslo- lo guiaba la experiencia de la Gran Guerra, un tiempo en el que no resultaba nada evidente que hubiera algún valor derivado de la fatalidad de la pérdida. A la vez, esa decisión revela algo más: el pensamiento se equivoca allí donde el arte acierta. O, lo que sería lo mismo: Goethe parece haber sido más sabio que Freud.

P. G.

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