Tres nuevos discos de las sombras oscuras del Río de la Plata para la pandemia
Lucas Colonna de José Unidos
Las restricciones para tocar en vivo no detuvieron todos los planes de los músicos. Por fortuna, son muchos los artistas que, ante la imposibilidad de presentarse en vivo, se concentran en la edición de material nuevo. Es el caso de tres bandas que tienen mucho en común en términos estilísticos y podrían encuadrarse en una hipotética escena dark o gótica rioplatense: Chillan las Bestias, que acaba de lanzar Casi farsante, José Unidos, que editó hace unos días José Unidos 5, y Malayunta, que puso en circulación La fragilidad de los inviernos
Chillan las Bestias reúne a exintegrantes de la banda argentina Ángela Tullida con el uruguayo Pedro Dalton, cabeza visible de Buenos Muchachos, un grupo clave de la historia del rock uruguayo. Dalton se propuso trabajar en un álbum más experimental que los anteriores, aprovechando también la diversidad que garantizan los temas de compositores diferentes de la banda formada por Pablo Ferrajuolo (bajo), Marcos Camisani (violín), José Navarro (batería), Luis Filippelli (guitarra), Franco D’scenso (piano) y Marcelo Fernández (guitarra acústica). El espíritu es el mismo, cambian las formas. “Es un disco de búsqueda de nuevas formas musicales -apunta Dalton-. Y también es más emocional que los que grabamos antes”.
Hijo directo del rock posdictadura, Dalton nació, creció y vive en Montevideo, lo que determina una lógica particular de funcionamiento para una banda con muchos integrantes argentinos. A la hora de hablar de influencias, cita a Bauhaus, The Cure y Joy Division. “Y también pienso en grupos de acá: Los Estómagos, Los Traidores, Zero, Neoh 23, Cadáveres Ilustres y los hoy existentes y superdefinidos RRRRRR, la banda que representa el dark en Uruguay por sobre todas las demás.
Pero yo hablo desde el punto de vista de alguien que vivió intensamente los años 80. Nosotros encontramos nuestro refugio en el dark de esa época. Y le sumamos la mezcla de tango y arrabal mas propia de Ángela Tullida y Pequeña Orquesta Reincidentes”, señala.
En términos de referencias, Lucas Colonna (guitarras, piano, órganos, bajo de seis cuerdas y voz) y Matías Bollinger (bajo, órganos y campanas), dos de los integrantes de José Unidos (el tercero es el baterista Tomás Molina), mencionan a Sumo, Don Cornelio y Virus. “En realidad, esas son las bandas que escuchábamos cuando éramos chicos –aclara Matías–. No disponíamos de mucha información porque vivíamos en Bariloche, no había internet y teníamos una sola disquería. Nuestra atención estaba concentrada en algunas obsesiones, y no nos interesaba el rock and roll en su modo tradicional.
Eso llegó más tarde, con los años y con el whisky. Hoy sí nos interesa ese sonido”.
Colonna cuenta una historia muy ilustrativa de aquellos primeros pasos del proyecto, en la década del 90: “Nunca tuvimos mucho rock nacional encima, pero alguna vez Franco, de Chillan las Bestias, que era más grande que nosotros y ya estaba estudiando en Buenos Aires, trajo a Bariloche un cassette de un grupo porteño que se llamaba El Quinto Elemento. Y era increíble: letras interesantes, baterías complejas y ninguna escala pentatónica sonando en la guitarra. Después, conocimos a Reincidentes (antes de que se llamaran Pequeña Orquesta Reincidentes) y a Dios, una banda que no usaba guitarras. Escuchábamos mucha música de afuera, sobre todo a las bandas que hacían relecturas interesantes de la psicodelia de los 60, con un poco más de ironía y menos flower power. Esencialmente, Echo & the Bunnymen”.
Para Chillan las Bestias, los referentes importantes, según enumera Dalton, son artistas como Nick Cave, Tom Waits y David Bowie. “Igual el abanico es más amplio: pienso en una banda como The Birthday Party, en la energía de The Clash, en la importancia de Leonardo Favio durante mi niñez, en los discos oscuros de Scott Walker, en el desastre industrial de Einstürzende Neubauten y en el trabajo completo de Pere Ubu, que es un grupo que sigue experimentando como si recién empezara y tiene más de cuarenta años de carrera. La voz de Diamanda Galas me conmueve, y la música de PJ Harvey me emociona, igual que los Nocturnos de Chopin y el segundo movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven”.
Integrado por Hernán Menard (voz y guitarra), Diego Peralta (guitarra), Alejandro Pérez (bajo), Marcelo Veiga (batería), Daiana Antonini (acordeón y órgano), Martín Murphy (chapa y percusión), Maxi Mazzeo (trompeta) y con Fernanda Ortega como invitada en violín, Malayunta es un proyecto que arrancó en 2011 y pegó un volantazo importante en 2016, con el disco Campo, o el bullicio de los insectos. “Ese álbum nos dio una perspectiva distinta y le abrió la puerta a La fragilidad de los inviernos. En la constante lucha entre la idea que tenés y lo que queda grabado, este disco es el que más se acerca a lo que pretendemos”, asegura Menard. “A mí me cuesta un poco pensar en un escena con un discurso artístico unificado –agrega–. Sí veo algunas bandas que tienen modos parecidos de producir y difundir, o que comparten lugares para tocar... Pero me parece que trabajan con perspectivas diferentes. En todo caso, si hay una escena que nos contiene, lo bueno es la multiplicidad de enfoques que ofrece”.
Ya desde el nombre, Malayunta evidencia un vínculo potente con el tango, una influencia que la banda no desmiente: “Una vez, un periodista de La Plata decía que nuestro primer disco era directamente de tango. Y lo argumentaba explicando que ese género nunca fue igual: el tango de los años 20 es distinto al de los 40 o los 60. Me gusta esa idea. Nosotros reconocemos un faro en el tango, la milonga y el lunfardo, pero también en el postpunk, en el desencanto de muchos poetas urbanos, en cierto aire desértico del western y en la música de entreguerras”.
Para la gente de José Unidos, el asunto de la escena es un enigma: “No sabemos si existe o no –dice Bollinger–. Cuando éramos más chicos, decíamos que éramos una banda de blues porque no sabíamos cómo se llamaba lo que hacíamos”.
Cuando entraron a grabar José Unidos 5 la idea era producir un disco que pudiera resistir el paso del tiempo: “Fue como poner algunos objetos significativos en una caja y guardarla con la intención de que alguien la abra en el futuro y la resignifique con su lectura. Es lo que nos pasa a nosotros con la música que escuchamos, que es principalmente música de los años 60. Los 60 son lo menos dark que nadie pueda imaginar, y ahí es donde más anclados estamos. Pero quizá nuestra interpretación de esa época esté condicionada por esta en la que vivimos. Y eso está bueno. Ojalá esa música que hicimos pueda entonces resistir el paso del tiempo y que alguien se tome el trabajo de resignificarla”.
“Si hay una escena que nos contiene, lo bueno es la multiplicidad de enfoques”
En términos de referencias, Lucas Colonna (guitarras, piano, órganos, bajo de seis cuerdas y voz) y Matías Bollinger (bajo, órganos y campanas), dos de los integrantes de José Unidos (el tercero es el baterista Tomás Molina), mencionan a Sumo, Don Cornelio y Virus. “En realidad, esas son las bandas que escuchábamos cuando éramos chicos –aclara Matías–. No disponíamos de mucha información porque vivíamos en Bariloche, no había internet y teníamos una sola disquería. Nuestra atención estaba concentrada en algunas obsesiones, y no nos interesaba el rock and roll en su modo tradicional.
Eso llegó más tarde, con los años y con el whisky. Hoy sí nos interesa ese sonido”.
Colonna cuenta una historia muy ilustrativa de aquellos primeros pasos del proyecto, en la década del 90: “Nunca tuvimos mucho rock nacional encima, pero alguna vez Franco, de Chillan las Bestias, que era más grande que nosotros y ya estaba estudiando en Buenos Aires, trajo a Bariloche un cassette de un grupo porteño que se llamaba El Quinto Elemento. Y era increíble: letras interesantes, baterías complejas y ninguna escala pentatónica sonando en la guitarra. Después, conocimos a Reincidentes (antes de que se llamaran Pequeña Orquesta Reincidentes) y a Dios, una banda que no usaba guitarras. Escuchábamos mucha música de afuera, sobre todo a las bandas que hacían relecturas interesantes de la psicodelia de los 60, con un poco más de ironía y menos flower power. Esencialmente, Echo & the Bunnymen”.
Para Chillan las Bestias, los referentes importantes, según enumera Dalton, son artistas como Nick Cave, Tom Waits y David Bowie. “Igual el abanico es más amplio: pienso en una banda como The Birthday Party, en la energía de The Clash, en la importancia de Leonardo Favio durante mi niñez, en los discos oscuros de Scott Walker, en el desastre industrial de Einstürzende Neubauten y en el trabajo completo de Pere Ubu, que es un grupo que sigue experimentando como si recién empezara y tiene más de cuarenta años de carrera. La voz de Diamanda Galas me conmueve, y la música de PJ Harvey me emociona, igual que los Nocturnos de Chopin y el segundo movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven”.
Integrado por Hernán Menard (voz y guitarra), Diego Peralta (guitarra), Alejandro Pérez (bajo), Marcelo Veiga (batería), Daiana Antonini (acordeón y órgano), Martín Murphy (chapa y percusión), Maxi Mazzeo (trompeta) y con Fernanda Ortega como invitada en violín, Malayunta es un proyecto que arrancó en 2011 y pegó un volantazo importante en 2016, con el disco Campo, o el bullicio de los insectos. “Ese álbum nos dio una perspectiva distinta y le abrió la puerta a La fragilidad de los inviernos. En la constante lucha entre la idea que tenés y lo que queda grabado, este disco es el que más se acerca a lo que pretendemos”, asegura Menard. “A mí me cuesta un poco pensar en un escena con un discurso artístico unificado –agrega–. Sí veo algunas bandas que tienen modos parecidos de producir y difundir, o que comparten lugares para tocar... Pero me parece que trabajan con perspectivas diferentes. En todo caso, si hay una escena que nos contiene, lo bueno es la multiplicidad de enfoques que ofrece”.
Ya desde el nombre, Malayunta evidencia un vínculo potente con el tango, una influencia que la banda no desmiente: “Una vez, un periodista de La Plata decía que nuestro primer disco era directamente de tango. Y lo argumentaba explicando que ese género nunca fue igual: el tango de los años 20 es distinto al de los 40 o los 60. Me gusta esa idea. Nosotros reconocemos un faro en el tango, la milonga y el lunfardo, pero también en el postpunk, en el desencanto de muchos poetas urbanos, en cierto aire desértico del western y en la música de entreguerras”.
Para la gente de José Unidos, el asunto de la escena es un enigma: “No sabemos si existe o no –dice Bollinger–. Cuando éramos más chicos, decíamos que éramos una banda de blues porque no sabíamos cómo se llamaba lo que hacíamos”.
Cuando entraron a grabar José Unidos 5 la idea era producir un disco que pudiera resistir el paso del tiempo: “Fue como poner algunos objetos significativos en una caja y guardarla con la intención de que alguien la abra en el futuro y la resignifique con su lectura. Es lo que nos pasa a nosotros con la música que escuchamos, que es principalmente música de los años 60. Los 60 son lo menos dark que nadie pueda imaginar, y ahí es donde más anclados estamos. Pero quizá nuestra interpretación de esa época esté condicionada por esta en la que vivimos. Y eso está bueno. Ojalá esa música que hicimos pueda entonces resistir el paso del tiempo y que alguien se tome el trabajo de resignificarla”.
“Si hay una escena que nos contiene, lo bueno es la multiplicidad de enfoques”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.