El primer borrador de la historia va a ser escrito por algoritmos de inteligencia artificial
Alguien me pidió una vez que escribiera una columna sobre la posibilidad de que en el futuro la historia de estos tiempos no pudiera escribirse, ya que la información quedó convertida en bits que se almacenan mediante métodos poco confiables. no le faltaba razón, en parte. ¿Quién puede acceder hoy a los diskettes de 5,25 pulgadas? Vamos, las ultrabooks ya no leen ni los cd. lógico. En un pendrive promedio se puede almacenar el equivalente a 12 cd. Y en un rígido estándar de pc caben más de 1500 compactos; unos 30 kilos de discos ópticos.
Luego está la compatibilidad con los sistemas operativos y con los programas. He respondido cientos de consultas de lectores que me preguntaban cómo acceder a ciertos archivos cuyos editores ya no andaban en los nuevos Windows y cuyos creadores habían desaparecido una década atrás. Digo, eso con el papel no pasaba, les guste o no a los que denuestan esta antigua pero sólida tecnología.
Y todavía quedan otros obstáculos, como (y es solo un ejemplo) la gestión de derechos digitales (DRM, por sus siglas en inglés). a más de uno de nosotros le habrá ocurrido esto de querer instalar en Windows 10 un videojuego viejo, y nada, ni pío. ¿por qué? porque el software de DRM ya no era compatible con Windows. El juego, sí, y en algunos casos era posible incluso comprarlo de nuevo por internet para ejecutarlo en Windows 10. Exacto, sí, pagar de nuevo un juego que ya habías adquirido legalmente. Lindísimo.
De modo que hay un futuro probable en el que les resultará difícil a los historiadores acceder a la documentación que necesitan para hacer su trabajo. pero podría haber un problema todavía mayor: que los historiadores se encuentren con demasiada información. Todavía más escalofriante, van a tener que ocuparse de determinar qué de todo eso es cierto o no. Dicho de otro modo, la realidad ha dejado mayormente de existir. accedemos cada vez más a la realidad por medio de pantallas, y las pantallas pueden mentirnos con una perfección que solo otras máquinas podrían detectar, y no siempre.
Miren estos números. Solamente en mi computadora, la carpeta de fotos personales –esas que, tras una vida entera, antes cabían en una caja de zapatos– hay casi 14.000 archivos. Más de 13.000 son imágenes. El resto, video. Desde luego, no son fotos de toda mi existencia, sino solo de los últimos 15 o 20 años. Hace poco, pasé semanas digitalizando casi todas las fotos familiares. no llegué a reunir 400 archivos. Treinta y cinco cajas de zapatos. Y eso, de un solo individuo, una sola vida. considerando todos los actores de la historia y todos los posibles documentos, ¿cómo podría un historiador y su equipo lidiar con una cantidad de información que ocuparía, en papel, varias montañas como el Everest? literalmente, varias montañas.
Pueden sumarle los obstáculos descriptos al principio, pero el hecho es que no existe posibilidad alguna de que un equipo de seres humanos, por grande que sea y por generoso que sea el presupuesto con que cuentan, acceda a los datos que estamos produciendo. Esto amenaza directamente a la profesión del historiador, porque su material es la documentación. ¿Un tweet es documentación? Sí, porque cada vez más las clase política usa un servicio online, volátil y en manos de una compañía que cotiza en bolsa para producir lo que, en otra época, habría quedado en pergamino, papel, mármol, o, bueno, los dichosos diskettes.
¿Dónde van a estar los tweets de los presidentes dentro de 100 años? ¿Dónde va a estar Twitter dentro de dos (2) años? incluso si alguien estuviera guardándolos para el porvenir, de todas formas el pecado original de estos tiempos persiste: serán tantos que no habrá manera humana de leerlos para ver si sirven, si echan luz sobre hechos ocurridos en el pasado, si son reales o falsos, y así.
Pero la inteligencia artificial sí podría acceder a toda esa información en un plazo razonable y, llegado el caso, hacer un primer análisis, de tal modo que los historiadores obtengan un conjunto de documentos relevantes y a escala humana. Hoy, un sistema de aprendizaje automático, como Watson, de IBM, puede leer un millón de libros por segundo. combinada esa capacidad con algoritmos adecuados, no es en absoluto disparatado imaginar que la primera lectura de la historia en el futuro (y uno no muy lejano) será obra de las máquinas.
No obstante, y calculo que más de uno está a punto de mandarme un mail vitriólico, existe un problema. Si los historiadores tienen que hacer un esfuerzo considerable para que sus sesgos mentales no interfieran con su relato, ¿entonces quién va a escribir esos algoritmos?
Ya sabemos que estas cadenas estructuradas de pasos que sirven para resolver problemas (los algoritmos) tienen sesgos intelectuales. Es posible suponer que los programadores, asistidos por los historiadores (y los demás profesionales asociados), serían capaces de producir algoritmos bastante objetivos para explorar esa enormidad de datos con la que tendrán que enfrentarse. ¿pero qué ocurriría si los algoritmos desarrollaran sus propios sesgos, sus propias idiosincrasias, su mirada sintética?
Sabemos que la inteligencia artificial puede ser creativa. Sabemos asimismo que su creatividad no es humana. resuelven problemas y para eso desarrollan lo que podríamos calificar como ideas. pero no lo hacen a la manera humana. ahora bien, sobre lo que tendrán que echar un primer vistazo es historia humana. ¿Qué efecto podría tener la creatividad artificial sobre esta primera lectura del pasado?
La respuesta es que no lo sabemos. pero lo que parece claro, al menos de momento, es que las máquinas y los humanos podrán hacer bien una tarea solo si trabajan en equipo. Sé por experiencia que el futuro encontrará este texto entre ingenuo y delirante, porque así funciona la tecnología. Mi bisabuela creía que las telenovelas eran la realidad, y la indignaba que el mismo sujeto fuera en una novela un buen padre de familia y en la otra un Don Juan incorregible. Y eso que mi bisabuela, la madre de mi abuelo Torres, fue una de las personas más inteligentes y astutas que conocí en mi vida. pero jamás había salido de la ría, de la chacra, no sabía qué era un cine y ni siquiera tenían electricidad. ni hablemos de la TV o el teléfono. así que el futuro posiblemente nos sorprenda en este sentido. pero como a veces las sorpresas no son buenas, mi mejor consejo es que empecemos cuanto antes a idear soluciones para una historia que podría resultar, por uno u otro motivo, inaccesible. o, lo que es peor, solo accesible por medios artificiales cuyos sesgos son imprevisibles y 100% opacos
Podrían encontrarse con un problema mayor: demasiada información
Ya sabemos que las máquinas han probado tener sesgos intelectuales
A. T.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.