Imágenes de la Antártida. La lucha por el rescate de la memoria de la "pampa blanca"
Estación científica Almirante Brown, en 1967. Ubicada en Bahía Paraíso, un incendio la destruyó parcialmente en 1984. Hoy funciona solo en verano
Dos historiadores buscan preservar el material audiovisual que, en diversos formatos, se ha venido generando desde la primera incursión argentina en la Antártida; el objetivo de la investigación es recuperar una parte de una historia tan intensa como soslayada
El 25 de agosto de 1992, la Biblioteca Nacional de Bosnia, un edificio de estilo morisco construido a fines del siglo XIX, fue bombardeada durante el sitio de Sarajevo. No fue un objetivo accidental: los extremistas serbios deseaban borrar los registros del patrimonio común que las culturas musulmana, serbia y croata han compartido desde el siglo XVI.
Bajo una lluvia de disparos de los tiradores, los bibliotecarios intentaron salvar lo que podían del edificio en llamas que albergaba un millón y medio de volúmenes -entre ellos más de 155.000 libros raros y 500 incunables- y los archivos nacionales de un país que empezaba a desmembrarse.
"Logramos salvar unos pocos libros muy valiosos", indicó un hombre que, como decenas de ciudadanos, habían formado una cadena humana para rescatar aquellos tesoros. "Todo lo demás se quemó. Y gran parte de nuestra herencia quedó allí en cenizas". Aida Buturovic, una bibliotecaria de 32 años, fue asesinada por un proyectil de mortero cuando intentaba rescatar parte de su cultura.
De la destrucción de la biblioteca de Asurbanipal -arrasada por los babilonios en el siglo VII a.C.- y los incendios y saqueos a la Gran Biblioteca de Alejandría a la quema de libros en la Alemania nazi en 1933 y la eliminación de millones de fotos de las cuentas de Flickr en 2019, los ataques a la memoria del mundo se repiten cíclicamente.
Las bibliotecas y los archivos han sido asaltados desde la antigüedad, pero se han visto especialmente amenazados en la era moderna: ya sea por la destrucción deliberada del conocimiento registrado o por el descuido y la desidia.
Investigadoras. Dos científicas salen a recolectar algas en las cercanías de la base Melchior, en 1968. Integraban el primer equipo de científicas argentinas en la Antártida
Como aquellos bibliotecarios bosnios, Pablo Fontana y Andrés Levinson luchan contra el olvido. Desde 2018, estos historiadores buscan preservar la memoria de la "pampa blanca": llevan adelante un proyecto conjunto dedicado a la búsqueda, rescate y restauración del material audiovisual registrado por argentinos en la Antártida a lo largo del siglo XX.
"Es una parte de la historia nacional; lo que nuestro país hizo ahí fue increíble", dice Fontana, jefe del Área de Ciencias Sociales, Comunicación y Difusión del Instituto Antártico Argentino. "Así como le dimos la espalda al mar, le dimos también la espalda a la Antártida. Consideramos este territorio como distante. Vemos a la pampa verde pero olvidamos la pampa azul y la pampa blanca".
El desierto blanco
La historia antártica tiene alrededor de doscientos años. Su descubrimiento oficial se realizó en 1819 entre estadounidenses, británicos, rusos y rioplatenses, si bien foqueros privados de Buenos Aires conocían la región pero no lo difundían para no perder su monopolio de caza.
De 1901 a 1906 fueron los años decisivos para la Antártida Argentina: en una época en la que varios países se proponían explorar esta terra incognita con intereses más imperialistas que científicos, el sueco Otto Nordenskjöld invitó al gobierno argentino a integrar su expedición con un representante: el alférez José María Sobral fue el primer invernante argentino en la Antártida. Vivió allí durante dos años, hasta que fueron rescatados por la corbeta ARA Uruguay. "La Argentina por primera vez tomó conciencia de su capacidad antártica", recuerda Fontana.
A raíz de este rescate, el país tomó posesión de un observatorio en las Orcadas del Sur el 22 de febrero de 1904. "Ese día comenzó la presencia continua e ininterrumpida de la Argentina en la Antártida. El segundo país que se instaló fue el Reino Unido en 1944".
Desde entonces, la historia de la Antártida es una de sorprendentes disputas por muchos desconocidas: con reclamos de soberanía, roces diplomáticos, corsarios, estaciones balleneras, saqueos, roces, tiroteos, destrucción de refugios y avanzadas británicas que casi decantaron en una guerra.
Desde el aire. Avión DCH-2 Beaver del Instituto Antártico Argentino. Con él se descubrieron, entre 1955 y 1957, cordones montañosos y glaciares al sur del mar de Weddell
"El período grandioso de la historia argentina en este territorio es entre 1947 y 1955. Lo llamo ?el gran salto polar", advierte Fontana, autor de La pugna antártica. "Si fuera más conocido tendríamos películas de acción, suspenso, intriga...".
Fue entonces cuando el país pasó a tener ocho bases permanentes, veintitrés refugios, el primer rompehielos de América Latina y el primer instituto antártico del mundo. Se hicieron grandes descubrimientos geográficos, hubo una gran campaña de concientización -con manuales escolares y hasta un himno- y una alianza polar con Chile.
Hasta 1959. Con la firma del Tratado Antártico, la presencia de la Antártida empezó a retroceder en el imaginario nacional, pese a que durante la dictadura se instalaron diez familias en la base Esperanza y el primer nacimiento en el continente blanco en 1978 fue argentino.
Todas estos logros, sin embargo, no fueron acompañados por un interés en preservar la historia.
Al sur del sur
"La Argentina, como muchos otros países, no tuvo ninguna política de preservación audiovisual en el siglo XX", indica Levinson, quien está a cargo a cargo del área de investigación y desarrollo de proyectos del archivo fílmico del Museo del Cine de Buenos Aires. "Instituciones con problemas de espacio terminaron deshaciéndose del material audiovisual acumulado que nadie sabía bien ni cómo conservar ni sobre su importancia".
Muchos y valiosos registros históricos así terminaron perdiéndose. Un día de 2017, el Estado vendió el edificio del Instituto Antártico -dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores- en Retiro. "Yo estaba en la base Marambio. Y recibí una llamada", recuerda Fontana. "Me dijeron: ?Tenés que volverte ya porque en unos días hay que entregar la sede'. Nunca había podido acceder a todo el instituto. Había muchas diapositivas, fotos y cintas de 8 mm desparramadas en oficinas, sótanos o bóvedas que no se abrían desde hacía décadas".
Así fue como estos historiadores emprendieron una misión de rescate. Como los paleontólogos que remueven tierra para hallar fósiles, Fontana y Levinson excavan en archivos, oficinas estatales y colecciones privadas. Cazan diapositivas y latas olvidadas con grabaciones, marcas de nuestra presencia en el desierto blanco.
Los pioneros. Primer cruce de la península antártica, realizado en 1952 por la dotación de la base San Martín
La batalla contra el olvido es una lucha donde la victoria nunca es total. "Trabajamos con una especie de ausencia", cuenta Levinson. "Sabemos que vamos a dar solo con un puñado de lo que alguna vez se fotografió y grabó".
El Archivo Histórico de Fotografía ya ha recuperado siete mil imágenes, mientras que el Proyecto de Preservación del Cine Antártico ronda los cien materiales fílmicos que serán restaurados, digitalizados y pronto compartidos en forma online. "Es más de lo que esperábamos encontrar", reconoce Fontana, investigador asistente del Conicet. "Muchos antárticos nos han compartido sus fotografías. Muestran la vida cotidiana".
Un mástil en los confines. En diciembre de 1965, un miembro de la primera expedición terrestre argentina al polo sur iza la bandera en el límite austral del país
Una de las joyas del archivo es Entre los hielos de las islas Orcadas (1928) del meteorólogo José Manuel Moneta. Considerada la obra fundacional del cine antártico argentino, es el primer documental filmado por un latinoamericano en el continente antártico. En otras filmaciones recuperadas en el Archivo General de la Nación, se ven invernantes esquiando, jugando, trabajando todos sucios, no limpios y pulcros como aparecen en grabaciones oficiales.
"Estos materiales producen un placer visual único. Hay algo en la luz y sus escenarios. Son imágenes de una belleza conmovedora", advierte Levinson. "Permiten reconstruir una experiencia que involucró a mucha gente que vivió y trabajó en un ambiente hostil. Conocerlos ayuda a remediar la relación distante y perdida que tenemos con la Antártida".
F. K.
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