Mis desvaríos en esta hora crítica

Carlos M. Reymundo Roberts
No sé qué me pasa últimamente, pero en mis reflexiones sobre el devenir de los acontecimientos se me da por poner las cosas en perspectiva histórica. Inmerso en esa dinámica -un poco loca, lo admito, dadas las urgencias de la hora-, es habitual que me pregunte cómo será recordado en el futuro este gobierno. Acaso parto de una premisa equivocada: no sabemos si alguien tendrá ganas de recordarlo, y ni siquiera sabemos si después de este gobierno habrá futuro.
Sin embargo, el ejercicio de despegar la vista del día a día y mirar todo como si ya hubiese pasado me permite distinguir lo anecdótico de lo importante, lo trascendente de lo coyuntural. Por ejemplo, que la ministra Sabina Frederic haya entregado a los jefes de las fuerzas de seguridad (Policía Federal, Gendarmería y Prefectura) un pin como reconocimiento al trabajo hecho durante la pandemia es algo que no tiene nada de anecdótico; para Sabina, haber arriesgado la vida no merecía una placa de bronce o una medalla de plata, sino un pin de lata; ojalá que el gesto tenga su lugar en los libros: al agravio a esas instituciones no le debería seguir el agravio del olvido. En cambio, que Cristina haya pensado en la fórmula reversible Fernández-Fernández es absolutamente trivial, una broma de una señora a la que el humor nunca se le dio bien.
Sin embargo, el ejercicio de despegar la vista del día a día y mirar todo como si ya hubiese pasado me permite distinguir lo anecdótico de lo importante, lo trascendente de lo coyuntural. Por ejemplo, que la ministra Sabina Frederic haya entregado a los jefes de las fuerzas de seguridad (Policía Federal, Gendarmería y Prefectura) un pin como reconocimiento al trabajo hecho durante la pandemia es algo que no tiene nada de anecdótico; para Sabina, haber arriesgado la vida no merecía una placa de bronce o una medalla de plata, sino un pin de lata; ojalá que el gesto tenga su lugar en los libros: al agravio a esas instituciones no le debería seguir el agravio del olvido. En cambio, que Cristina haya pensado en la fórmula reversible Fernández-Fernández es absolutamente trivial, una broma de una señora a la que el humor nunca se le dio bien.


Ponerse insistentes con Alberto puede tener efectos no deseados
Otra vez: lo anecdótico no debe tapar lo que de veras cuenta. Visto en perspectiva, no es grave que en las góndolas haya empezado a faltar aceite, arroz y fideos, y mañana quizá huevos, pan y yerba; lo preocupante es que ya se diga que al Gobierno le sale muy bien hacer las cosas mal. Dejemos de escandalizarnos por la inexistencia de un plan económico, porque tampoco es que en este momento haga tanta falta. No hay que alarmarse por la huida a Uruguay de empresarios como Marcos Galperin, Federico Tomasevich y, ahora, Gustavo Grobocopatel; prometieron volver cuando Alberto sea presidente.

Mientras, todos cruzamos los dedos porque la Corte está a punto de expedirse sobre el destino de los tres jueces que Cristina quiere, malamente, sacarse de encima. ¿Los cortesanos pensarán en la suerte de la república, en su honor, en hacer justicia, en dignificar la Justicia, o en una trapisonda? La moneda está en el aire, y cuando caiga sabremos si la historia les tiene reservada una placa, una medalla o un pin.
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