Provincias dispendiosas y un Estado nacional otario
Urge la instrumentación de mecanismos económicos y administrativos para que gobernadores e intendentes gasten menos y mejor con los fondos que reciben
Urgen mecanismos económicos para que gobernadores e intendentes gasten mejor con los fondos que reciben.
El desborde del gasto público es un mal crónico que castiga a nuestra economía y es causa principal de la inflación y el estancamiento. A pesar de haberse creado impuestos con una imaginación digna de mejor destino, el crecimiento del gasto estatal siempre los ha superado.

Durante la gestión de Mauricio Macri la administración nacional redujo su dotación en unos 40.000 empleados, pero las provincias y los municipios la aumentaron en 110.000. Nuevamente se produjo una falta de consustanciación de los gobernadores e intendentes con la gravedad de la situación general del país. Se comprobó además la incapacidad del gobierno nacional para liderar una convocatoria efectiva dirigida a aunar esfuerzos, aun mediante el Acuerdo Federal de 2016, que suponía exigencias de austeridad demasiado leves. Por ejemplo, no se les exigía reducir el empleo de las sobreabundantes burocracias provinciales, sino que se les permitía incrementarlo a una tasa no mayor que la del crecimiento demográfico de la provincia. Gran parte de los gobernadores la excedió.

Esto no es lo que hoy ocurre en nuestro país. Desde 1934 se abandonó la sana correspondencia fiscal y se llegó gradualmente a que el gobierno nacional sea el principal recaudador para luego redistribuir a las provincias una porción sustancial de lo ingresado por coparticipación federal de impuestos. En 2019, 18 provincias recibieron de la Nación más del 66% de sus ingresos. Tres de ellas – Formosa, La Rioja y Santiago del Estero–, las de menor desarrollo, cobraron más del 90%. No es casual que las provincias que más reciben sean, en mayor medida, las que, en lugar de invertir en su infraestructura económica y social, incrementan su empleo público. Con este sistema, los gobernadores gastan con billetera ajena y bien sabemos lo que esto significa. Ya lo decía sabiamente el tango “Mano a Mano,” al referirse a la amante descariñada del rico bobo: “Los morlacos de ese otario los tirás a la marchanta”. Es peor aún. A las provincias les conviene que se evadan los impuestos nacionales, para que el dinero quede en su territorio mientras que, si se pagan, retorna en una proporción menor.

Es imprescindible una reforma que apunte a instalar la correspondencia fiscal devolviendo potestades tributarias a las provincias. El Gobierno debería retener solo algunos impuestos para cubrir su propio gasto. Con un fondo de redistribución horizontal entre las provincias se reemplazaría el mecanismo de redistribución de la coparticipación. Ante un gasto público desbordado, ganar eficiencia y operatividad en el manejo económico de recursos que involucran los bolsillos ciudadanos es un imperativo que no puede continuar atado a los vaivenes o espurios intereses de la política.
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