Una nueva novela lleva el caso Nisman al tribunal de la ficción
El mundo del poder está retratado a través del lenguaje en este libro sobre un fiscal llamado Resnik, cuya vida termina de un disparo en el baño de su departamento; el resto son puras coincidencias
Catón escribió la novela en 30 días: “Las similitudes con el caso Nisman son conjeturas del lector”
“Se puso el caño en la boca pero en el comedor no podía hacerlo. Entonces fue hasta el baño y se paró ante el espejo (…) Allí, vio su reflejo con extrañamiento. ¿Ese era él? Se imaginó con la vida de un justo. Cosas que ahora le gustaría que hubieran sucedido y que habían quedado en la posibilidad de otro destino (…) Después vino el tiro del final”. La vida de Resnik, un fiscal que trabaja a destajo para presentar una denuncia por “traición a la patria”, se termina un domingo de verano en el último piso de la torre Paradiso y se termina en la página 92 de El Estado del Estado, la segunda novela de Catón (Diego Sigalevich), editada por Mansalva.
CATÓN
EDITORIAL MANSALVA
820$
F.G.
Es el final del personaje (Resnik así, sin nombre), pero no el de la novela, que sigue el rastro de Maidana, una suerte de criatura vampírica, conde Drácula que atraviesa los intersticios secretos del poder en la Argentina, se diría que desde siempre.
Pero como la novela de Catón (“algo que parece pasar en medio de una alucinación y un estornudo: fantasmas que cruzan la ciudad caudal –y hasta la recta provincia– provistos de anhelos y desesperanzas”, escribe Luis Chitarroni en la contraportada) sitúa su escenario inequívocamente en el país de los últimos años es difícil no pensar que el escritor y abogado llevó el caso Nisman al tribunal de la ficción. Y es ahí donde se planta: lo suyo quiere formar parte de una genealogía literaria antes que del fenómeno mediático del que se desprendieron un best seller (¿Quién mató a Nisman?, del periodista Pablo Duggan),
Pero como la novela de Catón (“algo que parece pasar en medio de una alucinación y un estornudo: fantasmas que cruzan la ciudad caudal –y hasta la recta provincia– provistos de anhelos y desesperanzas”, escribe Luis Chitarroni en la contraportada) sitúa su escenario inequívocamente en el país de los últimos años es difícil no pensar que el escritor y abogado llevó el caso Nisman al tribunal de la ficción. Y es ahí donde se planta: lo suyo quiere formar parte de una genealogía literaria antes que del fenómeno mediático del que se desprendieron un best seller (¿Quién mató a Nisman?, del periodista Pablo Duggan),
la serie documental (El fiscal, la presidenta y el espía) que Netflix estrenó en 2019 y una novela exprés de autor fantasma (el misterioso R.S. Pratt) que Emecé editó con el caso caliente, en abril de 2015.
No es este el libro donde buscar una “verdad” o hipótesis sobre el abrupto final de Nisman, sino aquel donde el mundo del poder paralelo es revelado, sobre todo, a través del lenguaje.
Catón escribió esta novela, que se lee como un relámpago, en 30 días de 2017. “Las similitudes con el caso Nisman son conjeturas que le corresponden al lector. Hay otras conspiraciones en el medio. Están el copamiento de La Tablada, el alzamiento carapintada del 90, el saqueo de Modart y otra serie de escenas de la historia política argentina reciente mucho más módicas apropiadas por la imaginación. Pero de ninguna manera tuve una intención periodística”, dice. Su modelo tampoco son las novelas de espías con fondo de guerra fría de John Le Carré, sino que en su diseño narrativo hay una deuda con la literatura argentina. “Mi intención original fue reescribir dos novelas que para mí fueron fundamentales en la posdictadura. Una es Los pichiciegos, de Fogwill, y la otra, Partes de inteligencia, de Jorge Asís. Pero al final creo que terminó en algo muy arltiano, como una versión contemporánea de Los siete locos”.
En ese sentido, el omnipresente Maidana que guía al fiscal Resnik hacia su precipitado final está más inspirado por el Astrólogo de Arlt que por Jaime Stiusso, el espía que transitó la vida política del país como un fantasma durante las últimas cuatro décadas hasta que su nombre se hizo público tras la muerte de Nisman. Dice Catón: “Maidana está en todas. Yo lo veo mucho más montado en una genealogía literaria antes que en el reflejo de un personaje real. Es como si la conspiración de Los siete locos hubiese triunfado y se hubiera incrustado en el poder”.
Hasta ahora Catón había editado Ya no salimos (2010) y tiene inédita otra novela llamada El punk del olvido (2015), basada en la vida de Sergio Aisenstein, fundador del mítico Café Einstein.
Dice que no fue el enigma de la muerte de Nisman lo que impulsó la escritura de este thriller porteño, sino “cierta mitología de una conspiración que rige todos los destinos del país y ese estado de guerra global permanente donde hay operaciones, maniobras de inteligencia donde aparecen los rusos, los chinos, los israelíes y los yanquis, y donde todos disputan una gran batalla geopolítica bajo una aparente normalidad”.
En ese escenario hay una exploración de ciertas atmósferas secretas de la ciudad en cuyos bordes se proyectan como sombras chinescas personajes que ponen al lector ante la duda sobre lo real. “Hay un trabajo de desplazamiento sobre los personajes de la realidad. Pero son construcciones imaginarias, sincréticas y mitológicas. Algunos podrían vincularse a Patricia Bullrich, el fiscal Nisman o Galimberti, pero muchos otros son invención de la ficción más pura y conviven en un mismo universo, una ucronía de la Argentina. Creo que lo más importante no son esas analogías que caben en la especulación del lector, sino mostrar a una pandilla de lúmpenes que terminan definiendo cuestiones de Estado. Una verdadera banda de sociópatas”.
El Estado del Estado parece escrita siempre de noche y así se lee. El lenguaje de la ciudad a deshoras impregna su recorrido, que parte de algunas zonas grises de los 70 hasta instalarse en el último año del tercer gobierno kirchnerista. En esta ficción gobierna una “presidenta” sin nombre que, claro, podría asimilarse a Cristina Fernández, la actual vice. El autor elige hablar del personaje de la novela y no de la persona: “No aparece como alguien heroico, sino más bien como quien perdió el control de la situación y está desbordado. Pero esta novela no emite opinión sobre el poder. Es una operación sobre la literatura y no sobre la política”. Al fin y al cabo, el nombre Resnik, como personaje, ya aparecía en Fuera de temporada, una novela de Alicia Plante editada en 2013. Y no era Nisman, claro.
En ese sentido, el omnipresente Maidana que guía al fiscal Resnik hacia su precipitado final está más inspirado por el Astrólogo de Arlt que por Jaime Stiusso, el espía que transitó la vida política del país como un fantasma durante las últimas cuatro décadas hasta que su nombre se hizo público tras la muerte de Nisman. Dice Catón: “Maidana está en todas. Yo lo veo mucho más montado en una genealogía literaria antes que en el reflejo de un personaje real. Es como si la conspiración de Los siete locos hubiese triunfado y se hubiera incrustado en el poder”.
Hasta ahora Catón había editado Ya no salimos (2010) y tiene inédita otra novela llamada El punk del olvido (2015), basada en la vida de Sergio Aisenstein, fundador del mítico Café Einstein.
Dice que no fue el enigma de la muerte de Nisman lo que impulsó la escritura de este thriller porteño, sino “cierta mitología de una conspiración que rige todos los destinos del país y ese estado de guerra global permanente donde hay operaciones, maniobras de inteligencia donde aparecen los rusos, los chinos, los israelíes y los yanquis, y donde todos disputan una gran batalla geopolítica bajo una aparente normalidad”.
En ese escenario hay una exploración de ciertas atmósferas secretas de la ciudad en cuyos bordes se proyectan como sombras chinescas personajes que ponen al lector ante la duda sobre lo real. “Hay un trabajo de desplazamiento sobre los personajes de la realidad. Pero son construcciones imaginarias, sincréticas y mitológicas. Algunos podrían vincularse a Patricia Bullrich, el fiscal Nisman o Galimberti, pero muchos otros son invención de la ficción más pura y conviven en un mismo universo, una ucronía de la Argentina. Creo que lo más importante no son esas analogías que caben en la especulación del lector, sino mostrar a una pandilla de lúmpenes que terminan definiendo cuestiones de Estado. Una verdadera banda de sociópatas”.
El Estado del Estado parece escrita siempre de noche y así se lee. El lenguaje de la ciudad a deshoras impregna su recorrido, que parte de algunas zonas grises de los 70 hasta instalarse en el último año del tercer gobierno kirchnerista. En esta ficción gobierna una “presidenta” sin nombre que, claro, podría asimilarse a Cristina Fernández, la actual vice. El autor elige hablar del personaje de la novela y no de la persona: “No aparece como alguien heroico, sino más bien como quien perdió el control de la situación y está desbordado. Pero esta novela no emite opinión sobre el poder. Es una operación sobre la literatura y no sobre la política”. Al fin y al cabo, el nombre Resnik, como personaje, ya aparecía en Fuera de temporada, una novela de Alicia Plante editada en 2013. Y no era Nisman, claro.
F.G.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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