La primera infancia no puede esperar
En gran parte del mundo, cada vez que se toman medidas de distanciamiento social el último sector en cerrar son las aulas, y el cierre nunca es absoluto
María Victoria Baratta y Juan Pablo
Aguad Baratta es historiadora, investigadora del Conicet, autora de No esenciales. La Infancia sacrificada. Aguad es economista, consultor en educación y primera infancia del Banco Mundial
Según la Encuesta Permanente de Hogares el 73% de los menores de 14 años que viven en el conurbano bonaerense son pobres. En la ciudad de Buenos Aires ese porcentaje es del 24%. A mediados de abril los jardines y las escuelas quedaron abiertos solo de un lado de las autopistas. En el conurbano y otros distritos de la provincia de Buenos Aires se decidió suspender todo el sistema educativo presencial, a contramano del acuerdo del propio Consejo Federal de Educación. Como primera y más fuerte medida para enfrenar la segunda ola de Covid-19 las autoridades nacionales y de la PBA optaron por el cierre de escuelas, ignorando las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. En gran parte del mundo, cada vez que se toman medidas de distanciamiento social, el último sector en cerrar son las escuelas y el cierre nunca es absoluto. El sistema educativo se mantiene abierto para los chicos más vulnerables. Durante el lockdown estricto en el último invierno de Gran Bretaña los jardines y primarias continuaron abiertos para hijos de trabajadores esenciales y personas en situación de vulnerabilidad, y también se prepararon burbujas de cuidado para los niños más pequeños. En nuestro vecino Uruguay, cerraron las escuelas en abril y en la reapertura escalonada que están llevando adelante estas semanas el nivel inicial tiene prioridad.
Elegir priorizar la educación presencial de los chicos más pequeños se debe a una multiplicidad de razones. La educación en línea es especialmente problemática para aquellos que presentan dificultades para el aprendizaje. La presencia se vuelve irreemplazable. Los docentes de nivel inicial, de excelente formación en nuestro país, ayudan a estimular los conceptos básicos de matemática, lectura y la transición de la motricidad gruesa a la escritura.
Según la Encuesta Permanente de Hogares el 73% de los menores de 14 años que viven en el conurbano bonaerense son pobres. En la ciudad de Buenos Aires ese porcentaje es del 24%. A mediados de abril los jardines y las escuelas quedaron abiertos solo de un lado de las autopistas. En el conurbano y otros distritos de la provincia de Buenos Aires se decidió suspender todo el sistema educativo presencial, a contramano del acuerdo del propio Consejo Federal de Educación. Como primera y más fuerte medida para enfrenar la segunda ola de Covid-19 las autoridades nacionales y de la PBA optaron por el cierre de escuelas, ignorando las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. En gran parte del mundo, cada vez que se toman medidas de distanciamiento social, el último sector en cerrar son las escuelas y el cierre nunca es absoluto. El sistema educativo se mantiene abierto para los chicos más vulnerables. Durante el lockdown estricto en el último invierno de Gran Bretaña los jardines y primarias continuaron abiertos para hijos de trabajadores esenciales y personas en situación de vulnerabilidad, y también se prepararon burbujas de cuidado para los niños más pequeños. En nuestro vecino Uruguay, cerraron las escuelas en abril y en la reapertura escalonada que están llevando adelante estas semanas el nivel inicial tiene prioridad.
Elegir priorizar la educación presencial de los chicos más pequeños se debe a una multiplicidad de razones. La educación en línea es especialmente problemática para aquellos que presentan dificultades para el aprendizaje. La presencia se vuelve irreemplazable. Los docentes de nivel inicial, de excelente formación en nuestro país, ayudan a estimular los conceptos básicos de matemática, lectura y la transición de la motricidad gruesa a la escritura.
Existe una abundante literatura que documenta con evidencia que la educación preescolar es un medio efectivo para preparar a los chicos de ingresos bajos y medios para el ingreso a la escuela primaria, así como sobre los efectos positivos de la educación preescolar para el desarrollo psicosocial de los chicos, y sobre cómo los beneficios tempranos de la educación preescolar persisten en la adolescencia y la vida adulta. Un estudio clásico sobre los efectos de largo plazo de la educación preescolar en comunidades pobres de Estados Unidos, el Proyecto Perry, mostró que a la edad de 40 años, quienes habían tenido educación preescolar tuvieron menos embarazos adolescentes, una mayor probabilidad de haberse graduado de la secundaria, así como de tener un trabajo estable e ingresos más altos, cometieron menos crímenes y contaban entre ellos con un mayor número de propietarios de casa y auto. Otro estudio de larga duración, el Proyecto Abecederian, mostró también que quienes habían pasado por la educación preescolar cursaron estudios universitarios en una mayor proporción.
El cierre de los jardines afecta a todos los niños, pero aquellos que provienen de barrios pobres son los que reciben el mayor impacto. La alteración del entorno de pares es el factor que más contribuye al aumento de la brecha educativa entre ricos y pobres, al disponer estos últimos de menos recursos en casa (libros, juegos didácticos, atención por parte de sus padres) para sustituir su interacción con compañeros de clase. Esta situación de desigualdad de origen se profundiza por la respuesta diferencial de los padres según su nivel de ingreso. Los padres de mayores ingresos, que suelen presentar a su vez niveles de formación educativa más altos, están en mejores condiciones para cumplir con las demandas adicionales que plantea la virtualidad. Las desigualdades en logros educativos se establecen desde muy temprano en el curso de una vida, y una vez que esas brechas están establecidas, las posibilidades de los chicos de una movilidad social ascendente se ven reducidas.
El cierre de los jardines afecta a todos los niños, pero aquellos que provienen de barrios pobres son los que reciben el mayor impacto. La alteración del entorno de pares es el factor que más contribuye al aumento de la brecha educativa entre ricos y pobres, al disponer estos últimos de menos recursos en casa (libros, juegos didácticos, atención por parte de sus padres) para sustituir su interacción con compañeros de clase. Esta situación de desigualdad de origen se profundiza por la respuesta diferencial de los padres según su nivel de ingreso. Los padres de mayores ingresos, que suelen presentar a su vez niveles de formación educativa más altos, están en mejores condiciones para cumplir con las demandas adicionales que plantea la virtualidad. Las desigualdades en logros educativos se establecen desde muy temprano en el curso de una vida, y una vez que esas brechas están establecidas, las posibilidades de los chicos de una movilidad social ascendente se ven reducidas.
Por otro lado, entre todos los cierres de actividades, el de guarderías, jardines y escuelas es el que ha provocado los impactos diferenciales por género más importantes. Ha aumentado dramáticamente la necesidad del trabajo de cuidado y educación de niños pequeños en los hogares. Dentro del hogar, en la mayoría de las familias, son las madres las que se ven más afectadas en la distribución de tareas de cuidado infantil. El cierre de escuelas es un gran shock para todas las familias con hijos, y lo es incluso más para los hogares monoparentales. En la Argentina el 84% de este tipo de hogares está a cargo de mujeres. Las mujeres madres de niños pequeños han sido el grupo más afectado en el mercado laboral.
Un reciente informe del BID establece que el cierre de jardines de infantes no funciona para controlar la transmisión comunitaria del virus. El argumento del aumento de la circulación tampoco se ajusta a la evidencia, dado que la mayoría de los chicos del AMBA va caminando a la escuela, y según los datos de Google el último cierre de escuelas no ha modificado los niveles de movilidad.
Las nuevas restricciones oficiales a la educación presencial provocaron la proliferación de espacios de enseñanza y cuidado alternativos. La vida de los chicos no puede ponerse en suspenso y sus padres deben seguir trabajando. Los niños de sectores económicamente privilegiados tienen acceso a jardines rodantes, jardines “blue”, espacios abordados por docentes que contaban con material didáctico adecuado. Por el contrario, en los barrios populares los intentos de replicar espacios de cuidado que suplieran a los jardines fueron sustancialmente más imperfectos al disponer de una variedad de recursos materiales y técnicos mucho menor. Adicionalmente, todos estos espacios alternativos no cuentan con las mejores condiciones para seguir los protocolos sanitarios que sí pueden seguir los jardines de infantes y escuelas.
Las escuelas son espacios de seguridad y desarrollo. Los chicos que están fuera del sistema educativo están más expuestos a la violencia, al abuso y a la explotación. Cerrar escuelas y jardines es una medida extremadamente costosa. Es Unicef y no la oposición argentina quien instó a los gobiernos a no volver a perder un ciclo lectivo. En la desestimación de protestas que atribuye únicamente a los sectores ricos de la provincia de Buenos Aires, el gobernador está perjudicando especialmente a los niños de menores recursos. Los informes científicos que pretenden justificar las medidas de cierre presentan profundas deficiencias metodológicas, y una pobre y sesgada revisión de la evidencia. Se trata de documentos que parecen justificaciones post facto hechas a medida de las decisiones del Gobierno. La crisis del sector educativo tras casi un año y medio de cierre de jardines y escuelas en buena parte de nuestro país es de una magnitud sin precedente.
Ante la llegada de la segunda ola de Covid-19 parece que no hemos aprendido de los errores cometidos durante la primera, en la medida en que los derechos de los niños continúan siendo gravemente vulnerados. El Gobierno habilita líneas de contacto para denunciar la presencialidad en lugar de destinar recursos para abrir las escuelas y mejorar su infraestructura. No hay evidencia sólida de que las escuelas sean agentes especialmente significativos de transmisión del virus y la circulación que provocan es en su gran mayoría de carácter local. Lo que sí está ampliamente probado por la literatura científica es el daño de cerrar por tanto tiempo el sistema educativo. Y que la primera infancia no puede esperar.
Entre todos los cierres de actividades, el de guarderías, jardines y escuelas es el que ha provocado los impactos diferenciales por género más importantes; ha aumentado dramáticamente la necesidad del trabajo de cuidado y educación de niños pequeños en los hogares
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