En plan revival, son furor para hombres, mujeres y niños. Algunos los llevan sujetos a las zapatillas con formas de frutas, comidas, animales y dibujos animados, entre otros, aunque también están los pequeños prendedores con la silueta recortada o los redondos (típicos de los años 80) y los esmaltados que se usan en la solapa del saco.
Existen en variantes simbólicas, como la bandera argentina o el escudo de un club. Pero los que más se destacan son los tesoros vintage que se hacen a pedido y los temáticos, como los fantasmitas del Pacman o los diseños con los colores de la diversidad (un corazón o un chupetín) que suele lucir el chef Damián Betular en televisión.
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Costumbres bajo la lupa. Entre el saludo puñito y el festival de besos
Cómo la relajación de las medidas de distanciamiento imponen diferencias en la interacción
Miguel Espeche
Una de las opciones de saludo actuales
El puño de uno se acerca al del otro y, tras amable mini piña recíproca, todos se sienten saludados. Así lo impuso la pandemia cambiando décadas de costumbres en la forma de saludar de un pueblo como el argentino que, convengamos, quizás era de los más besuqueadores del mundo.
Pero hoy, cuando ya parecía que nos íbamos acostumbrando a las nuevas formas del ceremonial, las cifras del Covid bajan y con una proporción de vacunados mayor y aperturas varias se vislumbran nuevos escenarios en el universo de los saludos argentinos.
Puede pasar lo siguiente: usted va a una reunión al aire libre con bastante gente, conocida o no tanto. Llega y va a saludar. Extiende la mano y… ¿con qué se encontrará? A veces viene el puñito, pero otras veces aparece de nuevo en escena la mano abierta para estrecharse como signo de que “bueno, ahora se puede”.
También puede pasar que lo que surge es un abrazo con beso y todo, por aquello de que uno está emocionado después de tanto tiempo. Cada saludo es una aventura hacia lo desconocido y hay que estar atento a cómo reaccionar para no quedar a mitad de camino: mitad mano abierta mitad puñito, o algún abrazo fallido que termina siendo un extraño entrelazamiento de cuerpos en posiciones extravagantes.
Salvo los casos en los que la confianza es grande, los estilos de saludo hoy en día están muy revueltos, tanto como lo están las circunstancias de la vida social. La cuestión de los saludos es un ejemplo más de cómo se ha visto desafiada la capacidad de adaptación de las personas y los grupos ante un escenario que cambia de forma permanente. Algunos saludarán como les venga en gana prescindiendo de cómo se sienta el otro miembro de la ecuación. Otros se adaptarán a lo que venga desde afuera y se autocriticarán en exceso por no tener la suficiente personalidad como para no insistir con el puñito. “¡Al final de cuentas la pandemia no terminó, che!”, dirán para sí, mientras estrechan una mano que no quieren estrechar del todo.
Otros alternarán estilos, y sabrán que los tiempos son complejos y no da para ser puritanos, pero tampoco “zarpados” con el tema de los saludos y los protocolos.
La buena noticia es que tenemos a quien saludar. Quedarnos encerrados frente a nuestra propia imagen en el espejo no es bueno y mejor es tener estos dilemas de saludo (y otros más duros que hacen a la vida de relación) que el aislamiento desolador que lamentablemente para algunos hoy se ha transformado en querencia.
El final está abierto. Se verá qué queda pasado el tiempo raro que estamos viviendo. Lo seguro es que sean modificadas o corroboradas, las formas del saludo seguirán hablando de lo que somos, lo que sentimos y lo que ocultamos a la hora de un encuentro con otro. Sea de la forma que sea, la condición humana sigue allí, como siempre, haciendo de las suyas.
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