La memoria malversada y con un inaudito feriado
— por Pablo Sirvén
Menos mal que Gabriela Cerruti, para denostar una vez más al periodismo, utilizó el verbo “depurar” y no “aniquilar” (como lo hicieron los antecesores de su movimiento en los setenta con la guerrilla). Igual resultó de pésimo gusto utilizar ese giro en una fecha tan particular como la del 24 de marzo. Consigna el Diccionario de la Real Academia Española que “depurar” significa “limpiar, purificar” y “eliminar de un cuerpo, organización, partido político, etc. a los miembros considerados disidentes”.
Cerruti, miembro de la fuerza que nunca se disculpó por los crímenes de Montoneros, FAP, FAR y Triple A –convenientemente ocultados tras las peores atrocidades del terrorismo de Estado–, se siente con autoridad para pedir que el periodismo se depure. No extraña su sensibilidad tuerta. Se condice con el uso y abuso tergiversado de la fecha apropiada por el kirchnerismo.
Escuchado en la terminal de Buquebus, en Puerto Madero, el viernes a la tarde: un grupo de uruguayos volvía a su país después de un muy conveniente tour de compras dado el valor vil de nuestra moneda en comparación con la muy fortalecida del país vecino: “Me agarró una de las manifestaciones que celebraban ‘algo’ de la democracia”, comentaba uno de ellos. A la vista de extranjeros no advertidos, los tambores, las actitudes festivas y los cánticos proselitistas de “¡Cristina presidenta!” –y CFK, efectivamente, era presidenta a cargo de su gobierno, mal que le pese, por el viaje de Alberto Fernández– no se compadecían con la conmemoración de un día luctuoso.
Estela de Carlotto, muy sensatamente, lo había pedido con gran diplomacia: que no se contaminara el Día de la Memoria con reclamos políticos ajenos. Pero como en el kirchnerismo “todo tiene que ver con todo”, no pudo ser. Nada nuevo: desde que el 24 de marzo de 2004 Néstor Kirchner bajó el cuadro de Videla, pretendieron ningunear lo que había hecho en la materia Alfonsín en tiempos mucho más riesgosos y tiñeron esa fecha de su coloratura sectaria.
El próximo 10 de diciembre caerá en domingo, pero sería un gesto imprescindible que el nuevo gobierno que asuma ese día convierta esa fecha en un feriado permanente, al mismo tiempo que derogue el oprobioso del 24 de marzo. Cuarenta años de democracia ininterrumpida –que celebraremos precisamente en dicha jornada– y el Día Internacional de los Derechos Humanos (que también cae en esa fecha) justifican una celebración a lo grande.
Para los usos múltiples que el kirchnerismo les da a los derechos humanos, la fecha del 24/3, por lo oscura y conflictiva, se ajusta mucho mejor a sus tortuosos designios que el 10/12, más luminoso por clausurar ese tiempo demencial con la llegada para siempre de la democracia.
Como si fueran pocos los padecimientos actuales de los argentinos, quieren encadenarlos para siempre al trágico recuerdo del comienzo de la dictadura. No solo eso: se empeñan en banalizar ese horroroso pasado asociándolo con sus enemigos del presente. Del “¡Macri, basura, vos sos la dictadura”, tantas veces coreado por la militancia K en infinitas variantes, a “Del partido militar al partido judicial” (título de la ponencia de Cristina Kirchner en el Tercer Foro Mundial de Derechos Humanos), hay un uso desaprensivo de aquel período negro de nuestra historia acomodado a las necesidades políticas del actual oficialismo.
“Lo que el partido militar fue a los gobiernos populares del siglo XX, el lawfare es exactamente lo mismo a los gobiernos populares del siglo XXI”, dijo la vicepresidenta, avalada por otros panelistas como Evo Morales y Rafael Correa, que suscriben esa tesis. Toda regla tiene su excepción y en la platea estaba sentado el uruguayo Pepe Mujica, tan “nac&pop” como la anfitriona y sus amigos, y, sin embargo, no perseguido por ninguna horda tribunalicia. Simple: nadie discute la honradez del dirigente del Frente Amplio.
El foro tuvo dos graves sesgos, uno por acción y otro por omisión: 1) encallar la memoria en las violaciones de los derechos humanos de la dictadura, pero con forzadas conexiones a la “proscripción” de CFK y a Milagro Sala, entre otras, y 2) pasar por alto los excesos en la materia de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Por contar con tan apabullante dispositivo para capturar el sentido de las narrativas del período 1976-1983, que impide la más mínima fisura, se prohibió la presentación, en la Biblioteca del Congreso, de un libro que cuestiona el dogma oficial, La estafa con los desaparecidos. Mentiras y millones, de José D’angelo. ¿Es negacionista el autor por contrastar la cifra emblemática de 30.000 desaparecidos con los 8631 que registra la propia Secretaría de Derechos Humanos y aun cuando califica de “graves delitos” los cometidos durante la represión ilegal? D’angelo cuestiona los más de tres mil millones de dólares pagados en concepto de indemnizaciones y presenta al menos diez casos documentados en que esos resarcimientos no corresponderían, que son materia judicial.
Feriado remite a “día festivo”. Por eso el Día de la Memoria nunca debió ser “no laborable” (lo que no quita que sea conmemorado por quienes lo deseen).
El dictador Augusto Pinochet dispuso que el 11 de septiembre, fecha de su sangriento golpe de Estado, fuese feriado en Chile. Obviamente que los gobiernos democráticos del país vecino lo suprimieron. Aquí Videla conserva el inaudito feriado que recuerda su llegada
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