James Rosebush: “El mundo actual carece de los grandes líderes del pasado, pero los sigue necesitando”
El estrecho colaborador del expresidente norteamericano Ronald Reagan, el “gran comunicador”, dialogó sobre las características de los antiguos dirigentes, la amenaza actual del populismo y el futuro de esta tendencia
Rubén Guillemí
“Las palabras ´líder’ y ‘liderazgo’ se usan hoy día hasta el cansancio en todos los ámbitos, desde el área empresarial hasta en lo social y político. Y sin embargo resulta paradójico que justamente vivimos en una época de ausencia de grandes líderes en todo el mundo”, comentó el experto norteamericano James Rosebush que, como asistente adjunto, fue el encargado del programa de iniciativa del sector privado del expresidente Ronald Reagan, conocido como “El gran comunicador”.
Rosebush, que también fue jefe de Gabinete de la primera dama Nancy Reagan, acompañó entre 1981 y 1986 al matrimonio presidencial en sus giras por el mundo y sobre sus experiencias escribió en 2016 el libro True Reagan : What Made Ronald Reagan Great and Why It Matters (El Verdadero Reagan: Qué hizo Grande a Ronald Reagan y por qué importa).
James Rosebush junto a Ronald y Nancy Reagan
A partir de su contacto cercano con líderes mundiales de aquellos años, Rosebush está terminando ahora su cuarto libro titulado The rise of politics and the decline of leadership (El auge de la política y el declive del liderazgo). “Nunca me voy a olvidar de las tres veces que me encontré con Juan Pablo II como parte de la comitiva presidencial. El se acercó, me miró a los ojos y estableció una fuerte conexión emocional conmigo mientras tocaba mi frente y me bendecía. Esa habilidad para generar rápidamente un contacto profundo con los otros como personas es una de las características de los grandes líderes”, explicó Rosebush.
James Rosebush junto a Ronald Reagan
En diálogo el especialista que recorre el mundo dando conferencias sobre liderazgo, habló sobre a qué atribuye la ausencia global de grandes conductores, el fenómeno del populismo, y sus expectativas para el futuro.
-¿Cuáles eran las características de los grandes líderes del pasado y de las que carecen la mayoría de los dirigentes de hoy?
-Los actuales dirigentes en lugar de aspirar a convertirse en grandes líderes quieren ser una ‘personalidad’, generar culto hacia ellos. Eso es alimentado por los medios y las redes sociales. Una ‘personalidad’ es alguien que busca alimentar su ego y la auto promoción. Trata de aparecer seguido en los medios, mostrarse, sumar seguidores. Esa es su meta, conseguir aduladores. Todo esto es un cambio cultural enorme. En este sentido los grandes líderes que admiramos del pasado eran más modestos, su principal interés no era la autopromoción, sino el servicio a una causa y el compromiso con un sistema de valores que respondían a esa causa.
-¿El problema es que no hay personas con esas virtudes o que no llegan a ser conocidas?
-Los medios y las redes sociales toman dirigentes de cualquier sector que podrían ser grandes líderes y los transforman en una ‘personalidad’. ¿Cómo es ese proceso? Uno de los mecanismos es obligar a los dirigentes a sentar posiciones sobre todos los aspectos. Eso los distrae de su servicio a una causa. Todos los temas están sobre la mesa para ser discutidos por todos, desde cuestiones políticas, hasta la interpretación de la historia o la orientación sexual. A fines del año pasado, el CEO de Disney, Bob Chapek, perdió su empleo porque se puso a opinar sobre un polémico proyecto de ley en Florida respecto de la identidad de género en las escuelas. Eso lo metió en una confrontación política innecesaria para el CEO de un gigante de la industria del entretenimiento. En el pasado un CEO no tomaba posiciones en temas controversiales ajenos al servicio que se le había encomendado.
-Tomemos el caso de dos líderes religiosos. Usted conoció personalmente y trató con Juan Pablo II. ¿Cómo compara su estilo de liderazgo con el del papa Francisco?
-Ese es un caso perfecto para ejemplificar otro de los aspectos de la falta de grandes líderes. Francisco pareciera más impulsado por una causa social que por una misión espiritual. Me animo a decir que incluso él se sentiría honrado de ser recordado como un pontífice que estuvo abocado a la cuestión social. Karol Wojtyla en cambio era un líder espiritual, que era reconocido por su compromiso con Dios y con los fieles. Aunque indudablemente desempeñó un rol político, fue impulsado por su visión espiritual. La causa que movía a Juan Pablo II era la libertad de todos los seres humanos incluyendo la comprensión de que Dios creó a sus hijos como seres libres.
-¿Cuánto contribuye a la falta de grandes líderes lo que muchos llaman el relativismo? En el discurso actual, lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, son cuestiones subjetivas. En ese contexto, no es necesario un ‘guía’ conductor, ‘yo puedo guiarme a mi mismo’.
-Creo que influye muchísimo esa idea de ‘yo no necesito nadie que me guíe’. Eso no es realista. Siempre necesitamos de la iluminación que nos pueden aportar los grandes pensadores, gente que abra nuestra mente a ideas diferentes de las que tenemos, gobiernos que nos entusiasmen buscando soluciones creativas para nuestros problemas. Pero para poder conducir y guiar, esos líderes deben enfocarse en su causa, desarrollar la habilidad de relacionarse y conectar con los otros, ser capaces de salir de sí mismos y escuchar lo que le pasa a los demás. Pero hoy día hay una gran falta de empatía. Personalmente, yo soy músico, toco la trompeta. Y para que la orquesta funcione necesito por un lado estar seguro de mis capacidades y de las de mi compañeros, pero además, confiar en un director con el que tengo que tener una conexión. Si no, la orquesta no funciona.
-El auge de dirigentes populistas en todo el mundo parece como un remedo para suplir la nostalgia por los grandes líderes. ¿Cómo lo interpreta?
-Los movimientos populistas son muchas veces una respuesta a la excesiva regulación gubernamental, a la opresión. La palabra ‘populismo’ incluye la idea de pueblo, de devolverle a la gente el poder. Entonces, el populismo suele ser una reacción a las políticas precedentes. De toda maneras, en general las experiencias populistas son muy efímeras, no tienen demasiado sustento y duran poco. Finalmente todos queremos ser dirigidos por gente sabia, experimentada y confiable. Y no es el caso de los dirigentes populistas. Lo vimos con Donald Trump, que se manejaba básicamente por instintos.
-¿La falta de grandes líderes podría tener algún sentido positivo en tanto obliga a la gente a una búsqueda más personalizada de su propio proyecto y a una mayor responsabilidad?
-Creo que la falta de líderes es algo definitivamente malo. Yo quiero vivir en una sociedad en la que me sienta inspirado por gente que tenga valores que me sirvan de modelo. Ese es el caso, por ejemplo, del presidente Volodimir Zelensky para los ciudadanos de Ucrania. ¿Cuántos dirigentes en el mundo están como él dispuestos a morir por una causa y por su pueblo? La gente joven necesita modelos que le sirvan para poner alta la vara de su proyecto de vida. ¿Y cuáles son sus modelos de hoy? ¿Los deportistas? ¿Los actores famosos? Las consecuencias de esto son un mundo en confusión.
-¿Y cuál es entonces el futuro de una sociedad sin grandes líderes? ¿Qué va a pasar con esta tendencia?
-Ronald Reagan escribió su propio epitafio en el que dice: ‘Sé en mi corazón que el hombre es bueno. Que lo que es correcto siempre triunfará finalmente’. Y yo comparto su creencia de que el bien termina venciendo sobre el mal. En medio de la destrucción moral y política hay gente noble y sabia, buenos y grandes líderes que tarde o temprano surgirán de las cenizas.
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