Alejandro Werner
“El FMI y EE.UU. Están preocupados por la Evolución del apoyo Financiero Internacional con Una china Más activa” El exfuncionario del FMI, que acaba de publicar junto con el periodista Martín Kanenguiser
En general, hoy en América Latina, pero no en la Argentina, hay un tipo de cambio flexible, un Banco Central independiente, libertad para obtener y cambiar divisas a un único tipo de cambio y disponibilidad de financiamiento en moneda local y en moneda extranjera”, afirma. “En el sector privado, la Argentina necesita tener una productividad que sea tres veces la chilena como para poder sostener la estructura de cobertura social y de servicios que creó”, cuestiona. “El ministro Guzmán y Sergio Chodos fueron muy inteligentes en limitar el campo de acción de funcionarios nuevos en el FMI, sobre todo Julie Kozack y Kristalina Georgieva”, analiza. “Eso generó una mala visión de la Argentina, una sobreconfianza de la capacidad y voluntad del ministro Guzmán y del presidente Fernández de hacer las cosas”, plantea. “Decir que el crédito al gobierno de Macri fue el más grande es incorrecto. Los créditos a Europa, a Portugal o a Grecia fueron mucho más grandes proporcionalmente a su cuota que el crédito a la Argentina”, asegura.
El exdirector del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, el argentino-mexicano Alejandro Werner, estuvo en La Repregunta. En 2018, Werner supervisó el acuerdo de préstamo por 57 mil millones de dólares que recibió el gobierno de Mauricio Macri. Hoy es el director del Instituto de las Américas de la Universidad de Georgetown. Es doctor en Economía por el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Acaba de publicar La Argentina en el Fondo. La intimidad de la lucha con el FMI 2013-2023 junto al periodista económico Martín Kanenguiser.
Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.
–Usted señala que América Latina es la región que ha mantenido una relación más intensa con el FMI en término de cantidad de programas. Y hay dos países donde eso fue todavía más notorio, la Argentina, con 22 programas, y Jamaica, con 17. También se describe la relación con la Argentina como la más problemática. ¿Por qué?
–Porque en los últimos 50 años, la Argentina ha estado atrapada en crisis recurrentes de deuda, de balanza de pagos, con alta inflación, con algunos periodos de estabilidad o algunos periodos de crecimiento. En los últimos 40 años, la Argentina en términos per cápita no ha crecido y es de los pocos países en América Latina que todavía están combatiendo inflaciones de tres dígitos. De ahí, esta relación bastante conflictiva y traumática con el Fondo Monetario, que siempre está presente en los peores momentos de una economía como la argentina, que en los últimos 40 años ha tenido el cuarto o quinto peor desempeño de América Latina, sólo por detrás de Haití y Barbados y de países que no tienen el tamaño, ni la importancia, ni la sofisticación, ni la heterogeneidad en su producción que tiene la economía argentina.
–¿Por qué cree que el proceso argentino ha sido diferente del proceso que atravesaron Perú, Chile, Brasil o Bolivia?
–Hay dos temas. La sociedad argentina continúa demandando servicios públicos a un nivel que no se ve en Perú, ni en México, ni en Colombia. Pero, al mismo tiempo, no cuenta con las fuentes de ingreso ni con el consenso social para que se paguen los impuestos necesarios para mantener esos servicios deseados. Esto genera las crisis de endeudamiento y de inflación. Otros países de América Latina han encontrado una manera de tener un marco macroeconómico más estable. La Argentina es un anacronismo: una economía con controles de capitales, con múltiples tipos de cambio, sin acceso al mercado financiero internacional. En general, en América latina hoy hay un tipo de cambio flexible, un Banco Central independiente, libertad para obtener y cambiar divisas a un único tipo de cambio y disponibilidad de financiamiento en moneda local y en moneda extranjera. Cada argentino que trabaja en el sector privado tiene que mantener, vía impuestos, toda una estructura de políticas públicas. Implica que, en el sector privado, se necesite tener una productividad que sea tres veces la chilena.
–¿Con qué funcionarios le fue más difícil coincidir con conceptos de orden macroeconómico racionales? Usted usa la palabra “anacrónico” también en relación a Axel Kicillof. ¿Fue Kicillof el funcionario con quien le resultó más difícil el diálogo?
–Sí, creo que sí. Con el kirchnerismo de esos años la relación giró, sobre todo, en torno a recomponer las estadísticas del Indec. El modelo de desarrollo del gobierno suponía que el acceso a los mercados internacionales de capital o el ahorro internacional era nocivo para la Argentina. La idea era vivir con el ahorro que se podía generar domésticamente. Se trata de asignar esos recursos a los sectores que el gobierno cree que son más productivos a través de acceso a divisas o a créditos muy dirigidos versus una visión más de mercado, con una libertad de movimiento capitales que fluyen hacia las economías emergentes, y luego el sistema financiero asigna esos recursos con una visión de rentabilidad. En ese esquema, el 95 por ciento de la economía sigue siendo una economía de mercado con apertura de la cuenta capital. El modelo del kirchnerismo cree que esto es nocivo.
–En relación al gobierno de Mauricio Macri, el gran tema es el endeudamiento por 57 mil millones de dólares, con desembolsos por 46 mil millones. El kirchnerismo sostiene que el FMI es corresponsable porque no respetó su propio estatuto. ¿Cuál es su mirada? Usted le puso la firma a ese acuerdo como funcionario del FMI.
–Este acuerdo fue revisado primero por el departamento jurídico del FMI. En segundo lugar, fue revisado por los departamentos jurídicos del ministerio de Hacienda de Alemania, Estados Unidos, Francia, China, donde están los abogados en materia de relaciones financieras internacionales más sólidos del mundo. El acuerdo respeta los estatutos del FMI. Ahora, el hecho de que el crédito haya sido muy grande y se haya procesado relativamente rápido motiva parte de estas críticas.
–Es el préstamo más grande de todos los entregó el FMI.
–En términos absolutos, es el crédito más grande del FMI. Sin embargo, para juzgar si a la Argentina se la trató mejor que a México en el ‘90 o a Grecia en la crisis financiera global, hay que tener en cuenta cómo se mide la proporcionalidad en el FMI. Decir que es el crédito más grande es incorrecto porque en realidad se mide en proporción de la cuota de un país en el FMI. Los créditos a Portugal o a Grecia fueron más grandes proporcionalmente a su cuota.
–Usted está planteando que no hubo discrecionalidad por parte del FMI. Ahora, hay otra lectura que dice que el vínculo del presidente Macri con el presidente Donald Trump habilitó canales de diálogo que la Argentina de Macri aprovechó. ¿Cuánto pesan esos vínculos?
–En la Argentina, hay un sobredimensionamiento del rol de Estados Unidos en los programas del FMI con la Argentina, tanto durante el gobierno de Macri como con el gobierno de Alberto Fernández. Cuando una economía grande entra en problemas, el interés de la comunidad internacional para que esos problemas se resuelvan es muy grande y se activan esos canales. Los funcionarios del Fondo trabajan respetando las reglas pero en los casos en donde los funcionarios están conscientes de ese apoyo, se interpretan de manera más elastica. Ése fue el entorno en el que trabajamos: podíamos proponer un diseño y un tamaño de programa más ambicioso que lo que hubiésemos diseñado para países menos relevantes entre los mercados emergentes.
–Según su perspectiva, en 2018, el gobierno tenía otras medidas a mano que no eran necesariamente pedir un préstamo al FMI. ¿No pudo hacer escuchar su criterio en el FMI?
–La Argentina enfrentaba un cambio en el entorno financiero. Los funcionarios argentinos percibieron, y eso era la realidad, que no podían acceder, en los mercados internacionales, a los fondos que requerían para seguir su programa. Yo creo que existía la posibilidad de hacer un intento de fortalecer el programa de políticas públicas, fiscal, monetario y estructural antes de ir al Fondo; de revertir la sensación de falta de independencia del Banco Central con un mandato claro de autonomía. No digo que eso habría sido exitoso; tal vez sí. Pero cuando el funcionario y el presidente del país perciben que necesitan el apoyo, no creo que sea la labor del Fondo decirles “no vengan en este momento”.
–Hoy, la oposición al kirchnerismo cuestiona que el FMI ha sido muy laxo con el Gobierno o por culpa por haber entregado un crédito tan grande antes, o porque el funcionariado del FMI no quiere hacerse cargo de una debacle de la Argentina. ¿Cuánto hay de eso?
–Esta crítica es válida. El Fondo Monetario debió haber negociado de manera más dura con el gobierno de Alberto Fernández. Sin embargo, la opción que tenía el FMI era un programa bastante malo porque el gobierno del presidente Fernández y su ministro de Economía cuando se negoció este acuerdo…
–A Martín Guzmán, se refiere.
–Su visión de cómo funciona la economía argentina y de cuáles eran las políticas apropiadas era mala y anacrónica. Es muy diferente a lo que piensa el Fondo. En ese sentido, era coherente decir “hagamos un mal programa con la Argentina, tratemos de mejorarlo en lo que se pueda, va a ser mejor para la sociedad argentina y para el Fondo Monetario”. Pero nunca pensaron que el Gobierno iba a estar tan ausente e iba a ser tan poco responsable con el programa que firmó. Y ahora el Fondo se encuentra tomando decisiones en esta posición: “tengo que ser lo más neutro posible en este proceso electoral y esperar hasta que llegue el próximo gobierno”.
–¿La calidad de las élites políticas y económicas argentinas podría estar impactando en cómo se posicionan en términos macroeconómicos?
–En la Argentina, todo el debate de la grieta ha impedido que se pueda llegar a un consenso de políticas de Estado para incrementar la probabilidad de dejar atrás la inestabilidad y el bajo crecimiento. En Uruguay vemos un nivel de civilidad política entre el Frente Amplio y la centroderecha que está en el gobierno que permite disminuir la incertidumbre. Esto es producto de una cultura política más avanzada.
–¿Sólo es cuestión de una cultura política más avanzada o también de una mayor calidad técnico-económica?
–La Argentina tiene muy buenos economistas y muy buenos funcionarios financieros, pero tiene un problema estructural: se han destruido las instituciones de diseño de política macroeconómica y financiera como el Banco Central y el ministerio de Economía. En países con una evolución más estable, el conocimiento de esas instituciones se respeta, como en Chile o Perú. En México se ha respetado también la institucionalidad del Banco Central y del ministerio, cosa que en la Argentina no sucede, se ha improvisado. Axel fue un ministro muy poderoso que no tenía la preparación ni la carrera que uno buscaría en un ministro de Economía. Guzmán nunca había tenido ninguna responsabilidad ejecutiva en el sector privado, público o académico. Independientemente de cómo uno juzgue su función, Sergio Massa puede ser un ministro más parecido a los ministros de finanzas políticos, algunos de los cuales han sido exitosos, aunque tal vez no tienen la solidez técnica. El sentido común, el respeto a la gente del ministerio que sabe y una habilidad política para implementar son buenas combinaciones. Pero el respeto a la calidad técnica de los funcionarios es muy importante y muchas veces no lo hemos visto en la Argentina.
–Se habla mucho de las buenas relaciones de Massa con EE.UU. ¿Es real esa vinculación con Washington? ¿Pesa en la actual negociación con el FMI?
–Me es difícil responder a esa pregunta. Te diría que con el FMI no existía una relación muy profunda ni muy establecida. Pero Massa es un funcionario que lleva mucho tiempo cubriendo muchas responsabilidades y se ha esforzado en establecer vínculos y también vínculos a nivel internacional.
–En el libro, hay una observación en relación a Guzmán y Sergio Chodos (Ndele: director argentino ante el FMI) y su vínculo con el FMI. Plantea que eran inteligentes para llevar agua para su molino. ¿Cómo es esa historia?
–El ministro Guzmán y Chodos fueron muy inteligentes en limitar el campo de acción de funcionarios nuevos en el FMI, sobre todo Julie Kozack (Ndele: subdirectora del Departamento del Hemisferio Occidental durante la negociación del acuerdo en la gestión de Alberto Fernández) y Kristalina Georgieva (Ndele: directora del FMI). Establecieron una relación en la en la cual, implícitamente, les limitaban el contacto con otros agentes, con el sector privado, empresarios… Estas funcionarias terminaron entendiendo la Argentina a través del microscopio de Guzmán y Chodos. Generó una mala visión de la Argentina, una sobreconfianza de la capacidad y voluntad del ministro Guzmán y del presidente Fernández de hacer las cosas. En ese sentido, fue una visión un poco ingenua.
–Mientras no conseguía dólares, Massa buscó yuanes de China. ¿La tensión creciente entre Estados Unidos y China termina beneficiando a América Latina?
–En múltiples dimensiones, la tensión entre China y EE.UU. debería ser una oportunidad para América Latina. Podría tener acceso a instrumentos de apoyo y a inversión de los dos grandes bloques en conflicto. El FMI y no sólo EE.UU., también los accionistas europeos, están preocupados por cómo se reconfigura la red de apoyo financiero internacional con una presencia más activa de China. Eso los lleva a tomar decisiones pensando en cómo reaccionaría China. Los swaps que se obtuvieron desde el gobierno de Cristina Kirchner y se mantuvieron durante el gobierno de Macri, ahorita el gobierno los está utilizando de manera más activa. El acuerdo con China es estructural. El FMI y el Banco Mundial están viendo cómo evolucionan las instituciones chinas en términos del financiamiento para crisis de balanza de pagos y crisis financiera, pero también para el desarrollo e inversiones en infraestructura. Poco a poco, se están tratando de ajustar para mantener su relevancia en el mundo emergente y en el mundo en desarrollo.
En el sector privado, la Argentina necesita tener una productividad que sea tres veces la chilena como para poder sostener la estructura de cobertura social y de servicios que creó”
“Todo el debate de la grieta ha impedido que se pueda llegar a un consenso de políticas de Estado”
Atento a la vida económica en la región
Formación
Doctor en Economía por el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Actividad
Exdirector del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI; actual director del Instituto de las Américas de la Universidad de Georgetown.
Libros
Junto a Martín Kanenguiser, publicó La Argentina en el Fondo. La intimidad de la lucha con el FMI 2013-2023 (Edhasa).
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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