De la literatura a la ópera, dos autoras argentinas ingresarán con su obra al Teatro Colón
Una pieza experimental adapta a la escena un cuento de Samanta Schweblin, mientras Ariana Harwicz escribe un libreto para la temporada 2024
Luisa EstradaEscena de ensayo de Felicidad, en el CETC
Novias fantasmales envueltas en tul blanco lloran el abandono de sus maridos en una ruta desolada. El cuento “Mujeres desesperadas”, de Samanta Schweblin, ilustra una de las pesadillas del imaginario femenino. Basada en el relato que integra el libro Pájaros en la boca, la ópera Felicidad se estrenará este viernes en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Y no es el único desembarco de la literatura contemporánea en el gran coliseo argentino. Ariana Harwicz ya escribe el libreto original de Dementia, título que integrará la temporada lírica 2024.
Personalmente Schweblin no participó en el proyecto. El libreto fue realizado por Marcos Franciosi y Walter Jakob. “Nunca intervine en adaptaciones teatrales”, dice Schweblin, ganadora del National Book Award en 2022. “Es un lenguaje con el que tengo poca experiencia, por eso prefiero confiar el material a otro artista. Voy poco a la ópera, no es una disciplina de la que me sienta cercana, así que me da curiosidad cómo será la obra. Música escucho poca también. Hay períodos en los que quizá conecto mejor con lo musical pero, en general, cuando estoy escribiendo, no”.
En el pasaje del papel al escenario el relato se transforma. “La figura de la novia es arquetípica”, dice Julián Ignacio Garcés, director de escena de Felicidad. “Inevitablemente cada lector proyecta en ella sus ideas sobre el matrimonio, la tradición y las relaciones. Pero al poner una novia en escena el personaje se particulariza. Tratamos de evitar los lugares comunes, que la obra no lleve al espectador a pensar ‘los hombres son malos, las novias son ingenuas, el matrimonio no sirve’. Explotamos la dimensión sobrenatural del relato, la idea de que el delirio y la fantasía son motores de acción”.
“Alrededor del casamiento hay imágenes fuertes y bastante universales de algo que al final nos es común a todos: el miedo a no ser querido, a ser rechazado por tu comunidad, a ser olvidado en la oscuridad más absoluta”, reflexiona Schweblin. “Ya en mi generación esto de ‘la boda’ era algo que sonaba un poco añejo, al menos en sus formas más pomposas. Yo nunca me casé, y eso que soy de parejas largas, pero solo le encuentro sentido en el plano de lo práctico y por eso mismo la idea del casamiento me parece lo menos romántico del mundo”.
La escritura como música
Por su lado, Ariana Harwicz trabaja en el libreto de Dementia, la ópera que se estrenará a finales de 2024. “Primero iba a ser una adaptación de mi novela Degenerado para el Centro de Experimentación, pero después me pidieron que escribiera una ópera de cámara para la sala principal. Es un texto íntegramente nuevo. Nos reunimos varias veces con [el compositor] Oscar Strasnoy y Mariano Pensotti [el director de escena]. Oscar me va pasando capturas de pantalla de modificaciones que hace en función de la música, me pregunta si estoy de acuerdo. Conversamos sobre la dimensión sonora, el fraseo de la palabra”, dice Harwicz. “Música, traducción y escritura para mí forman una sola cosa. Este proyecto me permite llegar ahí, a la escritura como música. Yo escribo novelas, ensayos, escritura de no ficción y colaboré en adaptaciones al teatro. Pero esto nunca lo había hecho”.
En el libreto Harwicz indaga, una vez más, en la complejidad de los lazos familiares. “Es un matrimonio joven, una escritora y un traductor, que vive en el campo en el exterior. A medida que pasa el tiempo, van entrando a escena otras parejas que son ellos mismos en distintos momentos de la vida. Hay un juego con el éxito y el fracaso en la escritura, en paralelo al éxito y el fracaso en el matrimonio. Mi nueva novela también es sobre el matrimonio”, anticipa.
A pesar de que desconfía del arte por encomienda, Harwicz aceptó el proyecto con “mucha emoción”. “Las obras están bajo un implícito y tácito régimen de concesión”, dice. “Hay que hacer concesiones para que no se enojen determinados movimientos, colectivos, agrupaciones; para que no te cancelen, que no te censuren, que no bajen tu obra, ni saquen tu libro de circulación. Tengo la sensación de que el teatro escapa más al poder que la literatura y el cine. Quizás por su dispositivo: hay algo de rebeldía en el propio cuerpo, algo artesanal. Creo que hay un margen mayor de libertad. El teatro resiste por su propia condición”.
La convocatoria de escritoras al Colón ya había sido anunciada a finales de 2022 por su director general, Jorge Telerman. Este proyecto responde también a una inquietud de Diana Teocharidis, a cargo del Centro de Experimentación del teatro (CETC). “Hay una falencia de libretos de ópera realizados por mujeres. Los compositores suelen proponer textos de autores consagrados del pasado. Queríamos un contacto con escritores vivos, tinta fresca de un mundo no operístico. Espero que alguien que venga a ver Felicidad quiera leer el cuento”.
Un precedente ineludible de colaboración entre literatura y música es La ciudad ausente, la ópera compuesta por Gerardo Gandini a partir del libreto de Ricardo Piglia, basado en su novela homónima. Se estrenó en el Colón en 1995 y se repuso dos años después. En diciembre próximo, cuando se cumpla una década desde la muerte del compositor, se verá una nueva puesta de este título, en el marco de una programación especial en homenaje al compositor.
Harwicz vive en las afueras de París; Schweblin, en Berlín. Además del reconocimiento por su trabajo, ambas comparten la experiencia de la migración. La autora de Matate amor reflexiona: “La extranjería, la migración de las palabras, que estemos las dos bajo influencia de otra sonoridad... creo que sí tiene que ver con la música”.
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