Si te preocupa el uso exagerado que los jóvenes están haciendo de sus celulares, tu inquietud está justificada. Como decían en el Apolo 13, Houston, tenemos un problema. Preparando mi columna radial en Basta de todo encuesté a 1500 personas de todas las edades, y 78% de los menores de 21 años consideran su relación con los dispositivos digitales como adictiva. Pero el tema de esta nota no es el problema que tienen hoy los jóvenes. Tengo una noticia impactante para darte: ¡los adultos estamos hoy tan adictos a nuestros aparatos como los adolescentes! El porcentaje equivalente para los mayores de 21 es del 75%.
La mayoría nos sentimos un poco incómodos con la nueva realidad de que en cualquier encuentro, sea una reunión o una cena, buena parte de las personas esté más conectada con sus pantallas que con los demás. Entre los que respondieron, 85% preferiría que los otros usen menos sus dispositivos en situaciones sociales y 70% querría poder controlar mejor sus propios impulsos. Pero estamos perdiendo la batalla: según un estudio realizado por Nokia, en las 16 horas diarias de vigilia encendemos los dispositivos 150 veces, o una vez cada 6 minutos.
Pero el problema es más profundo de lo que creemos. Llegó para quedarse porque tiene que ver con una característica esencial de cómo funciona hoy Internet. En una transacción comercial normalmente hay un comprador, un vendedor y un producto o servicio. Cuando vos usás aplicaciones como Facebook, Instagram, YouTube o Gmail, ¿quién es el comprador, quién el vendedor y cuál el producto? Te invito a pensarlo por un minuto, antes de que sigas leyendo.
Pero el problema es más profundo de lo que creemos. Llegó para quedarse porque tiene que ver con una característica esencial de cómo funciona hoy Internet. En una transacción comercial normalmente hay un comprador, un vendedor y un producto o servicio. Cuando vos usás aplicaciones como Facebook, Instagram, YouTube o Gmail, ¿quién es el comprador, quién el vendedor y cuál el producto? Te invito a pensarlo por un minuto, antes de que sigas leyendo.
El comprador tiene que ser quien paga, en este caso los anunciantes. El vendedor quien cobra, es decir Facebook, Google o quien desarrolló esa aplicación. Pero. ¿cuál es el producto? La respuesta es tan sencilla como impactante: ¡el producto sos vos! O peor aún, el producto es lo más escaso que tenés: tu tiempo y tu atención. Para poder venderte, los sitios necesitan que estés ahí, y desde hace unos años destinan muchas de las más brillantes mentes a pensar cómo traerte, retenerte y aumentar tu dependencia (engagement). Los estímulos que aparecen cada vez que te conectás no son aleatorios. Están cuidadosamente elegidos por algoritmos para minimizar la chance de que te vayas.
Para estas plataformas, la competencia no son solo las otras aplicaciones. En palabras del presidente de Netflix, "su principal competidor es la almohada". Cada minuto que estás prestando atención a otra cosa, como charlar con amigos o incluso dormir, es tiempo que estas empresas no pueden vender. Por eso incorporan todo tipo de notificaciones visuales y sonoras para recuperarte cuando estás dedicado a otra cosa. Si sentís tremendamente tironeada/o, ¡es porque lo estás! Están en una guerra para conquistar tu tiempo.
El primer paso para enfrentar una adicción es ser consciente del problema. Pero probablemente no sea suficiente. Aprovechando todo lo que las empresas saben de nosotros, necesitamos repensar el diseño de nuestros aparatos y plataformas. Después de tres episodios seguidos a la noche, Netflix debería mandarte a dormir. Cuando necesitás concentrarte, si no hay nada urgente el celular debería, antes de desbloquearse, sugerirte que te enfoques. Si Facebook detecta que estás en una reunión social, en vez de incitarte dar "me gusta" a fotos de personas ausentes, debería ayudarte a conectar con los presentes y construir relaciones más profundas. En otras palabras, necesitamos tecnología que esté al servicio de la vida que queremos vivir, no de la vida que otros precisan que vivamos.
S. B.
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