En Sistema Económico y Rentístico de la Confederación, Juan Bautista Alberdi criticaba a Rivadavia por haber basado la estructura tributaria en la recaudación de impuestos directos y le endilgaba la caída del apoyo político que esa medida le había causado.
Justificando su preferencia por la imposición indirecta, dice el padre de nuestra Constitución: “Es la más fácil, porque es imperceptible al contribuyente su pago, que casi siempre hace en el precio que da por los objetos que consume. Paga la contribución en el precio con que compra un placer y naturalmente la paga sin el disgusto que acompaña a toda erogación aislada. Esta calidad de la contribución indirecta es de mucho peso en países y en tiempos en que la autoridad empieza a establecerse, y necesita economizar todos los pretextos de descontento y de desobediencia.”
LOS IMPUESTOS QUE SE VEN, DUELEN MÁS
Esta semana en medio de las protestas de la clase media por el tarifazo del gas hubo una serie de argumentos rayanos con los principios básicos de equidad. Embajador de esas ideas fue el tuit del conductor Jorge Rial, que dijo: “O sea. Dejemos de pagar celulares, cable y de tener auto. Sólo paguemos lo necesario para sobrevivir con lo justo. La diversión y el relax puede ser postergado. Es superfluo. Bienvenidos a la Edad Media.”
Pero justamente la idea del subsidio estatal a los servicios está basada en la premisa de que sin esa ayuda buena parte de la población de clase media baja y por supuesto los que están bajo la línea de pobreza, tendrían problemas para acceder a esas prestaciones tan básicas. Es obvio que, si el Estado paga una parte de la factura de servicios de una persona de clase media, o clase media alta, ese mismo dinero que esa familia se ahorra puede ser destinado a consumos no tan indispensables, como comprarse un celular nuevo, pagar el cable, llenar el tanque de nafta del auto o directamente financiar el relax y la diversión. Empero, nadie en su sano juicio justificaría que el Estado financie esos gastos, máxime cuando estamos hablando de un fisco que no tiene dinero de sobra, sino que por el contrario presenta un déficit muy preocupante. Del mismo modo, si bien hay un consenso generalizado en que el Estado ayude a que todas las personas puedan tener, agua, luz y gas, todo el mundo entiende que no se le puede pedir a la sociedad, que con sus impuestos financie la calefacción de una pileta climatizada, o el aire acondicionado puesto en 18 grados, cuando a nadie se le ocurriría prenderlo un día de primavera en el que la temperatura tenga un máximo de 25.
Sin embargo, entre todos los argumentos que se esgrimieron por las redes sociales, hubo uno que resulta al mismo tiempo lógico y justo. En efecto, es irracional que en el medio de un monumental ajuste de precios relativos y cuando el gobierno le dice a la gente que tiene que pagar lo que consume, casi la mitad de la factura sean impuestos, sobre todo cuando buena parte de la clase media no consume realmente los bienes públicos que provee el Estado, porque ha huido de la educación, la salud, la seguridad y el transporte públicos.
La pregunta interesante, sin embargo, es por qué no hay una rebelión contra la carga tributaria del resto de los bienes, dado que por ejemplo según Adefa el 54% del precio de un auto son impuestos, mientras que de acuerdo a la fundación PROTEGER la carga tributaria de cualquier prenda de vestir asciende al 50%. Ni hablar de los alimentos, donde un estudio del Iaraf muestra que de cada 100 pesos que pagamos en góndola, 43 son impuestos.
La respuesta más obvia, como intuía Alberdi, es que la gente no se queja tanto de esos impuestos, simplemente porque no los ve.
IMPUESTOS MÁS REPUBLICANOS
En otras oportunidades he fundamentado mi preferencia por los impuestos directos, como por ejemplo Ganancias, puesto que captan de mejor manera la capacidad contributiva de los ciudadanos. A la luz de lo que está sucediendo, es evidente que otra ventaja es que resultan más difíciles de esconder por parte del Estado.
El propio Alberdi, a pesar de recomendar los impuestos indirectos, sostiene que “según el art. 4 de la Constitución argentina, la contribución es para formar el Tesoro nacional; el Tesoro, como medio de ejecución, es para gobernar; el gobierno es para hacer cumplir la Constitución; la Constitución, como dice su preámbulo, es para afirmar la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz, servir a la defensa común, promover el bienestar y asegurar los beneficios de la libertad. La contribución es, según esto, el precio con que se obtiene el goce de estas cosas…”
Por supuesto, en ningún lugar de la Constitución dice que el Estado tiene que subsidiar la luz y el gas de los que pueden pagarlos, pero no hay ningún problema en que la sociedad vote representantes que propongan convertir ese privilegio, que además discrimina en contra de los habitantes del interior, en un derecho establecido.
Pero para que el pueblo no sea engañado, necesitamos que todos los impuestos sean perfectamente visibles, o bien por que se trate de tributos directos, o bien porque aparezcan discriminados, como ocurre en las facturas de servicios.
No tengo la menor idea de si el resultado de esta mayor transparencia será un mayor o un menor gasto público.
Estaría satisfecho sabiendo que el pueblo ha elegido de manera republicana, tanto los impuestos que está dispuesto a soportar, como los gastos que ese producido pretende financiar.
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