La épica de Nora Iniesta. La artista de los símbolos patrios
Los actos escolares, los próceres, las batallas legendarias, los monumentos y la bandera nacional aparecen en su obra para recrear una patria perdida: la infancia
”Me apasiona el hacer”, dice Nora Iniesta (Buenos Aires, 1950) cuando se la consulta por su capacidad de trabajo. Incansable, si no está abocada a la publicación de uno de sus libros de imágenes, prepara una muestra, diseña afiches para intervenir el espacio urbano o crea objetos y prendas que llevan la impronta de su trabajo. “Solo quiero hacer proyectos y concretarlos”, agrega. Ese podría ser el lema de la artista.
En su taller en San Telmo, cuenta que desde los cuatro años concursaba en cuanto certamen de manchas hubiera. “En Lomas de Zamora, Lanús, Mar del Plata –recuerda–. Y ganaba. Era lo más placentero. Ese fue mi mundo y lo sigue siendo: el hacer. Pintaba sin cielo, sin línea de horizonte; eso lo recuerdo bien”.
Dueña de un estilo reconocible, la artista explora la iconografía argentina mediante distintos formatos. Los actos escolares y los delantales blancos de los niños que asisten a las escuelas públicas, los próceres y sus leyendas, la historia y los monumentos, la bandera nacional y los demás símbolos aparecen en su obra para recrear un código común entre argentinos, que cautiva asimismo al público internacional.
“Mi obra tiene un solo indicativo, y eso es mi infancia –dice Iniesta . No hay vuelta que darle. Allí radica todo. No sabría decir si tengo un modo de ver argentino; puedo hablar de mi propio modo de ver y percibir el mundo, de lo circundante, nunca muy lejos, eso sí. Esa es mi propia mirada: la del entorno, de lo que se vive y percibe en el día a día”.
Iniesta trabaja con incontables materiales: telas, lana, plásticos, mármol, metal, mosaicos venecianos, rastis, abanicos, muñecos, alfombras, hilos de bordar, yeso, tableros de ajedrez y bandejas. “Con muchos y variados –afirma sobre los soportes que utiliza–. Siempre es mi gran incógnita. Nunca sé cuál será el próximo, el que necesitaré, y se convierte en un dilema que se va definiendo solo. No me fijo ni estoy pendiente del material a usar. Si me sirve, lo tomo”. El panorama inabarcable de elementos y formatos por utilizar, en vez de desanimarla, la entusiasma. “Sin duda siempre habrá otros a explorar, por suerte. Lo tomo como una bendición”.
A la hora de mencionar a sus maestros, Iniesta nombra a los dos primeros que tuvo. “Virginia Conforti era mi vecina de la cuadra, la que me esperaba todas las tardes para pintar en su casa, antes de que ingresara al jardín de infantes. Y Miguel Governatori fue mi profesor de dibujo de la escuela primaria”.
Años después, el gran Emilio Renart fue su profesor de dibujo en la Prilidiano Pueyrredón. Y, sin duda, el artista que la influyó con su mirada sobre “la condición argentina”, fue Antonio Berni. “Compartí con él el 13 de septiembre de 1980 su último viaje a París; moriría en Buenos Aires al año siguiente, a los pocos meses. De todos ellos se escucha y se aprende, todos me dieron libertad, confianza y estímulos”, reconoce. En los últimos años, las figuras educativas se convirtieron en presencias recurrentes en sus trabajos.
Ella también, desde la adolescencia, da clases. “A los dieciséis años ya era profesora en una escuela de arte infantil, en Banfield. Vivía en Lomas de Zamora e iba por las mañanas; de noche estudiaba en Bellas Artes. Lo más reciente un posgrado sobre museos desde la práctica que acabo de dictar el año pasado, en la Universidad Nacional de Avellaneda”. Esa experiencia se repetirá en 2019.
Ella también, desde la adolescencia, da clases. “A los dieciséis años ya era profesora en una escuela de arte infantil, en Banfield. Vivía en Lomas de Zamora e iba por las mañanas; de noche estudiaba en Bellas Artes. Lo más reciente un posgrado sobre museos desde la práctica que acabo de dictar el año pasado, en la Universidad Nacional de Avellaneda”. Esa experiencia se repetirá en 2019.
A partir de la década de 1980, creó sus primeros libros de mármol para exponer en la mítica Galería del Retiro, ubicada en Florida al 900. “Julia Lublin era su directora y Osvaldo Giesso me convocó junto con otros artistas para realizar algún objeto en mármol. Así surgieron”. Ese fue el inicio de una extensa serie de libros, que todavía prosigue con otras formas. “Luego siguieron los libros en papel, y ya son una parte mía. Algunos recopilan, otros documentan; me gusta todo el proceso, su ejecución y que luego, ya editados, hagan su camino. Al decir de un amigo mío, al objeto libro no hay con que darle, no tiene competencia”. Hasta hoy, la artista tiene diez libros publicados.
En 2018 salió el tercer volumen de Buenos Aires en blanco y celeste. Otra geografía. Mediante fotos de vidrieras, edificios, objetos, mascotas y personajes de los barrios porteños, rinde homenaje a la ciudad que ama. Su última publicación es un libro para pintar que se presentó a fines del año pasado. “Es un ejercicio plástico en sí mismo, con otro formato a explorar”. Mecenazgo mediante, sueña con cerrar la serie Buenos Aires en blanco y celeste con un cuarto tomo. “Siempre trabajo en series, las que inician y culminan. Solo el hacer, el concretar me permite seguir, crear, crear a partir de aquello que finaliza y se reconvierte, generando nuevas ideas. No puedo aburrirme nunca”, sostiene.
Idea de patria
El concepto de patria atraviesa la trayectoria de Iniesta. Por ese motivo, fue tildada de nacionalista. “Cada acción conlleva críticas, o solo interpretaciones diferentes, pero me molesta un poco cuando me tildan de nacionalista. Lo mío es más ingenuo. Sigue siendo mi infancia: las emociones de un acto escolar, de un delantal almidonado, del ingreso de la bandera, de la música que acompaña. De la pertenencia a un lugar que, repito, es la infancia. Yo sigo, hago. Esa es mi tarea”.
No obstante, en las pinturas y fotografías, en los bordados y dibujos de la artista se filtran aires de denuncia. “A la patria la veo deslucida, con poco rumbo –señala–. Hoy mi patria es con amplitud la infancia, y no ya la mía; la educación pública, la cultura en todos sus aspectos, la realidad social, y todo ello va cayendo en un franco deterioro, en un gran abandono, en un total desinterés. Se cierran escuelas, no se construyen jardines de infantes, la falta de planificación es absoluta. La banalización en ese intento de emular lo que se hace afuera es patética”.
Hasta julio del año pasado, se desempeñó como directora del Museo Nacional del Grabado. Había entrado en funciones en 2010. “Encontré un sitio que, a pesar de su precaria infraestructura, se mantenía por el grupo humano que lo compone. Del predio de la Biblioteca Nacional donde se encontraba, en octubre de 2017 se mudó a un espacio en la Casa del Bicentenario (CNB).
Mudanza por medio, hoy cuenta con una estructura más acorde y confortable, y su acervo ha sido cuidado al extremo”. En la actualidad, el museo tiene casi todas sus obras digitalizadas y documentadas.
Son varios los proyectos que la artista ya puso en marcha. “Cuando los enumero, mis amigos dicen quedar agotados solo de escucharme”, bromea. En lo inmediato, instalará en marzo un mural realizado con mosaicos venecianos, para el inicio de clases, en una escuela en plena cordillera, en el sur de la provincia de Mendoza. “La obra se llama La más linda, y ella no es otra que nuestra bandera tal como la veíamos en las figuritas escolares –adelanta–. También voy a compartir un día de taller con los chicos”.
“Este año se cumplen los ciento cuarenta años del nacimiento de don José de San Martín, y los cien del nacimiento de Evita. Con ambas figuras estoy trabajando”. La muestra sobre el Libertador de América tendrá lugar en el Instituto Nacional Sanmartiniano, y el 7 de mayo se inaugurará en el Centro Cultural de la Cooperación su muestra sobre Eva Perón. ¿Quién dijo que hacer arte no es, también, hacer patria?
Son varios los proyectos que la artista ya puso en marcha. “Cuando los enumero, mis amigos dicen quedar agotados solo de escucharme”, bromea. En lo inmediato, instalará en marzo un mural realizado con mosaicos venecianos, para el inicio de clases, en una escuela en plena cordillera, en el sur de la provincia de Mendoza. “La obra se llama La más linda, y ella no es otra que nuestra bandera tal como la veíamos en las figuritas escolares –adelanta–. También voy a compartir un día de taller con los chicos”.
“Este año se cumplen los ciento cuarenta años del nacimiento de don José de San Martín, y los cien del nacimiento de Evita. Con ambas figuras estoy trabajando”. La muestra sobre el Libertador de América tendrá lugar en el Instituto Nacional Sanmartiniano, y el 7 de mayo se inaugurará en el Centro Cultural de la Cooperación su muestra sobre Eva Perón. ¿Quién dijo que hacer arte no es, también, hacer patria?
D. G.
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