martes, 26 de febrero de 2019

LECTURA RECOMENDADA,


El quinteto de Nagasaki, de Aki Shimazaki
Impecables tramas cruzadas
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"¡Nunca conocemos realmente nuestro destino!", dice un personaje de El quinteto de Nagasaki. La frase parece apuntar al corazón del libro de la japonesa-canadiense Aki Shimazaki, que se compone de cinco novelas breves (Tsubaki, Hamaguri, Tsubame, Wasurenagusa y Hotaru) íntimamente relacionadas y publicadas, en forma individual, entre 1999 y 2004. La obra, en conjunto, se halla construida a través de varias voces narradoras cuyas diferentes perspectivas van develando en qué grado el azar y la fatalidad intervienen en el encadenamiento de los sucesos que gobiernan las vidas de cada persona.
Antes de morir Yukiko le deja escrita una carta a su hija Namiko en la que le confiesa: "No fue la bomba atómica lo que mató a mi padre. Yo lo maté". Yukiko le cuenta por qué cometió ese asesinato, mientras vivía en Nagasaki con su progenitor (el farmacólogo Ryôji Horibe) y su madre. También le encarga que busque a un hermano del que nunca le habló (Namiko creía que su madre era hija única) y le entregue otra carta.
Las tramas se van entonces entrecruzando. Este hermano se llama Yukio Takahashi. Su madre, Mariko, perdió a la suya en un terremoto de 1923. En Tokio Mariko, ya adolescente, se convirtió en amante de un hombre joven del que quedó embarazada de Yukio. Más adelante, cuando su hijo tenía cuatro años, conoció a Kenji Takahashi y se casó con él.
La familia se instala en Nagasaki. En 1943 Kenji (otro farmacólogo) recibe la orden de ir a trabajar a Manchuria para "investigar con medicamentos de guerra". El colega que lo reemplaza en su puesto resulta ser Horibe que, junto con su esposa y su hija, se mudan a la casa contigua a la de Mariko y Yukio. Éste y Yukiko, los dos de catorce años, se hacen muy amigos.
Aki Shimazaki nació en Gifu (Japón) en 1954, pero vive en Montreal (Canadá) desde 1991 y escribe sus obras, merecedoras de más de un premio, en francés.
El quinteto de Nagasaki despliega un sutil desprendimiento de capas de ocultamiento en el que siempre queda un nuevo secreto por revelar y el lector tiene la impresión de ejercer una superioridad omnisciente sobre los personajes. La autora emplea un estilo sobrio que fortalece la solidez de la trama y combina con acierto las historias individuales con el trasfondo de la Segunda Guerra Mundial. A Yukio y Yukiko se los puede ver en distintas etapas de sus vidas -niños, jóvenes y adultos- en una cronología que llega hasta la última década del siglo XX y brinda en Tsubaki, la hija menor de Yukio, otra voz narradora.
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El argumento, además de analizar las consecuencias que se derivan de las acciones individuales, reflexiona acerca de la responsabilidad moral de las acciones colectivas. "En realidad, los norteamericanos querían destruir Japón por completo y apoderarse del país antes de que lo invadieran los rusos", le dice Yukiko a su nieto un día antes de morir y afirma que Estados Unidos sabía sobre el inminente ataque a Pearl Harbor. De igual modo critica el militarismo japonés de aquella época, recuerda la masacre de Nankin y opina que "quizás habría sido más aterrador" que Japón ganara la guerra. Su actitud no ha cambiado. De adolescente, en Nagasaki, le había dicho a Yukio: "Nunca aceptes ser soldado".
Las novelas antibelicistas transmiten en general su mensaje por medio de situaciones vividas en el frente. No es el caso de El quinteto de Nagasaki, donde el testimonio proviene de los sufrimientos padecidos por la población civil. Sus protagonistas son los afortunados sobrevivientes que, con una voluntad conmovedora, se aferran al hilo de la esperanza y el amor para salir del laberinto de atrocidades al que fuerzas incomprensibles los han condenado.

El quinteto de Nagasaki
Por Aki Shimazaki
Lumen. Trad.: Alan Pauls. 442 págs. $ 799


F. F.

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