domingo, 2 de febrero de 2020

SALUD ANIMAL, CENTROS DE REHABILITACIÓN


Salvar a especies amenazadas, la compleja misión de los centros de rehabilitación
Cuatro instituciones en el país trabajan con profesionales que atienden a ejemplares afectados por la contaminación; devolverlos al hábitat natural es la gran meta que persiguen estos espacios

Gentileza temaikèn
El quirófano de la Fundación Temaikèn, uno de los espacios para la rehabilitación
Un pingüino empetrolado. Una tortuga marina desnutrida que sufre una obstrucción estomacal causada por la ingesta de plástico. Un lobo marino con zunchos de ese material que le rodean el cuello. Y la lista sigue. Estos animales hubieran muerto, si no fuera por la intervención del personal de los centros de rescate y rehabilitación de especies que son víctimas de emergencias, mascotismo y tráfico ilegal. Estos espacios buscan reinsertalos en su hábitat natural.
Los centros, tanto públicos como privados, suelen contar con un equipo formado por biólogos, veterinarios y personal técnico especializado en el manejo de fauna silvestre (cuidadores, nutricionistas y expertos en comportamiento). De acuerdo con la capacidad, cada uno recibe entre 200 y más de 1000 animales por año y trabajan en conjunto con las direcciones de Fauna provinciales y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación.
En la provincia de Buenos Aires se encuentra el Centro de Recuperación de Especies de la Fundación Temaikèn, que ocupa un predio de 18 hectáreas. Solo el año pasado, rescató y recibió más de 1061 animales de 75 especies distintas para su rehabilitación. En el complejo hay un hospital veterinario con quirófanos, laboratorios y servicio de radiología; un bioterio; un vivero orgánico para proveer de alimentos y 280 ambientes diseñados para el cuidado y la recuperación de distintas especies.

Cristian Gillet, responsable del rescate y la rehabilitación de fauna silvestre de la Fundación Temaikèn, explica que la mayoría de los animales que reciben provienen de decomisos de la Dirección de Fauna provincial y de la nacional por el tráfico ilegal. “Para que llegue un animal a la venta, nueve murieron. Son mantenidos en espacios insalubres y reducidos, en aislamiento. Están malnutridos y expuestos a plagas. Por eso la rehabilitación no es solo física, sino también comportamental y anímica. Pasan situaciones de alto estrés, tensión y muchos pierden capacidad muscular”, sostiene.
Un dato alarmante es que de todos los animales que rehabilitaron, varios están categorizados como “en peligro de extinción” por los organismos internacionales. Asistieron a 21 ciervos de los pantanos de los 500 que prevalecen en la zona del Delta, y a más de 213 cardenales amarillos de los 2000 que se estima que subsisten a nivel mundial.
Afecciones
Algo similar ocurre en el Centro Provincial de Rescate y Rehabilitación de Fauna Marina de la Fundación Mundo Marino. “Trabajamos en el Partido de la Costa, desde San Clemente del Tuyú hasta Pinamar y recibimos 300 animales al año. El 90% de los animales asistidos presenta afecciones causadas por el ser humano. La causa más común es la interacción con basura, con contaminantes ya sea en forma de plástico o de desechos de redes. Eso afecta a tortugas marinas, a lobos y aves marinas”, afirma Sergio Rodríguez Heredia, biólogo y jefe del centro.

El trabajo de los centros, tanto de Fundación Temaikèn como de Mundo Marino, subsiste gracias a la venta de entradas al zoológico y al acuario que mantienen en paralelo. Ante la consulta sobre una posible contradicción en sus labores, Gillet explica que hoy los zoológicos son instituciones de conservación: “Estamos acreditados con la Asociación Internacional de Zoológicos y Acuarios, donde intercambiamos información, bases genéticas, prácticas con animales, para poder elevar el nivel de conciencia ambiental de la gente, contribuir al bienestar animal y revertir o mitigar la crisis de extinción”.
Sin embargo, hay otras instituciones que son públicas y financiadas por el Estado. Este es el caso del Centro de Rescate de Fauna Silvestre de la Ciudad de Buenos Aires que se creó en 2012 y que funciona en la Reserva Ecológica Costanera Sur.
Según Andrés Capdeville, coordinador del centro y del Programa de Conservación y Rescate de Aves Rapaces del Ecoparque, en promedio reciben unos 350 a 400 animales por año y pueden llegar a más de 500 en períodos de inundaciones por el crecimiento del Río de La Plata.
“Una de las causas más comunes es el trauma. La mayoría de los animales que ingresan son aves que tienen colisiones contra los vidrios espejados de los edificios y cables aéreos. Los traumas van de golpes leves a fracturas que ponen en riesgo su vida”, cuenta.
Otro centro emblemático que funciona con la combinación de ayuda estatal y privada es la Estación de Rescate de Fauna Marina Guillermo Indio Fidalgo, que se encuentra en Puerto Galván, Bahía Blanca. El Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca brinda el presupuesto anual y los fondos para cubrir gastos operativos, honorarios, traslados y combustible. Pero el lugar físico de trabajo fue cedido por una empresa privada conocida como Lanchas del Sur, que también provee de la logística de vehículos y embarcaciones para los traslados de animales.

Pablo Petracci, director de la estación, explica que la especie más común que reciben son los pingüinos de Magallanes juveniles, que emprenden su migración desde las colonias patagónicas. También petreles gigantes del sur, flamencos australes, gaviotas cangrejeras. Todas especies amenazadas.
“La principal causa es la inanición por falta de alimentos debido a la sobrepesca. En el caso de los lobos marinos también se suman los plásticos y zunchos alrededor del cuello. La mayoría de las especies vienen deshidratadas y debilitadas. Algunos vienen mutiladas porque colisionan con las embarcaciones”, dice.
Para evitar estas consecuencias, la mayoría de las instituciones de rescate tienen un proyecto de concientización y educación para la conservación. Realizan cursos, asesoramiento, pasantías, voluntarios e incluso abren sus puertas a escuelas y universidad.
B. P. 

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