El duro oficio del zanjeador que ejercían irlandeses y escoceses
Luego de trazar la ciudad de Buenos Aires en 1580, don Juan de Garay,se dispuso a repartir los solares y las chacras entre el reducido grupo de pobladores iniciales.
Es en esta época donde surge, según el estudioso don Noel Sbarra, el amojonamiento para distinguir las “suertes de estancias”, con una longitud de media legua de frente por legua y media de fondo, situadas sobre los ríos Luján, Las Conchas, Riachuelo y Gran Paraná - después Río de la Plata.
Luego de años de disputa sobre la propiedad de la tierra, el gobernador Hernandarias, con acuerdo del Cabildo, procedió en 1608 a mensurar oficialmente las tierras, siendo ésta la iniciativa más lejana para delimitar la propiedad privada en nuestro país.
Sin embargo, para retener la hacienda en cada campo, era necesario pensar algún método práctico: se buscaron las “rinconadas” o “rincones”, formados naturalmente por las confluencias o desembocaduras de los ríos. De ahí, nos vienen a la memoria, los nombres de algunas estancias históricas, como la de Rincón de Noario, sobre el Río Samborombón, y la de Rincón de Viedma, entre aquel río y el Salado.
Aunque, cuando era necesario asegurar una heredad, se realizaba con un método más rudimentario: se cavaba una zanja que rodeara al establecimiento rural, para proteger los sembrados y evitar las confusiones de ganado, que tantos problemas generó entre los vecinos a lo largo del tiempo.
Entonces, la zanja se transformó en un elemento de protección: para montes y sembrados, para cercado de corrales y potreros, y para la defensa de estancias y fortines, como aquella famosa, proyectada por el Ministro Adolfo Alsina durante la presidencia de Avellaneda, conocida como Zanja de Alsina.
Fue así que, para realizar este rudo trabajo, surgió el oficio de “zanjeador”, como más tarde aparecerá el de alambrador
.
Por lo que, si en éste predominaron los vascos, en aquél van a sobresalir los irlandeses. Como se pagaba bien, muchos de ellos lograron generar un buen ahorro con ese duro trabajo, más teniendo en cuenta que no había muchos criollos dispuestos a llevarlo a cabo, porque preferían las labores de a caballo.
Cuenta el londinense Richard Seymour en “Un poblador en las pampas” que, cuando en 1865 fue a poblar un campo al sur de Córdoba, contrató a un irlandés de nombre Jack para cavar un pozo de agua y una zanja alrededor de la vivienda, imprescindible para la defensa de los asiduos ataques de los indios.
Otro ejemplo de los abnegados zanjeadores irlandeses -además de buenos criadores de ovinos- ha quedado para siempre en aquel verso del Martín Fierro, donde el protagonista relata cómo el Juez de Paz lo llevó a la fuerza a él y a un grupo que estaba en “una gran diversión”, a tomar lugar en la frontera. Aclaramos que se los llamaba “ingleses” aunque fuesen escoceses o irlandeses.
Por lo que, si en éste predominaron los vascos, en aquél van a sobresalir los irlandeses. Como se pagaba bien, muchos de ellos lograron generar un buen ahorro con ese duro trabajo, más teniendo en cuenta que no había muchos criollos dispuestos a llevarlo a cabo, porque preferían las labores de a caballo.
Cuenta el londinense Richard Seymour en “Un poblador en las pampas” que, cuando en 1865 fue a poblar un campo al sur de Córdoba, contrató a un irlandés de nombre Jack para cavar un pozo de agua y una zanja alrededor de la vivienda, imprescindible para la defensa de los asiduos ataques de los indios.
Otro ejemplo de los abnegados zanjeadores irlandeses -además de buenos criadores de ovinos- ha quedado para siempre en aquel verso del Martín Fierro, donde el protagonista relata cómo el Juez de Paz lo llevó a la fuerza a él y a un grupo que estaba en “una gran diversión”, a tomar lugar en la frontera. Aclaramos que se los llamaba “ingleses” aunque fuesen escoceses o irlandeses.
El verso dice así:
Hasta un inglés sanjiador Que decía en la última guerra Que él era de Inca la perra
Y no quería servir,
Tuvo también que juir A guarecerse en la Sierra.
G. E. M.
Hasta un inglés sanjiador Que decía en la última guerra Que él era de Inca la perra
Y no quería servir,
Tuvo también que juir A guarecerse en la Sierra.
G. E. M.
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