El hombre sin brazos está disponible en Qubit.tv, mientras que Outside the Law, The Penalty, El fantasma de la Ópera, El que recibe las bofetadas y El jorobado de Notre Dame están disponibles gratuitamente en el sitio archive.org.
Diez razones para descubrir a Lon Chaney
Esta semana se cumplieron 90 años de la muerte de Lon Chaney (no confundir con su hijo, el “junior”), uno de los más grandes actores de toda la historia del cine. Todo homenaje a Chaney es lógico, e incluso merece que se le aplique siempre “gran”, esa palabra dicha con molesta frecuencia en modo automático antes de casi cualquier nombre. Lon Chaney es, con toda justicia, “el gran Lon Chaney”, y los que siguen son apenas diez de los muchos motivos que sustentan esta afirmación.
El gran Lon Chaney fue un actor extraordinariamente versátil; sí, se lo llamaba “el hombre de las mil caras”. Y fue monstruo, payaso, gánster, fugitivo con dos pulgares en una mano y sin brazos (vaya paradoja), fue marine. Pero la versatilidad por sí sola no produce grandes actores, y la versatilidad no se logra por cambiar de máscaras, por más diversas que estas sean. Quizás Chaney, haya sido el actor camaleónico primigenio: el que inició una tradición de interpretación que proponía a la mutación como una posibilidad asombrosa para seducir desde la gran pantalla. Y, esto afirmado con absoluta seguridad, Chaney fue uno de los más notorios puntos de partida para la actuación específicamente cinematográfica, uno de sus pilares insoslayables.
Lon Chaney, “el hombre de las mil caras” que se apagó con el cine mudo
Hace 90 años moría el camaleónico actor, que fue el Fantasma de la Ópera y Quasimodo, especialista en personajes trágicos
El gran Lon Chaney fue un actor extraordinariamente versátil; sí, se lo llamaba “el hombre de las mil caras”. Y fue monstruo, payaso, gánster, fugitivo con dos pulgares en una mano y sin brazos (vaya paradoja), fue marine. Pero la versatilidad por sí sola no produce grandes actores, y la versatilidad no se logra por cambiar de máscaras, por más diversas que estas sean. Quizás Chaney, haya sido el actor camaleónico primigenio: el que inició una tradición de interpretación que proponía a la mutación como una posibilidad asombrosa para seducir desde la gran pantalla. Y, esto afirmado con absoluta seguridad, Chaney fue uno de los más notorios puntos de partida para la actuación específicamente cinematográfica, uno de sus pilares insoslayables.
Lon Chaney, “el hombre de las mil caras” que se apagó con el cine mudo
Hace 90 años moría el camaleónico actor, que fue el Fantasma de la Ópera y Quasimodo, especialista en personajes trágicos
Lon Chaney fue el primero en interpretar uno de los “monstruos clásicos” de Universal. En 1925 fue el Fantasma en El fantasma de la Ópera,
en cuyo rodaje se peleó y se distanció del director Rupert Julian debido a que este le pedía una actuación más exagerada, es decir, menos típicamente Chaney. En la disputa ganó Chaney, por suerte.
Chaney inventó formas extremas y asombrosas de modificar su rostro y fue un pionero creador de admirables técnicas de maquillaje, a las que con frecuencia se encargaba él mismo de preparar y aplicar. Podía modificar brutalmente su nariz, su frente, sus dientes, sus ojos… sí, ya dijimos que era llamado “el hombre de las mil caras”. Incluso podía ofrecer mutaciones más allá de su rostro. Uno de sus primeros papeles estelares fue en The Penalty (1920),
Chaney inventó formas extremas y asombrosas de modificar su rostro y fue un pionero creador de admirables técnicas de maquillaje, a las que con frecuencia se encargaba él mismo de preparar y aplicar. Podía modificar brutalmente su nariz, su frente, sus dientes, sus ojos… sí, ya dijimos que era llamado “el hombre de las mil caras”. Incluso podía ofrecer mutaciones más allá de su rostro. Uno de sus primeros papeles estelares fue en The Penalty (1920),
en donde interpretó a un encumbrado criminal cuyo cuerpo terminaba en las rodillas. Recordemos que los efectos especiales no eran precisamente digitales por entonces, así que esas piernas cortadas se actuaban plegando las piernas. En otra película supo no tener brazos. Bueno, sí, pero después no… en todo caso, lo mejor es sacarse la duda sobre las extremidades superiores de Chaney viendo ya mismo The Unknown, que aquí se editó en VHS como
El hombre sin brazos, uno de los más intensos, veloces y extremos melodramas de la historia del cine. Y que, hecho comprobado, puede seducir inmediatamente incluso a público de corta edad que es por primera vez expuesto a un film mudo.
Chaney hizo diez largometrajes con la dirección de Tod Browning: fue nada menos que su actor favorito. Con este dato nada más ya se puede tener absoluta seguridad acerca de la grandeza de Chaney. Browning fue uno de los directores fundamentales, un verdadero original, sin el cual las coordenadas generales del cine serían otras: con seguridad más pobres, más limitadas, menos osadas. Browning hizo sus hoy en día muy citadas Drácula (con Bela Lugosi) y Freaks, ambas luego de la muerte de Chaney. Y esas, sonoras, son hoy en día más famosas –Freaks merece todo su estatuto legendario– que las mudas que hizo con Chaney, pero no es del todo justa esta situación: The Unknown es para muchos la mejor película de Browning, y también Más allá de Zanzíbar se puede apuntar entre las imprescindibles (algunas de esas películas se han perdido, así como buena parte de las más de 150 películas en las que participó Chaney). Browning y Chaney podían llevarnos juntos a un mundo extraño, lleno de pasiones que tenían el poder de dejarnos el alma averiada y agradecida por tanto arte, por tanta pasión e inventiva para relatar historias fenomenales en un sentido amplio.
El hombre sin brazos, uno de los más intensos, veloces y extremos melodramas de la historia del cine. Y que, hecho comprobado, puede seducir inmediatamente incluso a público de corta edad que es por primera vez expuesto a un film mudo.
Chaney hizo diez largometrajes con la dirección de Tod Browning: fue nada menos que su actor favorito. Con este dato nada más ya se puede tener absoluta seguridad acerca de la grandeza de Chaney. Browning fue uno de los directores fundamentales, un verdadero original, sin el cual las coordenadas generales del cine serían otras: con seguridad más pobres, más limitadas, menos osadas. Browning hizo sus hoy en día muy citadas Drácula (con Bela Lugosi) y Freaks, ambas luego de la muerte de Chaney. Y esas, sonoras, son hoy en día más famosas –Freaks merece todo su estatuto legendario– que las mudas que hizo con Chaney, pero no es del todo justa esta situación: The Unknown es para muchos la mejor película de Browning, y también Más allá de Zanzíbar se puede apuntar entre las imprescindibles (algunas de esas películas se han perdido, así como buena parte de las más de 150 películas en las que participó Chaney). Browning y Chaney podían llevarnos juntos a un mundo extraño, lleno de pasiones que tenían el poder de dejarnos el alma averiada y agradecida por tanto arte, por tanta pasión e inventiva para relatar historias fenomenales en un sentido amplio.
Chaney fue el protagonista elegido para inaugurar la producción de un estudio que haría historia, Metro Goldwyn Mayer, aunque, por motivos de una fructífera estrategia comercial, El que recibe las bofetadas no fue la primera película proveniente de la casa del león en estrenarse en las salas norteamericanas. Fue dirigida por el fundamental cineasta sueco Vicktor Sjöström. El que recibe las bofetadas –de 1924, este año entró en el dominio público– fue un éxito como lo previó la MGM, que confió en el notable sueco (¿quieren verlo actuar?, participó en películas de Bergman como Cuando huye el día) para dirigir a la gran estrella Chaney, en una película osada, de grandes aspiraciones. El resultado fue uno de los films más desgarradores de la historia del cine, imaginativo en grado extremo, de contundente potencia visual y profunda y categóricamente triste. El final, que nos llevaba de la risa a la burla, de la burla a la crueldad endemoniada, de la comedia a la tragedia, nos traslada inmediatamente a la actualidad, al sistema “cómico” abusivo e impiadoso que abunda en esas emisiones televisivas vernáculas y exitosas de “canto y baile”. En El que recibe las bofetadas, Chaney era un científico brillante que se volvía un payaso trágico luego de ser traicionado y despojado de su investigación. Y no iba a detenerse allí su sufrimiento, y esto fue habitual en su carrera como protagónico: los personajes de Chaney probablemente hayan sufrido más que los personajes de cualquier otro actor en toda la historia. Así fuera un villano o fuera bueno, hubiera sufrido mucho y/o le quedara mucho por sufrir, las chances de los personajes de Chaney de quedarse con la chica y/o permanecer con vida solían ser escasas.
En Chaney puede vislumbrarse parte de la materia prima actoral y actitudinal de Clint Eastwood. En su mayor éxito de boletería, Tell it to the Marines (1926), una de sus películas “a cara lavada y con el cuerpo bastante entero”, Chaney demostraba, una vez más, que era un actor que disponía de un abanico gigantesco de recursos, que el maquillaje era una herramienta importante pero que la clave de su desempeño estaba siempre en priorizar la construcción de cada personaje. En esta película romántico-militar Chaney era un marine en el que se prefiguran rasgos futuros de otros marines ensalzados a repetición en muchas películas del cine sonoro: la entrega, la fidelidad, la nobleza. Lo impactante, lo extraordinariamente singular de Chaney, es que en sus actuaciones estelares no agregaba suplementos gestuales y redundancias enfáticas corporales; no incurría en estos errores derivados de la inseguridad como lo hacían otros, por una preocupación a la postre dañina por intentar “compensar” con mayor intensidad en la pantomima la ausencia de diálogos audibles.
Chaney era un singular actor del cine mudo cuya gestualidad estaba adelantada a su época pero que a la vez –a juzgar por la cantidad de fans que tenía– no le fallaba al cine de ese presente. Aún hoy no hay necesidad de “contextualizar” las actuaciones de Chaney para poder establecer una conexión rápida e intensa con sus personajes. No necesitamos decir que “así actuaba este señor porque así era lo que era regla en el cine mudo, para poder comunicar fehacientemente las emociones sin apelar al sonido” porque Chaney conecta incluso con los espectadores actuales menos habituados a los modos del cine creado hace ya un siglo. Chaney poseía y dominaba con prestancia una extraordinaria y fotogénica economía gestual que lo hacía confiar –con sobrado sustento– en su mirada y en la expresión facial antes que en la pantomima de la agitación enérgica de brazos y los revoleos violentos de la cabeza. Chaney hacía” actuación cinematográfica”, es decir: entre otras cosas, para un arte que tiene el recurso del primer plano, y dejaba de lado la performance teatral, esa pergeñada para ser percibida desde la última fila.
Chaney tuvo formación actoral temprana, un entrenamiento singular y a estas alturas legendario, al que en ocasiones se le van agregando cada vez más detalles y condimentos cuando se vuelve a contar su vida: sus padres eran sordos y el pequeño Lon tuvo que aprender a comunicarse con ellos gestualmente. Además, su madre pasó los últimos años de su vida postrada, y para entretenerla Leonidas interpretaba diversas historias ayudado por sus dedicadas actuaciones, claro, sin diálogos.
En plena fama del actor apareció el cine sonoro y, como muchos otros en ese momento, Chaney se mostró renuente a abandonar el arte del cine mudo. Algunos dicen que era debido a que quería mantener esas formas consideradas como universales, esas que sus padres sordos podrían haber entendido, pero finalmente accedió a hacer una talkie: Los tres malditos
(The Unholy Three, 1930). Fue una de las últimas grandes estrellas mudas en actuar en una película sonora. Fue su última actuación antes de morir. Lo asombroso es que ahí reveló una habilidad fenomenal también en el uso camaleónico de su voz, a la que podía enmascarar y disfrazar con facilidad, pero esa historia con Chaney “audible” y repleta de nuevas posibilidades–-podría haber sido también “el hombre de las mil voces”– no pudo continuar porque el intérprete murió por una hemorragia en su garganta derivada de un cáncer pulmonar el 26 de agosto de 1930.
Chaney era fumador, pero ese vicio no le impidió tener un gran estado atlético. Tanto es así que en El hombre sin brazos es visible que posee hasta mayor fortaleza en sus brazos que Malabar, presentado como el forzudo de circo y su rival en la lucha por el amor de Nanon. Chaney, en una tradición que lo une con Buster Keaton y también con Johnny Knoxville, era un actor con capacidad atlética, y eso debe haber sido fundamental para poder moverse con sus piernas plegadas al interpretar a un personaje cuyo cuerpo terminaba en sus rodillas.
Por si todo esto fuera poco, Chaney era solidario y generoso, siempre dispuesto a ayudar –incluso materialmente– a quien tuviera algún problema entre sus compañeros de trabajo; cuentan, por ejemplo, que si había que pagar la operación de algún familiar de un técnico de la película que estaba rodando, Chaney lo hacía sin dudar. Además, al gran Chaney no le gustaba la adulación fanática y ni abría las muchas cartas de sus devotos seguidores, aunque sí se ocupaba del correo proveniente de las cárceles, porque le preocupaba especialmente la gente que había caído presa. Con su amabilidad y su preocupación por la gente en dificultades, el gran Lon Chaney deseaba mejorar el mundo. Y efectivamente lo logró con su arte, su gran arte.
¿Cómo ver sus películas?
El hombre sin brazos está disponible en Qubit.tv, mientras que Outside the Law, The Penalty, El fantasma de la Ópera, El que recibe las bofetadas y El jorobado de Notre Dame están disponibles gratuitamente en el sitio archive.org.
Chaney tuvo formación actoral temprana, un entrenamiento singular y a estas alturas legendario, al que en ocasiones se le van agregando cada vez más detalles y condimentos cuando se vuelve a contar su vida: sus padres eran sordos y el pequeño Lon tuvo que aprender a comunicarse con ellos gestualmente. Además, su madre pasó los últimos años de su vida postrada, y para entretenerla Leonidas interpretaba diversas historias ayudado por sus dedicadas actuaciones, claro, sin diálogos.
En plena fama del actor apareció el cine sonoro y, como muchos otros en ese momento, Chaney se mostró renuente a abandonar el arte del cine mudo. Algunos dicen que era debido a que quería mantener esas formas consideradas como universales, esas que sus padres sordos podrían haber entendido, pero finalmente accedió a hacer una talkie: Los tres malditos
(The Unholy Three, 1930). Fue una de las últimas grandes estrellas mudas en actuar en una película sonora. Fue su última actuación antes de morir. Lo asombroso es que ahí reveló una habilidad fenomenal también en el uso camaleónico de su voz, a la que podía enmascarar y disfrazar con facilidad, pero esa historia con Chaney “audible” y repleta de nuevas posibilidades–-podría haber sido también “el hombre de las mil voces”– no pudo continuar porque el intérprete murió por una hemorragia en su garganta derivada de un cáncer pulmonar el 26 de agosto de 1930.
Chaney era fumador, pero ese vicio no le impidió tener un gran estado atlético. Tanto es así que en El hombre sin brazos es visible que posee hasta mayor fortaleza en sus brazos que Malabar, presentado como el forzudo de circo y su rival en la lucha por el amor de Nanon. Chaney, en una tradición que lo une con Buster Keaton y también con Johnny Knoxville, era un actor con capacidad atlética, y eso debe haber sido fundamental para poder moverse con sus piernas plegadas al interpretar a un personaje cuyo cuerpo terminaba en sus rodillas.
Por si todo esto fuera poco, Chaney era solidario y generoso, siempre dispuesto a ayudar –incluso materialmente– a quien tuviera algún problema entre sus compañeros de trabajo; cuentan, por ejemplo, que si había que pagar la operación de algún familiar de un técnico de la película que estaba rodando, Chaney lo hacía sin dudar. Además, al gran Chaney no le gustaba la adulación fanática y ni abría las muchas cartas de sus devotos seguidores, aunque sí se ocupaba del correo proveniente de las cárceles, porque le preocupaba especialmente la gente que había caído presa. Con su amabilidad y su preocupación por la gente en dificultades, el gran Lon Chaney deseaba mejorar el mundo. Y efectivamente lo logró con su arte, su gran arte.
¿Cómo ver sus películas?
El hombre sin brazos está disponible en Qubit.tv, mientras que Outside the Law, The Penalty, El fantasma de la Ópera, El que recibe las bofetadas y El jorobado de Notre Dame están disponibles gratuitamente en el sitio archive.org.
J. P. F.
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