Buscan vacuna contra Larreta y la ciudad
Pablo Sirvén
El problema de fondo no es Larreta; el problema real es CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Que la mayoría de sus habitantes sean tan refractarios al peronismo desde siempre y que CABA sea, al mismo tiempo, sede central del gobierno nacional, en manos precisamente de dicha fuerza política, jamás fue una buena combinación. Algo, por lo demás, bastante recurrente: de los 37 años que transcurrieron desde la recuperación de la democracia, en 1983, un cuarto de siglo estuvieron, y siguen estando, justicialistas en la cima del poder nacional.
Porteños y gobernantes peronistas funcionan como un matrimonio muy mal avenido, pero condenado a seguir unido contra su voluntad. El miembro más fuerte de esa extraña pareja (el Gobierno), lejos de querer congraciarse con el otro, que lo mira con desdén, pero que es infinitamente más débil (la ciudadanía), lo maltrata con palabras resentidas y medidas que solo ahondan esa mutua enemistad. La última violencia verbal fue anunciar un banderazo con “argentinos de bien” cuando el Covid sea un recuerdo, en contraste, seguramente, con la “argentinos de mal” que expresó varias veces su protesta con cacerolazos y banderazos.
Como un marido golpeador, le enrostra a la ciudad su “opulencia” en el desgraciado momento en que se encuentra más caída y semiparalizada que nunca, con un número creciente de personas en situación de calle y de locales vacíos. Una irritante caracterización del presidente Alberto Fernández que, en cambio, felicitó a los abrazos (y sin tapabocas) el “modelo Insfrán” (Gildo Insfrán, el gobernador vitalicio de Formosa, una de las provincias más pobres) y de la supervicepresidenta Cristina Kirchner, que engalanó con su presencia y sus palabras en contra de la Capital la asunción de Fernando Espinoza, en La Matanza, otra vez como intendente del partido bonaerense más pobre, pero que definió la elección a favor del Frente de Todos. Ambos Fernández, sin embargo, tienen domicilio en los dos barrios porteños más ricos: Puerto Madero y Recoleta, respectivamente. Pero juntan sus votos en los distritos más improductivos, que subsisten con empleos públicos y planes. No les va nada mal con esa fusión tan particular.
Hay dos factores actuales más que agravan y potencian al máximo dicha tensión: 1) el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, es el político argentino con mejor imagen, y primer precandidato a presidente explícito para 2023, y 2) la manera de encarar el combate contra la pandemia en la ciudad se ha convertido en otro cruento campo de batalla.
Que la Argentina ya esté en el top ten de los países con más contagios y que la peste avance sobre varias provincias, en tanto Buenos Aires sigue abriendo actividades y sus calles recobran cierta vitalidad con bares y restaurantes al aire libre, es algo muy difícil de digerir en el oficialismo nacional. De hecho, por presión de los gremios docentes, siguen impidiendo reabrir escuelas para actividades puntuales previamente convenidas y aplicaron una sorpresiva marcha atrás en terrazas y patios de locales gastronómicos.
Es que el presidente Fernández se la pasó meses jactándose de que el mundo nos miraba como un ejemplo a seguir. La cruda realidad lo hizo abandonar ese sueño que solo se podía sustentar con la gente encerrada en sus casas para siempre. Primero se deshizo de la palabra “cuarentena”, aunque perduren cantidad de graves restricciones, y luego dio por terminada la etapa de los anuncios tripartitos (junto a Larreta y Axel Kicillof). Coincidió con el traslado del virus con mayor virulencia al interior del país. Una buena razón, de paso, para quitarle vidriera al político mejor posicionado, que encima no es propio y comanda la odiosa ciudad de Buenos Aires. No por casualidad, Cristina Kirchner, que algo entiende de política y de estrategias, lo ha puesto en su mira.
Objetivo: cargarle a toda costa el muerto de la escalada local de la pandemia a Larreta. ¿Serán también los runners o los merodeadores de bares los culpables de que el 83% de las camas de terapia intensiva de Río Gallegos estén ocupadas? El periodismo oficialista, parte del coreanocentrista y, ni se diga, las redes sociales vienen batiendo el parche en estos días, logrando sucesivos trending topics con los hashtags #botonro-joya y #CABA. No soportan que la gran vidriera nacional, que es Buenos Aires, pueda ir dando pasos firmes hacia la normalización, en la medida en que la cantidad de contagios sigan en un número estable, pero alto, entre 1100 y 1300 casos. El sistema de salud porteño viene respondiendo incluso mejor que en las últimas semanas, tanto es así que el Ministerio de Salud capitalino analiza la posibilidad de dar francos rotativos de una semana al muy exigido personal del sector.
Al trascender videítos registrados por militantes patrullajes de “jefes de manzana” virtuales en torno de cervecerías muy concurridas (el conurbano saturado de gente se ve que no les interesa), autoridades capitalinas intensificaban los procedimientos sin alarmarse por demás, entendiendo que algo parecido había sucedido cuando los runners volvieron a correr.
Buenos Aires es refractaria al peronismo y el Gobierno se venga con maltratos verbales y restricciones
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