Esteban Podetti, experto en “cosos”
Desde chico, me fascinan las enciclopedias. Podía pasarme horas leyendo alguno de los doce tomos de Lo Sé Todo (y los otros diez tomos de Lo Sé Todo de América), con sus didácticas ilustraciones en colores, que se editaron en los 60 y que había heredado de alguna biblioteca familiar.
Tenía la colección completa de Mundo Mágico de los niños, una revista cuyos fascículos eran temáticos y contaban la historia de la civilización de manera cronológica
. En mi colegio secundario estaba la Enciclopedia Hispánica y recorrer sus páginas era un poco como navegar por internet antes de que exista internet. En una excursión que hicimos a Porto Alegre, mi papá me compró la Enciclopedia dos Quadrinhos, de Goida.
Ya me fascinaban los cómics y, probablemente, esa es la primera enciclopedia “de autor” que conocí. Desde entonces, comencé a valorar la erudición y la mirada (“el recorte”), en ese tipo de trabajos.
Pablo de Santis, a mediados de los 90, había escrito Invenciones argentinas, guía de cosas que nunca existieron, una compilación de ciudades y máquinas de ficción.
Pero la Enciclopedia Mundial del Coso, que Podeti acaba de lanzar por Galería Editorial, es insuperable. “A partir de 1998 me autoadjudiqué el título o profesión secundaria de Detectador y Reseñador de Cosos para diferentes medios, llevando hasta el día de hoy casi 200 Cosos catalogados”, dice el autor en el prólogo del libro que, en su contratapa, tiene un dibujo del “amo, señor, conductor y líder carismático de los Cosos”: el trípode plástico de la pizza en forma de mesita.
Admiro a Esteban Podetti desde 1990, cuando empecé a leer su “Sopa primordial” en la revista Fierro. Y debo decir que el cosito de la pizza ya estaba en su imaginario desde agosto de 1993.
Pero la Enciclopedia Mundial del Coso, que Podeti acaba de lanzar por Galería Editorial, es insuperable. “A partir de 1998 me autoadjudiqué el título o profesión secundaria de Detectador y Reseñador de Cosos para diferentes medios, llevando hasta el día de hoy casi 200 Cosos catalogados”, dice el autor en el prólogo del libro que, en su contratapa, tiene un dibujo del “amo, señor, conductor y líder carismático de los Cosos”: el trípode plástico de la pizza en forma de mesita.
Admiro a Esteban Podetti desde 1990, cuando empecé a leer su “Sopa primordial” en la revista Fierro. Y debo decir que el cosito de la pizza ya estaba en su imaginario desde agosto de 1993.
En el segundo número de su fanzine, El Loro Sebastián, incluía la consulta de un lector (Santiago D, de Ciudadela; apuesto que apócrifo), que le preguntaba al Dr. Divúlguelo: “¿Cómo se llaman esos aros de plástico con tres patitas que sirven para separar la pizza de la caja?”.
Historietista, antes que escritor, Podetti desarrolló una profunda capacidad de observación. Suena a perogrullada hablar de esa cualidad en un dibujante, porque forma parte del oficio. Sin embargo, pienso en trabajos ejemplares como la comparación entre los dibujantes “Old style” vs. “New Generation” que publicó en la última página del número 8 de Cómic Magazine, en mayo de 1991. De un lado, un cuarentón de barba, pipa, camisa a rayas y mocasines, que añora la época dorada de Hora Cero y Frontera. Del otro, un veinteañero con barbita “Don Johnson”, remera de Batman y arito del Corto Maltés, que añora la época dorada de la Editoral Novaro.
Más allá de la historietas en sí, las revistas de la Editorial Novaro y publicidades como las de Charles Atlas (“Yo era un alfeñique de 44 kilos…”) fueron parte la educación sentimental de Podetti y los dibujantes de su generación. Pero quizás la influencia más importante en su obra comiquera sea la de Peter Bagge, creador de la revista Neat Stuff y de su tira Hate,
cuya única edición argentina fue prologada por Podetti, fan del slacker Buddy Bradley, en 2007. Podetti se nutrió de ese estilo de cómic post underground de los 70 (Robert Crumb), pero según su colega Sergio Langer consigue superar al material en que se inspira. “Dibuja con desparpajo, sin prejuicios de estilo. Es un desacatado y un irrespetuoso. Dueño de un trazo que por momentos es línea pura, despojada, geométrica y por otros, una verdadera roña, donde asoma entre la mugre y las manchas negras de pelos, el lápiz que no fue borrado, un asco de expresividad, y donde los guiones son proporcionales, en calidad, al dibujo”, según lo expresó en el prólogo de Moriremos como ratas! (Domus Editora), una antología que compilaba trabajos de dos décadas.
Podetti colaboró con Maldita Garcha (¡Maravilloso póster contra el alcoholismo!), creó a Raimundo, el Inmundo (y le dedicó una canción con Los Medallones Poderosos, el grupo de rock que tenía en los 90), fue factótum de un homenaje en cuadritos a los Rolling Stones y de la imprescindible revista Suélteme!, y en el Suplemento Sí! de Clarín publicó un chiste que aún hoy sigo repitiendo: “Si el Che hubiera sido uruguayo, sería el Bo Guevara”.
Me regaló toneladas de carcajadas, que se replican en su nuevo libro. Un gabinete de curiosidades ridículas, donde da gala de su inventiva delirante. Un erudito de la pavada, construye un catálogo magistral con cubiertas interiores de chapitas de gaseosas, tapitas traseras de biromes, exoesqueletos de masas dulces y bolitas comestibles de color plateado, entre otros hallazgos ridículos.
Construye un catálogo magistral con chapitas de gaseosas, tapitas traseras de biromes y el cosito de la pizza
Historietista, antes que escritor, Podetti desarrolló una profunda capacidad de observación. Suena a perogrullada hablar de esa cualidad en un dibujante, porque forma parte del oficio. Sin embargo, pienso en trabajos ejemplares como la comparación entre los dibujantes “Old style” vs. “New Generation” que publicó en la última página del número 8 de Cómic Magazine, en mayo de 1991. De un lado, un cuarentón de barba, pipa, camisa a rayas y mocasines, que añora la época dorada de Hora Cero y Frontera. Del otro, un veinteañero con barbita “Don Johnson”, remera de Batman y arito del Corto Maltés, que añora la época dorada de la Editoral Novaro.
Más allá de la historietas en sí, las revistas de la Editorial Novaro y publicidades como las de Charles Atlas (“Yo era un alfeñique de 44 kilos…”) fueron parte la educación sentimental de Podetti y los dibujantes de su generación. Pero quizás la influencia más importante en su obra comiquera sea la de Peter Bagge, creador de la revista Neat Stuff y de su tira Hate,
cuya única edición argentina fue prologada por Podetti, fan del slacker Buddy Bradley, en 2007. Podetti se nutrió de ese estilo de cómic post underground de los 70 (Robert Crumb), pero según su colega Sergio Langer consigue superar al material en que se inspira. “Dibuja con desparpajo, sin prejuicios de estilo. Es un desacatado y un irrespetuoso. Dueño de un trazo que por momentos es línea pura, despojada, geométrica y por otros, una verdadera roña, donde asoma entre la mugre y las manchas negras de pelos, el lápiz que no fue borrado, un asco de expresividad, y donde los guiones son proporcionales, en calidad, al dibujo”, según lo expresó en el prólogo de Moriremos como ratas! (Domus Editora), una antología que compilaba trabajos de dos décadas.
Podetti colaboró con Maldita Garcha (¡Maravilloso póster contra el alcoholismo!), creó a Raimundo, el Inmundo (y le dedicó una canción con Los Medallones Poderosos, el grupo de rock que tenía en los 90), fue factótum de un homenaje en cuadritos a los Rolling Stones y de la imprescindible revista Suélteme!, y en el Suplemento Sí! de Clarín publicó un chiste que aún hoy sigo repitiendo: “Si el Che hubiera sido uruguayo, sería el Bo Guevara”.
Me regaló toneladas de carcajadas, que se replican en su nuevo libro. Un gabinete de curiosidades ridículas, donde da gala de su inventiva delirante. Un erudito de la pavada, construye un catálogo magistral con cubiertas interiores de chapitas de gaseosas, tapitas traseras de biromes, exoesqueletos de masas dulces y bolitas comestibles de color plateado, entre otros hallazgos ridículos.
Construye un catálogo magistral con chapitas de gaseosas, tapitas traseras de biromes y el cosito de la pizza
H. I.
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