Guillermo Kuitca: “A raíz de la pandemia, es el mundo el que ahora reposa”
Profeta global, anticipó hace décadas en sus obras este 2020 de paisajes de hospital, de mapas que solo son dibujos de lugares a donde no podemos viajar
Cuando era estudiante, el futuro pintor Guillermo Kuitca (Buenos Aires,
1961) tenía un problema: era incapaz de dibujar el logotipo del grupo de rock Yes que había diseñado Roger Dean y que los teens de los primeros 70 estampaban en remeras, cuadernos y reglas de colegio industrial como una contraseña. Es probable que ninguno de los que entonces eran capaces de piratear aquel diseño icónico hoy sean artistas.
Kuitca, el que nunca supo dibujarlo, se convirtió en cambio en uno de los pintores argentinos más relevantes de los últimos 35 años, un artista capaz de conciliar el conceptualismo de los 70 con el neoexpresionismo, la pintura salvaje, de los 80.
Un pintor de ideas: tempera-mental antes que temperamental.
Así no es raro que haya convertido su rutina en una obra work in progress incesante. Kuitca vive y pinta en una casona de Belgrano R y utiliza una mesa redonda donde invierte el concepto de boceto: todo confluye ahí, desde las ideas de futuros cuadros a números telefónicos y anotaciones perdidas.
Así no es raro que haya convertido su rutina en una obra work in progress incesante. Kuitca vive y pinta en una casona de Belgrano R y utiliza una mesa redonda donde invierte el concepto de boceto: todo confluye ahí, desde las ideas de futuros cuadros a números telefónicos y anotaciones perdidas.
La obra concluye cuando la tela tensada sobre la mesa queda cubierta de y por Kuitca. Algo que en Alberto Greco era parte de su caos (introducir en una pintura anotaciones sentimentales desesperadas y dispersas) encontró en Kuitca un método. Y esa es la imagen que el pintor conceptual eligió para mostrarse cuando el 30 de abril tomó la cuenta de Instagram del Malba por un día.
Kuitca posteó un video donde se lo ve trabajando en esa mesa en distintos momentos. DJ de su propia travesía eligió “Rara”, una canción temprana de Juana Molina, para musicalizar la intimidad revelada de su taller. Y escribió: “Llevo un diario, pero no el clásico Querido diario en papel.
Llamo diario a mi mesa de trabajo, que se convierte en el depósito de mis anotaciones libres, mis dibujos, mis mamarrachos y todo lo que surge cuando tengo un lápiz en la mano. La canción que acompaña el video es del primer disco de Juana Molina y creo que es justa para este momento de enrarecimiento que todos estamos viviendo. Hay un encuentro especial entre la canción y las imágenes que reflejan el paso del tiempo”. El video tuvo casi diez mil reproducciones y fue la primera entrada de esta experiencia que el museo repitió con artistas que protagonizaron grandes muestras en estos 19 años.
Kuitca tuvo entre el 6 de junio y el 28 de agosto de 2003 su primera (y hasta aquí única) muestra antológica en Buenos Aires. Fue un extraño regreso porque el pintor conceptual no se había ido nunca de Buenos Aires aunque su obra y su persona se habían disuelto de la escena argentina más o menos para 1986, cuando empezó su despegue internacional y nunca más en todo ese tiempo volvieron a verse sus pinturas que habían contribuido a la estética underground de la primera mitad de los años 80. Kuitca tomó toda la superficie del museo y fue tal la expectativa por el regreso del hijo pródigo que la noche de la inauguración las paredes del Malba temblaban mientras Kuitca, Caballero de la Mesa Redonda, se escabullía de la multitud para perderse en la noche rumbo a su guarida. El pintor invisible estaba y no estaba entre nosotros.
De Kuitca pudimos ver entonces muchas de sus series. Producía en el arte contemporáneo con el formato que tomó al mundo del espectáculo en la segunda mitad del siglo XXI. Pintor serial, artista de series, intervenía mapas y partituras; planos de óperas y colchones. Al Revuélquese y viva (1964), donde Marta Minujín introdujo el colchón como material artístico le dio una gravedad metafísica con sus instalaciones que llevaron al espacio sus obsesivas pinturas de camas. Así, en la segunda entrada de su #takeover de la cuenta de IG de Malba posteó una de estas imágenes que se habían vuelto proféticas. Escribió: “Las camas con los mapas pintados en los colchones generan un encuentro del espacio más privado y más público posible. Son los dos extremos reunidos. Mucha gente me dijo en los últimos días que ver las imágenes de las salas de los hospitales y los lugares convertidos en salas temporarias para los enfermos les recordó mis instalaciones. A veces las hago con las camas muy juntas y otras veces más separadas. Creo que la actualidad de estas imágenes tiene que ver con esa relación directa y con el hecho de que, a raíz de la pandemia, es el mundo el que ahora reposa”.
Kuitca tuvo entre el 6 de junio y el 28 de agosto de 2003 su primera (y hasta aquí única) muestra antológica en Buenos Aires. Fue un extraño regreso porque el pintor conceptual no se había ido nunca de Buenos Aires aunque su obra y su persona se habían disuelto de la escena argentina más o menos para 1986, cuando empezó su despegue internacional y nunca más en todo ese tiempo volvieron a verse sus pinturas que habían contribuido a la estética underground de la primera mitad de los años 80. Kuitca tomó toda la superficie del museo y fue tal la expectativa por el regreso del hijo pródigo que la noche de la inauguración las paredes del Malba temblaban mientras Kuitca, Caballero de la Mesa Redonda, se escabullía de la multitud para perderse en la noche rumbo a su guarida. El pintor invisible estaba y no estaba entre nosotros.
De Kuitca pudimos ver entonces muchas de sus series. Producía en el arte contemporáneo con el formato que tomó al mundo del espectáculo en la segunda mitad del siglo XXI. Pintor serial, artista de series, intervenía mapas y partituras; planos de óperas y colchones. Al Revuélquese y viva (1964), donde Marta Minujín introdujo el colchón como material artístico le dio una gravedad metafísica con sus instalaciones que llevaron al espacio sus obsesivas pinturas de camas. Así, en la segunda entrada de su #takeover de la cuenta de IG de Malba posteó una de estas imágenes que se habían vuelto proféticas. Escribió: “Las camas con los mapas pintados en los colchones generan un encuentro del espacio más privado y más público posible. Son los dos extremos reunidos. Mucha gente me dijo en los últimos días que ver las imágenes de las salas de los hospitales y los lugares convertidos en salas temporarias para los enfermos les recordó mis instalaciones. A veces las hago con las camas muy juntas y otras veces más separadas. Creo que la actualidad de estas imágenes tiene que ver con esa relación directa y con el hecho de que, a raíz de la pandemia, es el mundo el que ahora reposa”.
Algo del mundo en el que la pintura de Kuitca tomó forma e impulso se terminó el 6 de julio cuando un cáncer se llevó a Rosario Bléfari, otra emergente de la escena del Rojas que el pintor alimentó con sus becas, programas de training avanzado en arte contemporáneo. Ese mismo día posteó un pequeño y urgente retrato de la actriz y cantante, acaso como un acto de reparo y justicia.
El rostro sereno y limpio de Rosario se volvía ahora incorruptible por la acción del artista. Era una obra tan íntima como puede serlo la intimidad en la era de las redes sociales. La Rosario de Kuitca aparecía rodeada, cobijada, por los mismos materiales que la habían hecho posible. La obra no era el retrato sino todo: la foto que Kuitca sacó dejando entrar la suciedad del taller y la acción del posteo con el texto: “Abrazo a sus fans y amigos de hoy y de siempre”.
Kuitca revela en estas páginas algo de su producción más reciente. Durmiente en el espejo se llama esta pintura que retoma el tema de las camas y lo duplica en el vidrio para el horror de Borges. Con una obra de la serie de colchones (Deng Hag-praha), el pintor conceptual alcanzó su mejor precio en una subasta de Christie’s: 511.500 dólares en 2016. No fue profeta en su tierra, como dicen, sino del mundo. Nos anticipó este 2020 de paisajes de hospital antes que hospitalarios; de mapas que solo son dibujos de lugares a donde no podemos viajar, de espejos que reflejan lo que nunca hubiéramos querido ver. Su mesa redonda, ahí, ya debe estar casi lista para ser obra. Una vez más.
El rostro sereno y limpio de Rosario se volvía ahora incorruptible por la acción del artista. Era una obra tan íntima como puede serlo la intimidad en la era de las redes sociales. La Rosario de Kuitca aparecía rodeada, cobijada, por los mismos materiales que la habían hecho posible. La obra no era el retrato sino todo: la foto que Kuitca sacó dejando entrar la suciedad del taller y la acción del posteo con el texto: “Abrazo a sus fans y amigos de hoy y de siempre”.
Kuitca revela en estas páginas algo de su producción más reciente. Durmiente en el espejo se llama esta pintura que retoma el tema de las camas y lo duplica en el vidrio para el horror de Borges. Con una obra de la serie de colchones (Deng Hag-praha), el pintor conceptual alcanzó su mejor precio en una subasta de Christie’s: 511.500 dólares en 2016. No fue profeta en su tierra, como dicen, sino del mundo. Nos anticipó este 2020 de paisajes de hospital antes que hospitalarios; de mapas que solo son dibujos de lugares a donde no podemos viajar, de espejos que reflejan lo que nunca hubiéramos querido ver. Su mesa redonda, ahí, ya debe estar casi lista para ser obra. Una vez más.
F. G.
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